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    martes, 15 de julio de 2025

    15 de julio: san Buenaventura, el fraile que recibió el capelo mientras fregaba


    Testigos de la Fe | María Martínez López

     


    15 de julio: san Buenaventura, el fraile que recibió el capelo mientras fregaba

     

    Curado por san Francisco, fue su séptimo sucesor y logró pacificar la orden, sumida en tensiones internas sobre su carisma

     

    Hay razones para considerar a san Buenaventura casi como un segundo fundador de la Orden de Frailes Menores; una vocación a la que la providencia pareció llamarle desde pequeño. Nacido como Juan de Fidanza en Bagnoregio (Toscana, actual Italia), de niño enfermó de tal gravedad que su padre, médico, lo dio por perdido. «La madre, que había escuchado hablar de san Francisco», canonizado poco antes, «pidió su intercesión» y su hijo sanó, relata fray Abel García Cezón, responsable de pastoral juvenil vocacional de la provincia de los franciscanos conventuales en España. Fue ella quien suscitó su cambio de nombre al exclamar: «¡Oh, buena ventura!». 

     

    Ya de joven, conoció a los franciscanos en París, donde estudió Artes. Decidió unirse a ellos en 1243, un año después de graduarse. Siguió estudiando allí y luego enseñando, pero no lo tuvo fácil, como tampoco el dominico Tomás de Aquino. Los miembros de las recién nacidas órdenes mendicantes empezaban a llegar a la universidad y se encontraron «mucha resistencia» por parte de los «maestros seculares», los clérigos que enseñaban en ella, explica García. Se miraba con sospecha, no exenta de envidia, el enorme éxito que tenían entre la gente —y los estudiantes— por su «forma sencilla de predicar» y el atractivo de su vida pobre. Podía haber además temor a que fueran como otros grupos de reformadores caídos en la herejía, como los cátaros. 

     

    Tal era la hostilidad que el Papa Alejandro IV tuvo que crear una comisión que acabó ordenando que se les permitiera enseñar. Además, para defender su presencia, Buenaventura alegó que ellos eran «como la segunda barca que acude en ayuda de la primera tras la pesca milagrosa», narra García. Este argumento debilitó las resistencias y «no solo fueron aceptados, sino que se convirtieron en algunos de sus grandes maestros». Recibió el título de doctor junto con el Aquinate. Era octubre de 1257.

     

    Bio

    - 1218: nace en Bagnoregio

    - 1243: entra en la Orden de Frailes Menores

    - 1257: lo eligen ministro general y se doctora en París

    - 1273: Gregorio X lo crea cardenal obispo de Albano

    - 1274: muere en el Segundo Concilio de Lyon

    - 1482: Sixto IV lo canoniza

    - 1588: proclamado doctor de la Iglesia

     

    El febrero anterior, Buenaventura se había convertido, con 36 años, en el séptimo ministro general de los franciscanos. También ahí vivió tiempos complicados por las tensiones «entre los frailes más dispuestos a abrirse a las exigencias pastorales de la Iglesia y quienes hacían una lectura radical» del carisma del Poverello y apostaban por «una vida más alejada y eremítica», resume García Cezón. Unos y otros se escudaban en el fundador citando biografías con interpretaciones «partidistas» que habían surgido. A petición de un capítulo general, Buenaventura respondió escribiendo «la primera biografía oficial», la Leyenda mayor, inspirándose en las anteriores —que luego se eliminaron— y en el testimonio de quienes lo conocieron, como los frailes León, Rufino y Ángel. En esta obra entretejió sus propias reflexiones teológicas. «Está muy presente la imagen de san Francisco como otro Cristo», con los estigmas; y como «hombre fiel a la Iglesia, que la renovó con su santidad». Otro «acierto» del superior fue elaborar las primeras constituciones, pues la regla de san Francisco «regulaba muy pocas cosas». Ambas iniciativas lograron «pacificar la orden; al menos un tiempo».

     

    Hombre de confianza del Papa

    En 1273, el Papa Gregorio X lo creó cardenal y lo nombró obispo de Albano. Tuvo que ordenarle aceptar bajo obediencia, pues ya había rechazado el capelo cardenalicio años atrás. Cuenta la tradición que cuando esta segunda vez los legados papales llegaron a entregárselo al convento de Mugello, lo encontraron fregando los platos. 

     

    Al año siguiente, el Santo Padre lo convocó al Segundo Concilio de Lyon como uno de sus hombres de confianza. Celebrado entre mayo y julio de 1274, Buenaventura llegó a la última sesión «extenuado» tras un largo viaje «directamente desde Constantinopla, donde el Papa le había encomendado procurar la unidad con los ortodoxos», cuestión que también se iba a abordar en Lyon. A pesar de lo extremadamente difícil de la tarea, «llevaba el documento que acreditaba que estaban dispuestos a aceptar» la vuelta a la comunión con Roma, señala García. 

     

    Con esa satisfacción falleció la noche del 14 al 15 de julio, dos días antes del final del concilio. Sin embargo, poco después la reconciliación se malogró hasta hoy. «El aprecio que le tenía el Papa era tan grande que mandó que todos los sacerdotes del mundo celebraran una Misa por él. Y en el funeral en Lyon el predicador, un dominico, dijo que la Iglesia perdía una de las columnas que la sostenían», cita García Cezón. 

     

    Lo considera «una figura que hay que redescubrir en nuestros tiempos. Fue un gran buscador de Dios y de la verdad». En sus escritos presentó la vida como un camino en el que el hombre, movido por el deseo de infinito, va avanzando hacia la meta: el amor y la comunión con el Señor. «El tema del estudio hay que entenderlo desde ahí», pues «todo lo que nos lleva a conocer sin amar es un árbol sin fruto». Fue además «un hombre fiel a la Iglesia, al servicio primero de sus hermanos» y luego del Papa y toda la catolicidad. «Y, por último, con los chicos trabajamos mucho cómo teniendo tantos cargos mantuvo siempre una vida sencilla y pobre en lo esencial».

     

    Alfa&Omega.es





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