Nuestra Fe | P. Ciprián Hilario, msc
Homilía 27º Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C): “Auméntanos
la fe”, Domingo 5 de octubre 2025
Textos
litúrgicos: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4; Salmo 94; 2 Timoteo 1, 6-8.13-14; Lucas 17,
5-10
Introducción:
El clamor de los apóstoles
Queridos
hermanos y hermanas, en el Evangelio de hoy, los apóstoles le piden a Jesús
algo que resuena en el corazón de todo creyente: “Auméntanos la fe” (Lc 17,
5). Esta súplica no nace de un capricho, sino de la conciencia de su propia
fragilidad y de la grandeza de la misión que Jesús les confía. Como ellos,
nosotros también sentimos que nuestra fe a veces flaquea frente a los desafíos
de la vida: injusticias, sufrimientos, dudas. Pero Jesús nos enseña que la fe,
aunque pequeña como un grano de mostaza, tiene un poder transformador cuando se
vive con humildad y confianza en Dios.
1.
La fe en medio de la dificultad (Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4)
El
profeta Habacuc clama a Dios ante la violencia y la injusticia que ve a su
alrededor: “¿Hasta cuándo, Señor, ¿pediré auxilio sin que me escuches?”.
Su queja es la nuestra cuando enfrentamos el dolor, la corrupción o el
sufrimiento. Pero Dios responde: “El justo vivirá por su fe” (Hab 2, 4).
Esta fe no es una solución mágica, sino una confianza firme en que Dios cumple
sus promesas, aunque no siempre lo veamos de inmediato. Vivir la fe hoy
significa perseverar en la oración y la esperanza, incluso cuando el mundo
parece caótico.
2.
La fe como don que se cultiva (2 Timoteo 1, 6-8.13-14)
San
Pablo exhorta a Timoteo a “reavivar el don de Dios” que recibió (2 Tm 1, 6).
La fe es un regalo, pero también una responsabilidad. No basta con tenerla; hay
que alimentarla con la oración, los sacramentos y la caridad. Pablo nos
recuerda que el Espíritu nos da fuerza para no avergonzarnos de nuestra fe,
sino para dar testimonio valiente en un mundo que a menudo la cuestiona. Hoy,
reavivar la fe implica comprometerse activamente con nuestra comunidad
cristiana y compartir el Evangelio con nuestras palabras y obras.
3.
La fe humilde que transforma (Lucas 17, 5-10)
Jesús
responde a los apóstoles con la imagen del grano de mostaza: una fe pequeña,
pero auténtica, puede mover montañas. No se trata de tener una fe espectacular,
sino de confiar plenamente en Dios y vivir como “siervos inútiles”, es
decir, con humildad, sin buscar recompensas. La fe genuina nos lleva a servir
sin esperar aplausos, a amar sin condiciones y a perseverar en las pequeñas
tareas diarias con amor.
Puntos
concretos para vivir la fe hoy
Oración
diaria:
Dedica 5-10 minutos al día para hablar con Dios, leer la Palabra o rezar el
Rosario. Esto fortalece la fe como un músculo espiritual.
Participación
en la Eucaristía: Asiste a Misa no solo los domingos, sino, si
puedes, algún día entre semana. La Eucaristía es el alimento que sostiene
nuestra fe.
Actos
de caridad: Haz un gesto concreto de servicio esta semana: ayuda a un
vecino, dona alimentos o escucha a alguien que lo necesite. La fe se hace viva
en el amor.
Confianza
en las pruebas: Cuando enfrentes dificultades, repite en tu corazón: “Señor,
confío en ti”. Esto te ayudará a no desesperar y a vivir como el justo de
Habacuc.
Testimonio
valiente:
Comparte tu fe con naturalidad en tu entorno, ya sea en el trabajo, la familia
o las redes sociales, sin miedo a ser contracorriente.
Conclusión:
Una fe pequeña, pero viva
Hermanos
y hermanas, la fe que pedimos no es una cantidad que se mide, sino una relación
con Dios que se vive. Como el grano de mostaza, no necesitamos una fe grande,
sino una fe viva, humilde y confiada. Pidamos al Señor en esta Eucaristía: “Auméntanos
la fe”, y comprometámonos a cultivarla con oración, servicio y confianza.
Que María, modelo de fe, nos acompañe en este camino. Amén.
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