Testigos de la Fe | Victoria Isabel Cardiel C.
Los
redentoristas que desafiaron a los nazis
Durante la Segunda Guerra Mundial los redentoristas
escondieron de los nazis a 35 personas en la cúpula de la iglesia San JoaquÃn,
cerca de la basÃlica de San Pedro, en Roma
El 16 de octubre de 1943, pasadas las cinco de la
mañana, un batallón de alrededor de 300 soldados alemanes irrumpió por la
fuerza en las casas del barrio judÃo de Roma. La redada acabó con la detención
de 1.022 personas que fueron enviadas a morir a Auschwitz-Birkenau. Las SS querÃan eliminar a los
judÃos antes de que se escondieran en las casas de los italianos. Pero algunos
consiguieron escapar del plan atroz.
Nueve dÃas más tarde de aquella deportación masiva,
los padres redentoristas, que llevaban dÃas jugándose la piel
escondiendo a judÃos y opositores polÃticos en las habitaciones del convento,
tomaron una decisión extrema. Dieron cobijo a 35 personas buscadas por la
Gestapo en la bóveda de la cúpula de la iglesia de San JoaquÃn, cerca del
Vaticano. «El Ejército alemán inspeccionaba todos los conventos e iglesias y
era muy peligroso. No podÃa haber rastro de ellos. Asà que, por seguridad, la
entrada fue tapiada y enlucida», explica el sacerdote redentorista Ezio
Marcelli, a quien debemos el hallazgo que durante años fue un secreto. Tras
casi cuatro décadas de investigación, además de dar con los archivos, consiguió
poner rostro y entrevistar a la mayor parte de los protagonistas que fueron
salvados de una muerte segura. «El más joven tenÃa 15 años. Cuando pusieron el
último ladrillo perdió el conocimiento; también habÃa un polÃtico contrario a
la deriva que habÃa asumido el fascismo, el abogado Enrico Molé, al que al
principio vistieron de cura para esconderlo con los demás curas y hasta le
cambiaron el nombre por padre Conca», recuerda.
El techo de la iglesia era un lugar áspero y
húmedo, que filtraba agua por las grietas cuando llovÃa. Estaba lleno de polvo,
arañas y otros insectos. No habÃa agua, y mucho menos calefacción. «TenÃan que
hacer la vida de noche, cuando la ciudad dormÃa, para no despertar sospechas
por los ruidos. En una de las esquinas hacÃan sus necesidades», explica
Marcelli, que agrega: «Por suerte, nadie enfermó». Estuvieron allà encerrados
desde el 25 octubre de 1943 hasta el 7 de junio de 1944, sin más contacto con
el exterior que el de una pequeña ventana en el centro de la cúpula, a través
de la cual les hacÃan llegar la comida.
El dÃa 25 de diciembre de ese 1943, el superior de
los redentoristas, Antonino Dressino, uno de los héroes de esta historia, entró
por el pequeño hueco para celebrar la Natividad con ellos. El padre Dressino
fue profesor de Matemáticas del padre Marcelli, pero nunca mencionó aquello:
«Para ellos, hacÃan lo que tenÃan que hacer, sin buscar medallas».
La idea de esconderlos en la parte más alta de la
iglesia fue del ingeniero Pietro Lestini, que conocÃa perfectamente los encajes
arquitectónicos del edificio. También estaban al corriente el sacristán
Domenico Pizzato y la monja francesa Margherita Bernés, una mujer de armas
tomar y recio carácter que fue la encargada, durante los siete meses que
estuvieron allà escondidos, de llevarles de noche la comida y retirar los
deshechos que subÃan y bajaban con ayuda de unas poleas. En 1951, Bernés fundó
un orfanato a pocos kilómetros de Jerusalén, donde se encontró por casualidad
con dos de los hombres que habÃa estado ayudando.
Aquel refugio es hoy un amasijo de escombros con
una entrada medio derruida y unos grafitis sin nombre en la pared, que muestran
a Cristo con la corona de espinas y a la Virgen MarÃa con el Niño en brazos.
«Muchos ni siquiera eran cristianos, pero estas imágenes eran como un sÃmbolo
que apaciguaba sus preocupaciones y les daba esperanza», relata Marcelli.
Recuerdos que emergen con fuerza este lunes, 25 de abril, dÃa en que Italia
celebra la liberación del fascismo.
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