Reflexión | Yris Rossi
Entre la compra de una imagen dañina y la victoria
de la Fe.
Les voy a
contar como comencé a fumar cigarrillos y cómo lo dejé.
Recién llegada
de Santiago a la capital, (a mediados del 1970), alquilamos un
apartamento, mi casera una mujer perspicaz y aguda, vio todo lo que yo
fumaba y me preguntó:
¿Por qué fumas
tanto?
Yo me quedé
mirándola, pensando en su intromisión, en el irrespeto a mi
privacidad y sin querer darle una mala respuesta le dije; fumo tanto,
porque, he comprado una imagen y con desenfado le dije; ¡compré la imagen de
hombre Marlboro! del verde del bosque acogedor, del ambiente
libre, de la chaqueta en piel y de flecos, de su sombrero y del mismo
galán, el cual me parecía muy interesante.
Ella, al
escuchar mi respuesta, pareció sentirse satisfecha y no me volvió a preguntar
más.
Evidentemente
que sin darme cuenta había llegado a la principal razón por la cual yo
fumaba tanto, me habían vendido la imagen Marlboro y mi inconsciente
y subconsciente compraron todos los números: ¡me hice adicta a los cigarrillos!
Era una
fumadora empedernida hasta el punto que mi cuerpo se lesionó tanto que
sentía que debía dejar de fumar, constaté que ¡yo por mis propias fuerzas
no podía! fui varias veces reincidente.
Evidentemente
necesitaba una ayuda fuera de mí. Llegué a tener una adicción tan
grande, que comprendí que yo necesitaba un favor que escapaba de mi
condición humana, de mis propias fuerzas y fue entonces cuando por dolor
y necesidad particular, le pedí a la Santísima virgen de la
Altagracia que intercediera por mi ante su hijo para yo dejar el vicio de
fumar.
Sólo así fue
posible el milagro que me salvó la vida y hasta el día de hoy: ¡no he vuelto a
fumar!
Aprendamos a
discernir e identificar las malas voces, textos e imágenes, que a
través de todos los medios de comunicación nos hacen adictos a
vicios, hábitos y costumbres que nos destruyen.
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