Papa Francisco | Amedeo Lomonaco/VN
Papa: el amor permanece para siempre, quien hace el bien
invierte para la eternidad
En
el Ángelus, Francisco recordó que las cosas terrenales como el dinero, el
éxito, la apariencia y el bienestar físico no están destinadas a durar. En
cambio, sólo quedará el amor "porque el bien nunca se pierde".
Hay
cosas que pasan y otras que permanecen para siempre. “Las Palabras del Señor no
pasan”. En esta diferencia entre lo limitado y lo eterno resuenan las palabras
de Jesús con las que se abre el Evangelio de este domingo: "El sol se
oscurecerá, la luna ya no dará su luz, las estrellas caerán del cielo" (Mc
13,24-25)". Esto no es "catastrofismo". Jesús quiere que
entendamos, dijo Francisco en el Ángelus, que "todo en este mundo, tarde o
temprano, pasa". "Incluso el sol, la luna y las estrellas que forman
el 'firmamento' -palabra que indica 'firmeza', 'estabilidad'- están destinados
a pasar". Pero al final, añade el Pontífice, Jesús dice "lo que no
pasa": "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán". Por tanto, lo que no pasa es el horizonte hacia el que tender y
orientar la vida. Por eso Francisco recomienda que en caso de elecciones importantes
se imagine, antes de decidir, "estar delante de Jesús". Estar,
"como al final de la vida, ante Aquel que es el amor".
Y
pensando allí, en su presencia, en el umbral de la eternidad, tomamos la
decisión para el hoy. Así es como debemos decidir: mirando siempre a la eternidad,
mirando a Jesús. Puede que no sea la más fácil, puede que no sea la más
inmediata, pero será la buena (cf. San Ignacio de Loyola, Ejercicios
Espirituales, 187), eso es seguro.
Sólo
quedará el amor
Mirar
a Jesús, "en el umbral de la eternidad", puede ayudar también a
responder a preguntas esenciales: "nosotros -se pregunta el Papa- ¿en qué
estamos invirtiendo la vida? ¿En las cosas que pasan, como el dinero, el éxito,
la apariencia, el bienestar físico? ¿Estamos apegados a las cosas terrenales,
como si fuéramos a vivir aquí para siempre?". Cuando llegue la hora de la
despedida – añadió – debemos dejarlo todo.
La
Palabra de Dios nos advierte hoy: la escena de este mundo pasa. Y sólo quedará
el amor. Basar la vida en la Palabra de Dios, por tanto, no es evadir de la
historia, es sumergirse en las realidades terrenales para hacerlas firmes, para
transformarlas con el amor, imprimiendo en ellas el signo de la eternidad, el
signo de Dios.
Las
palabras del Señor requieren paciencia
El
Papa subraya entonces que Jesús "establece una distinción entre las cosas
penúltimas, que pasan, y las últimas, que permanecen". ¿En qué – pregunta
aún Francisco - conviene invertir la vida? ¿En lo que es transitorio o en las
palabras del Señor, que permanecen para siempre?":
Evidentemente
en estas. Pero no es fácil. De hecho, las cosas que caen bajo nuestros sentidos
y nos dan una satisfacción inmediata nos atraen, mientras que las palabras del
Señor, aunque bellas, van más allá de lo inmediato y requieren paciencia.
"El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (del Evangelio de
Mateo)".
No
construir la vida sobre la arena
En
el camino de la vida, lo que es tangible no es realmente esencial. "Tenemos la tentación -dice el Papa- de
aferrarnos a lo que vemos y tocamos y nos parece más seguro”. Es “humano”, pero
es "un engaño", advierte Francisco, porque "el cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán". Esta, explica el Pontífice, es por
tanto la invitación:
No
construir la vida sobre la arena. Cuando se construye una casa, se cava
profundamente y se ponen unos cimientos sólidos. Sólo un insensato diría que es
dinero desperdiciado en algo que no se puede ver. El discípulo fiel, para
Jesús, es el que funda su vida en la roca, que es su Palabra.
Construir
el cielo en la tierra
Por
último, el Papa plantea otras cuestiones fundamentales antes de indicar lo que
nunca se perderá. "¿Cuál es el centro, el corazón palpitante de la Palabra
de Dios? En definitiva, ¿qué es lo que da solidez a la vida y no se acaba nunca?".
El
centro es, precisamente, el corazón que late, lo que da solidez, es la caridad.
"La caridad no tendrá fin" (1 Cor 13,8), dice San Pablo, es decir, el
amor. Quien hace el bien invierte para la eternidad. Cuando vemos a una persona
generosa y servicial, mansa, paciente, que no es envidiosa, que no parlotea,
que no se jacta, que no se hincha de orgullo, que no falta al respeto (cf. 1
Cor 13,4-7), ésta es una persona que construye el Cielo en la tierra. Puede que
no tenga visibilidad ni carrera, pero lo que haga no se perderá. Porque el bien
nunca se pierde, permanece para siempre.
Cristo
está presente en los pobres
Tras
el rezo de la oración mariana, el Papa recordó que hoy se celebra la V Jornada
Mundial de los Pobres, "nacida como fruto del Jubileo de la Misericordia".
"En el pobre", dijo, "Cristo está presente. "El grito de
los pobres, unido al grito de la Tierra -añadió Francisco, que presidió esta
mañana la misa de este día-, resonó en los últimos días en la Cumbre de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático Cop 26, en Glasgow. Animo a todos los
que tienen responsabilidades políticas y económicas a que actúen ahora con
valor y visión de futuro". El Pontífice también recordó que hoy, Jornada
Mundial de los Pobres, "se abre la inscripción para la plataforma Laudato
si', que promueve la ecología integral".
Día
Mundial de la Diabetes
Por
último, Francisco recordó que hoy se celebra "el Día Mundial de la
Diabetes, una enfermedad crónica que afecta a muchas personas, incluidos los
jóvenes y los niños." "Rezo por todos ellos y por los que comparten
su fatiga cada día, así como por los trabajadores sanitarios y los voluntarios
que los asisten".
Publicado
por Vatican News
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