Pensamiento | Martin Gelabert/RD
Silencio apacible en la noche
“Cuando un silencio apacible lo
envolvÃa todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra
omnipotente se lanzó desde el cielo”. Asà reza una antÃfona de la liturgia de
este tiempo de Navidad, tomada del libro de la SabidurÃa (18,14-15). Es una
pena que algunas de estas antÃfonas no sean escuchadas por los fieles que
asisten a la celebración, porque no se suelen leer, ni cantar y, muchos menos,
predicar sobre ellas.
El texto bÃblico habla de cómo en la
noche del Éxodo el ángel bajó para exterminar a los egipcios, dejando ilesos a
los israelitas, que estaban a punto de ser liberados de la esclavitud de
Egipto. Pero este verso ha sido elegido por la liturgia de Navidad, porque la
venida del Verbo es el gran momento en el que ocurre la verdadera liberación de
todos aquellos que le acogen: a cuantos le recibieron les da poder de ser hijos
de Dios (Jn 1,12). Y los hijos son libres (Mt 17,26).
Para muchos, un año más, esta Navidad
ha ocurrido “en mitad de la noche”, en momentos oscuros y difÃciles, en tiempos
de pandemia. A pesar de todo, los creyentes hemos podido celebrar el amor de
Dios. Precisamente porque ese amor se celebra cuando un silencio apacible lo
envuelve todo, y no cuando hay griterÃo provocado por el descorchar de las
botellas. Y hemos celebrado este amor con la esperanza de que la luz de Dios
brille en las tinieblas (Jn 1,5). Las visitas de Dios al mundo y a las almas
ocurren en mitad de la noche. Pero para reconocerle en el mundo y en nuestras
vidas es necesario que hagamos “silencio”. Es necesario callar para escuchar,
como al inicio de un concierto. Es necesario el silencio de la oración para
captar la presencia de Dios en medio de la noche.
La noche la han notado más aquellos
que han sido contagiados por el virus, pero también la han notado aquellos que
no han podido estar con sus familias. Y, por supuesto, la han notado las
personas más vulnerables (pobres, migrantes, indocumentados). Es necesario
callar, hacer silencio, para escuchar las voces de los que se han quedado sin
palabras. Y preguntarnos cómo hacerles llegar la palabra omnipotente que ha
venido del cielo en forma de consuelo y de ayuda eficaz. Pues los creyentes
somos los intermediarios de este consuelo y esta ayuda, la mano de Dios que
llega hoy a los necesitados de la tierra.
La noche también la notamos
personalmente en nuestros desánimos, en nuestras lágrimas, soledades,
cansancios y pecados. Para dar ánimo, alegrÃa y consuelo a todo eso, ha nacido
Dios, un Dios que quiere morar en nuestro corazón para sanarlo. Solo espera que
le hagamos sitio. No hay epidemia que pueda quitarnos el consuelo de Dios.
Publicado por Religión Digital
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