A debate | Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero
¿Jesús fue comunista?: El
Evangelio y la preocupación por los pobres (2 de 2)
"Y Monseñor Romero,
los mártires de la UCA, don Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, Rutilio
Grande..."
De la misma
manera se hablaba del comunismo de San Romero de América, la voz de
los sin voz en América latina, que fue asesinado por los poderosos de El
Salvador, mientras celebraba la Eucaristía. Muchas veces dijeron que era un
“obispo comunista”, incluso también le han criticado ahora al papa Francisco
que lo haya canonizado. San Romero, canonizado por los pobres de El Salvador,
desde el mismo momento de su asesinato, ha tenido que esperar a que venga un
papa del otro hemisferio para reconocer lo que los pobres ya hicieron. Lo que
la misma Iglesia le negó, es lo que ahora Francisco ha reconocido.
Porque lo más
espectacular de su asesinato es que, como en el caso de Jesús de
Nazaret, Romero fue asesinado por el poder opresor de los mismos
creyentes. A Jesús lo mató el poder judío, a Romero lo mató el poder de los
falsos cristianos de la sociedad salvadoreña, que se sentían criticados por él.
“El cristiano no debe tolerar que el enemigo de Dios, el pecado, reine en el
mundo. El cristiano tiene que trabajar para que el pecado sea marginado y el
Reino de Dios se implante. Luchar por esto no es comunismo. Luchar por eso no
es meterse en política. Es simplemente el Evangelio que le reclama al hombre,
al cristiano de hoy, más compromiso con la historia” (Homilía 16 de Julio de
1977). La misma derecha poderosa que criticó y apoyó Santo de América, y que
sin duda estuvo detrás de su asesinato, es la que critica ahora de cumbre
comunista, el encuentro entre el papa Francisco y Yolanda Díaz.
Los “mismos
comunistas” que fueron asesinados en la UCA, en El Salvador, en la madrugada
del 16 de noviembre de 1989,
simplemente por defender que los pobres tienen algo que decir, y que los ricos
son los causantes de que el mundo haya crucificados. Los poderosos tampoco
pudieron soportarlos, y por eso los asesinaron vilmente, junto a Elba, la mujer
que los cuidaba, y su hija Celina, de 16 años. Su asesinato, como el de muchos
mártires, fue por causa de la justicia y por hacer del Evangelio la norma de su
vida, en todo momento.
De comunista
fue también tachada la llamada “Teología de la liberación”, que surgió en la década de los 70 en
el continente latino americano, y que era simplemente una manera nueva de leer
el evangelio desde los pobres. “He oído el clamor de mi pueblo”, que dice el
texto del Éxodo, es lo que oyeron esos teólogos y teólogas que intentaron vivir
esa experiencia del evangelio, a partir de la realidad crucificada y machada
por el poder de los poderosos en ese continente. Teólogos como Jon
Sobrino, que se salvó milagrosamente de la matanza de la UCA, ha sido
calumniado y difamado, incluso desde el interior de la misma Iglesia
católica.
El otro Santo
de América, Pedro Casaldáliga, fallecido hace poco más de un año fue
también “apodado de comunista”, por su lucha en favor de los sin tierra
brasileños, y haciendo de su episcopado y de su poder como obispo, un servicio
al pueblo, a los más débiles, a los más sufrientes de su diócesis. Cuando se
jubiló quería “dedicarse a los más pobres”, quería ir a morir a Africa, porque
él decía que allí eran aún más pobres que en su América, donde vivió siempre.
La enfermedad terrible del parkinson se lo impidió, pero resulta emocionante
que alguien que ha vivido como él en el Brasil pobre, diga que quiere irse con
los pobres, muchos pensamos, dónde había estado toda su vida; el obispo sin anillo
y sin mitra tradicionales vivió, y murió entre los desheredados, y con ellos
encontró la “plena bienaventuranza y felicidad de la que habla el Evangelio”;
hizo carne en su vida el proyecto de Jesús: conseguir que todos fuéramos
felices, desde la igualdad y el servicio a los más débiles.
El 12 de marzo
de 1977 asesinaron “a otro comunista” en la carretera de Aguilares a El
Paisnal, Rutilio Grande, y su único delito fue decir y anunciar que
todos somos iguales, que Dios no acepta la pobreza, y que los ricos son
responsables de la pobreza de muchos seres humanos. Rutilio fue asesinado,
acribillado su coche a balazos, junto a un campesino de 72 años, Manuel, y un
adolescente de 15, Nelson Rutilio y un niño. Los pobres de Aguilares le
recuerdan como un “hombre tremendamente humano que se comprometió con la causa
y la vida de los pobres”. Fueron asesinados cuando iban a celebrar la
Eucaristía en medio de su pueblo, y su asesinato tanto conmovió a Monseñor
Romero que fue capaz de producir en él, el gran milagro.
Romero, amigo
personal de Rutilio descubre un nuevo rostro de Dios al contemplar el cadáver
de su amigo asesinado. Y desde ahí comienza una andadura nueva que le llevará a
él también al martirio.
Ahora “el comunista Rutilio”, va a ser beatificado por el papa Francisco; será
el segundo santo salvadoreño, que el pontífice venido de América beatifique.
Muchos serán también los que incluso dentro de nuestra iglesia critiquen este
acontecimiento, porque el padre Tilo, como así le llamaban popularmente a
Rutilio, tuvo la osadía de hacer vida el mensaje de Jesús en el Evangelio. Y de
nuevo será, Francisco, el que después de más de cuarenta años, reconozca que
este hombre, modesto, pobre, humilde y ejemplar sacerdote de Jesús, es modelo
para los que queremos seguir al Jesús del Evangelio.
Y habrá quien
siga diciendo que “de nuevo un comunista, beatifica a otro comunista, el
próximo 22 de enero de 2022”. Será beatificado en la catedral de San Salvador,
donde yace también Monseñor Romero, su amigo íntimo y personal, y seguramente a
esa celebración, además de acudir obispos, sacerdotes y gente venida de otros
países, acudirá “todo el pobrerío salvadoreño”, como llamaba cariñosamente
Monseñor Romero a los pobres. El pobrerío por el que Rutilio se sacrificó, será
el auténtico protagonista de la celebración, como lo fue hace más de dos mil
años en aquel calvario de Jerusalén, donde fue crucificado el mártir Jesús de
Nazaret.
Pero hace
apenas unos días me decían lo mismo de un sacerdote jesuita, salvadoreño,
discípulo de Monseñor Romero, que tiene como único lema de su vida sacerdotal y
cristiana la entrega al evangelio. Miguel Vásquez, jesuita de Arcatao,
en el departamento de Chalatenango, uno de los sitios más vapuleados en la
cruenta guerra civil salvadoreña, me decía: “Me trasladan a Honduras, porque el
obispo le ha dicho a mi provincial que yo soy más político que pastor”.
De nuevo la Iglesia impoluta, que no quiere mancharse, que nunca va a ser
criticada ni asesinada, es la que quiere lavarse las manos, como Pilato, en la
causa de los pobres y del Evangelio.
¿Cumbre
comunista la celebrada hace unos días en Roma? ¿Comunistas Jesús de Nazaret,
Monseñor Romero, los mártires de la UCA, don Helder Cámara, Pedro Casaldáliga,
la monjas estadounidenses asesinadas en El Salvador, los miles de catequistas
salvadoreños asesinados, los maristas del Congo, Rutilio Grande, los
teólogos y teólogas de la liberación, Monseñor Agrelos, Miguel
Vasquez….? Si ellos son comunistas, ojalá yo también lo sea, si ellos
viven el evangelio desde ahí, ojalá también yo sea capaz de vivirlo así. Y
toda la comunidad de cristianos y cristianas.
Ojalá que el
poder establecido, desde cualquier institución, política, religiosa, militar,
económica, cultural…. No tape el auténtico poder que emerge de las
bienaventuranzas y del lavatorio de pies del jueves santo, porque sólo así los
cristianos, me parece, entenderemos el auténtico sentido del Evangelio. “Lo que
hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”
(Mateo 25, 40)
Publicado por Religión Digital
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