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    viernes, 6 de mayo de 2022

    Santo Domingo Savio (Patrono de los monaguillos)


    Perfiles | Francisca Abad Martín

     


    Santo Domingo Savio (Patrono de los monaguillos)

     

    La gracia de Dios realiza prodigios y puede hacer resplandecer su gloria y su poder en la persona de un niño, que apenas tuvo tiempo para iniciarse en la aventura de la vida.  A veces para realizar su obra el Altísimo pone sus ojos en los más humildes y los ensalza por encima de los demás. Tal fue el caso de Domingo Savio, un adolescente italiano, que con sus escasos 15 años de vida puede ser considerado como todo un modelo de entrega y fidelidad a Dios, en él podemos reconocer al santo no mártir, más joven de la Iglesia Católica.

     

    Nació el 2 de abril de 1842 en San Giovanni da Riva, cerca de Chieri (Italia), pero cuando tenía solo 20 meses, sus padres, Carlino Savio y Brígida Gaiato, se trasladaron a Murialdo. Siendo muy pequeño su madre lo llevaba a la Iglesia para que fuera aprendiendo a ayudar a misa como monaguillo.

     

    En febrero de 1849 se trasladó de nuevo la familia a Mondonio, cerca de Castelnuovo. Viendo su madurez y la preparación que tenía, le admitieron para la Primera Comunión con solo 7 años. Hizo unos propósitos, que escribió de su puño y letra, en el reverso de una estampa. Eran estos: “confesarse frecuentemente, santificar los domingos de forma especial, tener siempre como sus mejores amigos a Jesús y a María y preferir morir antes que pecar”.

     

    Ciertamente Dios le tenía ya predestinado. Según la biografía que escribió de él S. Juan Bosco, 2 años después de la muerte de Domingo, esos propósitos escritos el día de su Primera Comunión, fueron una especie de “hoja de ruta” para sus acciones hasta el final de su vida. El maestro que tuvo con 11 años afirmaba que jamás había tenido un alumno como él.


    El 2 de octubre de 1854, Domingo se encontró por primera vez con San Juan Bosco y el 29 de octubre entró en el Oratorio de Valdocco de Turín, para completar sus estudios. Seis meses después, tras un sermón de Don Bosco sobre la austeridad y el sacrificio, Domingo renovaba esa promesa del día de su Primera Comunión, ante el altar de la Virgen María.

     

    La primera vez que se entrevistó a solas con Don Bosco, Domingo le había dicho: “¡Ayúdeme a ser santo!”. Empezó una vida de austeridad y renuncias, limitando sus comidas y las horas de descanso y aumentando sus horas de oración ante la Santísima Virgen. Viendo Don Bosco que Domingo se “pasaba” en sus ascetismos, le prohibió terminantemente esos “excesos” sin su permiso. Desde ese momento, Domingo se volcó más en el trato con sus compañeros, especialmente en aquellos que estaban más marginados o a los que estaban enfermos, demostrando una sana y jovial alegría en todo cuanto hacía.

     

    Tal como había predicho Don Bosco, sus austeridades “pasaron factura” y se resintió su salud. En febrero de 1857 tuvo una fuerte tos que le obligó a guardar cama varios días, pero como no mejoraba, el domingo 1 de marzo fue devuelto a la casa de sus padres. Le diagnosticaron pulmonía. Al ver que su enfermedad se agravaba, él mismo pidió que le administraran la “unción de enfermos”. A las 9 de la noche del día 9 de marzo le pidió a su padre que rezara con él las oraciones de los agonizantes. A las 10 dijo: “¡Qué maravilla lo que estoy viendo!”. Y expiró. Le faltaban 3 semanas para cumplir los 15 años.

     

    Fue sepultado en el cementerio de Mondonio, pero en octubre de 1914 la Iglesia pidió que sus restos fueran trasladados a la Basílica de María Auxiliadora de Turín, donde reposan actualmente.

     

    Dos años después de su muerte, Don Bosco publicó su biografía con el título: “Vita del giovanetto Savio Domenico”. Fue beatificado por Pio XII el 5 de marzo de 1950 y canonizado por el mismo Papa el 12 de junio de 1954.

     

    Reflexión desde el contexto actual: 

    Por lo que sabemos de él, este adolescente pasa por ser un ejemplo de piedad, obediencia, alegría y compañerismo. Su amor a la Santísima Virgen y sus deseos de santidad, no son frecuentes en nuestros días. Para él la primera comunión supuso el comienzo de una vida espiritual en ascenso vertiginoso, lo que sin duda contrasta con lo que está sucediendo hoy día, en que la Primera Comunión, ha quedado desvirtuada, pasando a ser algo muy parecido a “un rito social”, que una vez pasado ya nadie se acuerda de él, sin que represente para nada el primer paso para una vida de piedad continuada. Tristemente en la generalidad de los casos, los niños que hacen en nuestros días la primera comunión, no podemos decir que hayan quedado marcados por este relevante acontecimiento.

     

    Religiondigital.org




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