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Dar sentido al dinero
Es
la lucha de cada dÃa: cómo administrar bien las riquezas de la tierra para que
se orienten a la misión y se conviertan en riquezas del cielo. Elegir qué
actitud adoptar ante el dinero o cómo gestionarlo es un problema
indiscutiblemente moral. Tal como explica el papa Francisco, “la codicia
es un escalón, abre la puerta; después viene la vanidad y, al final, el
orgullo. Y de ahà vienen todos los vicios, todos: son escalones, pero el
primero es la codicia, el deseo de amontonar riquezas”.
En
esa misma intervención del papa Francisco desde la capilla de Santa Marta,
añadÃa: “Cuando el Señor bendice a una persona con las riquezas la hace
administrador de esas riquezas para el bien común y para el bien de todos”,
y “no para su propio bien”.
Haciendo
una lectura rápida de estas palabras, podemos deducir que la verdadera clave
serÃa comportarse como administradores auténticos que ponen todos los bienes
“al servicio de los demás”, porque los problemas realmente llegan cuando
no sabemos qué hacer con el dinero. ¿De qué servirÃa disponer de tantos
bienes si al final uno termina encerrado y satisfecho en sà mismo, pero alejado
de su misión e incapaz de ver a los demás?
Por
nuestra experiencia trabajando con fundaciones y entidades religiosas, sabemos
que esta actitud está Ãntimamente enraizada en un deseo de seguridad que
lleva a guardar y acumular bienes por si acaso pero que, en algunas ocasiones,
nunca se utilizan. Se trata de un afán de seguridad basado en las riquezas,
pero ni esta aspiración, ni su posesión, garantizan el sentido ni del dinero ni
de la vida misma; la “Bolsa del cielo”, recoge las riquezas que cuentan, pero
no estas otras.
“Lo
superfluo de los ricos es lo necesario de los pobres. Y se poseen cosas ajenas
cuando se poseen cosas superfluas” (San AgustÃn, Coment. in psalm. 147)
¿Hasta
qué punto es ético un patrimonio sin sentido?, una acumulación de bienes que se
podrÃan poner al servicio de los demás, de personas que pasan necesidades o de
personas que solucionan esas necesidades reales: esos bendecidos a los que se
refiere el papa Francisco que reconocen en esas riquezas, una forma de servir a
los demás. Disponer de un ahorro, al igual que lo harÃa cualquier familia, que
nos permita enfrentar el futuro con determinada seguridad es algo sensato; pero
no lo serÃa la mera acumulación de riquezas, no es ético un patrimonio sin
sentido.
A
este respecto, el decreto Perfectae caritatis (13), exhorta a evitar “toda
especie de lujo, de lucro inmoderado y de acumulación de bienes” y añade la
necesidad de que la pobreza esté animada por un espÃritu de participación entre
las diversas provincias y casas, con generosidad para con las “necesidades
de la Iglesia y el sustento de los necesitados”.
“Insensato,
esta misma noche te van a reclamar el alma; lo que has preparado, ¿para quién
será? Asà ocurre al que atesora para sà y no es rico ante Dios” Lc 12,
13-21.
Administrar
bien las riquezas de la tierra para que se orienten a su misión y ayudar a dar
sentido a ese patrimonio, sabiendo que solo es un medio, siempre al
servicio de un bien mayor, es nuestra razón de ser y el reto al que nos
enfrentamos diariamente junto a las fundaciones y entidades religiosas con las
que trabajamos.
Publicado
por Vida Nueva
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