Actualidad
| Trinidad Ried/VN
Sentir y gustar, un desafío de la actualidad
La
frase es preciosa y su hondura maravillosa, pero encarnarla es un desafío
cuántico en el modo de vida que llevamos en la actualidad. Todo es tan
acelerado, vertiginoso, infoxicado, sobre exigido de logros, metas y nuevos
propósitos, que realmente es un acto heroico, contracultural y físicamente
estresante obligarnos a parar y decantar una vivencia con la profundidad que
nuestro yo requiere para ser humano y no una máquina de ‘check list’ para
continuar.
La
anestesia general
La
dificultad para sentir es que la inmensa mayoría de nosotros está en mayor o
menor medida dormido en su sensibilidad. Estamos saturados de imágenes,
sobreestimulados de noticias en su mayor parte escabrosas, aterradoras,
sesgadas e inundados de información incapaz de ser digerida, manipulados como
marionetas por las redes sociales, zarandeados por necesidades que nos
esclavizan prometiéndonos el placer y la felicidad. A eso se suma nuestra
agenda desbordada por los compromisos y por la necesidad de legitimar nuestra
valía con el hacer y lo material; un rotativo de eventos que no tienen
principio ni final, como si fuésemos los protagonistas de una serie de bajo
presupuesto que no puede parar.
Es
un maximalismo espiritual, sin pausas ni respiros, para dejar espacios para
estar, porque nos da vértigo lo que podamos encontrar. Es tal el pánico
por sufrir en la actualidad que, de paso, hemos dejado de vivir de verdad. El
botox de la vida ha dejado el corazón humano a punto de infartarse por
sobredosis de velocidad sin tiempo para parar.
Obsolescencia
programada
Por
si el tipo de vida que llevamos no fuese suficiente, el tiempo pasa a ser
nuestro enemigo principal. A muchos nos decepciona y afecta que los artículos
tecnológicos los diseñen con tiempo para echarse a perder, de modo que tengamos
que comprar otros en corto plazo y enriquecer a las empresas que los producen a
costa de nuestro bolsillo personal. Sabemos que podrían hacerlos para durar y
nadie los tendría que renovar. No corremos igual suerte nosotros, ya que, hasta
ahora los seres humanos, desde el momento de nacer, sabemos que moriremos tarde
o temprano. El tema es que muchos malgastan la vida tan ocupados en hacer,
trabajar, resolver, tragar, correr, producir, trasladarse de un lugar a otro,
sobrevivir o pelear que dejan de estar en lo esencial de la existencia
como don, que es justamente sentir y gustar con todo el ancho y diversidad de
los cinco sentidos del cuerpo y del espíritu el regalo de estar vivos.
Se
pierden los abrazos del alma, los amaneceres, los aromas de las flores, la
imaginación de los niños, la ternura de los mayores, los chistes y osadías de
los jóvenes, la creatividad de los artistas, la melodía de la naturaleza, la
suavidad e intensidad de un beso, el sabor de una comida, el frescor del agua,
el viento en el rostro, la risa a carcajadas, el baile, la vida desmaquillada…
Al final, ¿para qué habrán vivido si no atesoraron nada de amor en sus almas?
Casa
de herrero cuchillo de palo
Marzo
en el hemisferio sur es sinónimo de agobio. Comienzan los colegios, regresamos
de vacaciones, asumen las nuevas autoridades, se pagan muchos costos fuertes
del año, se preparan balances y en general el estrés aumenta más allá de lo
normal (sin sumar pandemias o cualquier otro hecho circunstancial). El tema es
que a mí se me ocurrió hacer un lanzamiento de dos nuevos libros, estar de
aniversario de 30 años de matrimonio, que mi hijo rindiera una prueba muy
importante en la universidad, que a otros dos les diera Covid y así varios
hitos contundentes, que por sí solos daban para concentrarse y ocuparse de modo
especial. Resulta que, como pulpo multitask, fui moviendo todos los platillos
con bastante destreza y, al terminar el mes, con orgullo vi que todos
estaban intactos y que yo seguía nadando por el océano de mil pendientes y
actividades sin parar.
El
tema es que me vi envuelta en mi propia tinta negra cuando, en vez de hacer con
cada uno una fiesta, me vi haciendo pequeños tickets para dar vuelta la página
y continuar como pulpo con turbo para hacer más. Fue ahí cuando me di cuenta
de que algo estaba mal y que, si no paraba a sentir y gustar todo lo
vivido, las “ocho patas” de pulpo me iban a tirar de bruces al fondo del mar.
Nada
es evidente
Amarrando
mis “patas locas”, me decidí a sentir y gustar cada una de las bendiciones y
dificultades vividas partiendo por recorrer sus raíces y la historia de cada
una, ya que nada surgió por generación espontánea ni por magia espacial. Solo
como ejemplo, cumplir 30 años de matrimonio, no es algo trivial; menos en estos
tiempos. Recordar todo lo que hemos pasado, construido, sufrido, celebrado,
llorado y ganado como pareja amerita un buen retiro personal y matrimonial
que nos haga ver todas nuestras fortalezas y debilidades y dar gracias a Dios por
seguir queriéndonos y “soportándonos” con amor y buen humor después de tanta
agua pasada.
Lo
mismo debí realizar con mis dos nuevos libros. No podía pasar de largo el año
completo que me tomé en escribirlos, los esfuerzos por poder publicarlos,
diagramarlos, corregirlos y ver las imprentas que lo pudieran realizar. Miles
de pequeños pasos necesarios para sacar este “complejo embarazo” a buen
término. Como último ejemplo, me gustaría citar el examen de mi hijo, que no me
podía saltar. Él estudia ingeniería siendo un artista en modo esencial, por lo
que aprobar esta prueba final no fue pan comido en su universidad. Fue el fruto
de infinitas horas de estudio, trasnochadas, desvelos y tensiones que no se
pueden olvidar. Así, estos y muchos logros que se dieron este marzo del 2022 no
fueron casuales, sino que están entretejidos en el tiempo y en el espacio
y que es justo dimensionarlos para valorarlos y agradecerlos en su hondura y
toda la energía invertida en cada cual.
Contemplar
con los cinco sentidos
Sentir
y gustar implica entonces no solo detenerse y ver todos los hilos de vínculos
que encierra cada vivencia en particular. Todo está entretejido con personas,
con lugares, con cosas, con ideas y con lo trascendente, y es eso lo que nos
permite sabernos vivos y ocupando un lugar concreto en el espacio y tiempo de
la vida. Sin embargo, para sacarle todo “el jugo” a una experiencia, debemos
hacer el ejercicio de mirar en cámara lenta, de escuchar despacio, de tocar con
ternura, de degustar varias veces, de percibir el aroma de las cosas varias
veces en modo presente y concentrándonos en esa sensación nada más. El famoso
‘mindfulness’ del ‘new age’ algo se acerca a esa experiencia vital, pero mucho
más le atina la contemplación espiritual, que no es otra cosa que admirarse,
sorprenderse, encantarse, conmoverse, estremecerse y gozar profunda y
bellamente del amor que se nos expresa al frente y que nos toma como una
descarga eléctrica el cuerpo y el alma haciéndonos uno con el momento y la
vivencia experimentada.
No
es mi hijo con su examen y la familia fragmentada; es un solo salto de euforia,
abrazos, lágrimas de emoción compartidas que nos unen en una atmósfera
indivisible de felicidad. Un tiempo de no tiempo donde todos vibramos en
un canal vivo de esperanza, algarabía y danza, donde volvemos a ser niños, sin
vergüenza ni prudencia; solo gozar como hijos de Dios la maravilla de estar
vivos y poderlo disfrutar.
Publicado
por Vida Nueva
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