Fe
y Vida | Religión Digital
Frutos del Espíritu Santo
El
Espíritu Santo nos purifica de los pecados, confirma la esperanza en la vida
eterna e ilumina nuestro entendimiento de Dios y de Cristo.
Resalto
algunos de los múltiples frutos que nos vienen del Espíritu Santo.
En
primer lugar, el Espíritu Santo nos purifica de los pecados. De hecho, cuando
Jesús entrega el Espíritu a sus apóstoles lo relaciona explícitamente con el
perdón de los pecados (Jn 20,22-23). Se comprende así que la actual fórmula del
sacramento de la reconciliación recuerda que “Dios Padre misericordioso derramó
el Espíritu Santo para el perdón de los pecados”. Hablando de este fruto del
Espíritu, Tomás de Aquino dice que corresponde reparar al que ha construido. El
santo recuerda que Dios crea por medio del Espíritu, puesto que Dios crea por
amor. Efectivamente, Dios crea libremente, nada le obliga ni le condiciona.
Sólo puede crear porque “quiere”, o sea, por amor. Si crea por amor y el
Espíritu santo es el amor con el que Dios se ama a sí mismo, la causa directa de
la creación es el Espíritu santo. En conclusión: si el motivo de la creación es
el amor, entonces el amor es el motivo de la reparación. Por eso no es extraño
que el Espíritu Santo limpie y perdone, ya que todos los pecados son perdonados
por el amor.
Por
otra parte, el Espíritu Santo confirma la esperanza de la vida eterna, porque
él es la prenda de aquella herencia. En apoyo de esta afirmación está este
texto de la carta a los efesios: “fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
Promesa, que es prenda de nuestra herencia”. Este sello, esta marca, esta
anticipación conseguirá su plena realización cuando se establezca el Reino de
Dios en forma gloriosa y definitiva. Cito a Tomás de Aquino: “El Espíritu es
como las arras de la vida eterna. La razón es porque la vida eterna se le debe
al ser humano en cuanto ha sido hecho hijo de Dios, y esto porque se hizo
semejante a Cristo. Y se hace uno semejante a Cristo porque posee el Espíritu
de Cristo, que es el Espíritu Santo”. Si el Espíritu es como las arras de la
vida eterna, esto significa que quienes poseen el Espíritu tienen la vida
eterna garantizada, tienen como una especie de documento notarial que les
garantiza que eso que pone el documento es suyo y un día tomarán posesión de lo
suyo.
Finalmente,
el Espíritu santo ilumina nuestro entendimiento de Dios y de Cristo. En efecto,
si Dios es Amor, sólo puede conocerle quién se pone en sintonía con lo que es
Dios, según eso que dice la primera carta de Juan: “quién no ama, no ha
conocido a Dios”. En nuestro caso es más verdad que nunca que sólo el amor da
el conocimiento verdadero. Y el amor es el Espíritu derramado en nuestros
corazones. De ahí también que “nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino con
el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Además, el Espíritu ayuda, y en cierto modo
empuja, a cumplir los mandamientos, pues nadie puede observar los mandamientos
de Dios sin amarle. El Espíritu Santo hace amar a Dios y nos enseña cuál es la
voluntad de Dios.
Publicado
por Religión Digital
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