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    viernes, 6 de mayo de 2022

    Mensaje del Papa para la 59ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones


    Mensajes | Jesús Bastante

     


    Mensaje del Papa para la 59ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

    Francisco reivindica una Iglesia "capaz de caminar unida en la armonía de las diversidades, en la que todos tienen algo que aportar y pueden participar activamente"

     

    “Sacerdotes, consagradas, consagrados y fieles laicos caminamos y trabajamos juntos para testimoniar que una gran familia unida en el amor no es una utopía, sino el propósito para el que Dios nos ha creado”. En su mensaje para la 59ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Francisco realiza un llamamiento a las distintas vocaciones, distintas, poliédricas, como la propia Iglesia, pero con un objetivo común: la unidad.

     

    “Este es el misterio de la Iglesia que, en la coexistencia armónica de las diferencias, es signo e instrumento de aquello a lo que está llamada toda la humanidad”, sostiene Bergoglio en su mensaje, que cierra pidiendo que “la Iglesia debe ser cada vez más sinodal, es decir, capaz de caminar unida en la armonía de las diversidades, en la que todos tienen algo que aportar y pueden participar activamente”.

     

    "Los vientos gélidos de la guerra"

    El Papa arranca su mensaje recordando el momento actual, en el que “los vientos gélidos de la guerra y de la opresión aún siguen soplando, y presenciamos a menudo fenómenos de polarización”. En este ‘hoy’, “como Iglesia hemos comenzado un proceso sinodal”.

     

    ¿Por qué? Porque “sentimos la urgencia de caminar juntos cultivando las dimensiones de la escucha, de la participación y del compartir”, para “contribuir a edificar la familia humana, a curar sus heridas y a proyectarla hacia un futuro mejor”.

    A partir de ahí, Bergoglio reflexiona sobre qué significa la vocación, y cómo estamos “llamados a ser todos protagonistas de la misión”. “La sinodalidad, el caminar juntos es una vocación fundamental para la Iglesia, y sólo en este horizonte es posible descubrir y valorar las diversas vocaciones, los carismas y los ministerios”, avanza el Papa, quien añade que “al mismo tiempo, sabemos que la Iglesia existe para evangelizar, saliendo de sí misma y esparciendo la semilla del Evangelio en la historia”.

     

    Todos somos misioneros

    Todos somos misioneros. “Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador”, apunta Francisco, quien advierte de “la mentalidad que separa a los sacerdotes de los laicos, considerando protagonistas a los primeros y ejecutores a los segundos”, y reclama “llevar adelante la misión cristiana como único Pueblo de Dios, laicos y pastores juntos”.

     

    Puesto que todos estamos “llamados a ser custodios unos de otros, y de la creación”, Francisco insiste en que, más allá de la fe, “cada uno de nosotros es una criatura querida y amada por Dios, para la que Él ha tenido un pensamiento único y especial; y esa chispa divina, que habita en el corazón de todo hombre y de toda mujer, estamos llamados a desarrollarla en el curso de nuestra vida, contribuyendo al crecimiento de una humanidad animada por el amor y la acogida recíproca”.

     

    “Estamos llamados a ser custodios unos de otros, a construir lazos de concordia e intercambio, a curar las heridas de la creación para que su belleza no sea destruida”, siendo “una única familia en la maravillosa casa común de la creación, en la armónica variedad de sus elementos”.

     

    Alcanzados por la mirada de Dios

    Otra gran vocación es la particular, la que “Dios nos dirige a cada uno”, cómo “Dios ha querido mirar y mira nuestra vida”. La mirada de Dios, “su mirada de amor siempre nos alcanza, nos conmueve, nos libera y nos transforma, haciéndonos personas nuevas”. 

     

    “Esta es la dinámica de toda vocación: somos alcanzados por la mirada de Dios, que nos llama (…), la vocación es para todos, porque Dios nos mira y nos llama a todos”, sostiene Bergoglio, que compara al Creador con el “divino escultor” que “con sus manos nos hace salir de nosotros mismos, para que se proyecte en nosotros esa obra maestra que estamos llamados a ser”.

     

    “En particular, la Palabra de Dios, que nos libera del egocentrismo, es capaz de purificarnos, iluminarnos y recrearnos” insiste, animando a ponernos “a la escucha de la Palabra, para abrirnos a la vocación que Dios nos confía. Y aprendamos a escuchar también a los hermanos y a las hermanas en la fe, porque en sus consejos y en su ejemplo puede esconderse la iniciativa de Dios, que nos indica caminos siempre nuevos para recorrer”.

     

    Mirarnos los unos a los otros

    “Aprendamos también a mirarnos unos a otros para que las personas con las que vivimos y que encontramos —cualesquiera que sean— puedan sentirse acogidas y descubrir que hay Alguien que las mira con amor y las invita a desarrollar todas sus potencialidades”, porque “cuando acogemos esta mirada nuestra vida cambia”. Ya sea en la vocación al sacerdocio o al matrimonio. “En general, toda vocación y ministerio en la Iglesia nos llama a mirar a los demás y al mundo con los ojos de Dios, para servir al bien y difundir el amor, con las obras y con las palabras”. 

     

    Como cristianos, no sólo somos llamados, es decir, interpelados personalmente por una vocación, sino también con-vocados”, como “las teselas de un mosaico, lindas incluso si se las toma una por una, pero que sólo juntas componen una imagen”, afirma el Papa, que añade: “Brillamos, cada uno y cada una, como una estrella en el corazón de Dios y en el firmamento del universo, pero estamos llamados a formar constelaciones que orienten y aclaren el camino de la humanidad, comenzando por el ambiente en el que vivimos”.

     

    "Que todos sean uno", el gran proyecto de Dios

    “Este es el misterio de la Iglesia que, en la coexistencia armónica de las diferencias, es signo e instrumento de aquello a lo que está llamada toda la humanidad”, concluye. “Por eso la Iglesia debe ser cada vez más sinodal, es decir, capaz de caminar unida en la armonía de las diversidades, en la que todos tienen algo que aportar y pueden participar activamente”.

     

    Por eso, “cuando hablamos de “vocación” no se trata sólo de elegir una u otra forma de vida, de dedicar la propia existencia a un ministerio determinado o de sentirnos atraídos por el carisma de una familia religiosa, de un movimiento o de una comunidad eclesial; se trata de realizar el sueño de  Dios, el gran proyecto de la fraternidad que Jesús tenía en el corazón cuando suplicó al Padre: «Que todos sean uno»”, finaliza el mensaje, que insiste en que “toda vocación en la Iglesia, y en sentido amplio también en la sociedad, contribuye a un objetivo común: hacer que la armonía de los numerosos y diferentes dones que sólo el Espíritu Santo sabe realizar resuene entre los hombres y mujeres”.

     

    Religiondigital.org




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