Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
¿Serán pocos los que se salven?
(Miércoles
29 de octubre, lecturas: Romanos 8,26-30; Salmo 12,4-5.6; Lucas 13,22-30)
Hermanos
y hermanas:
Una
pregunta inquietante atraviesa el Evangelio de hoy: «Señor, ¿serán pocos los
que se salven?» (Lc 13,23). No es una pregunta estadística, sino
existencial. No busca un número, sino un camino. Jesús no responde con cifras,
sino con una invitación urgente: «Esfuércense por entrar por la puerta
estrecha» (Lc 13,24).
1.
La puerta estrecha: no es exclusión, es exigencia
Jesús
no dice que la salvación sea imposible, ni que esté reservada a unos pocos
privilegiados. Dice que exige esfuerzo. La puerta estrecha no es un filtro
arbitrario de Dios, sino la realidad de una vida que elige el amor, la verdad,
la humildad y el perdón contra corriente.
Muchos
intentarán entrar después, cuando ya sea tarde: «Señor, ábrenos». Pero
el amo responderá: «No sé de dónde son ustedes» (Lc 13,25). No es
crueldad, es consecuencia. Quien vive como si Dios no existiera, no puede
reclamar su casa al final.
2.
El Espíritu que ora en nosotros (Rom 8,26-30)
San
Pablo nos da la clave: no estamos solos en este esfuerzo. «El Espíritu viene
en ayuda de nuestra debilidad» (Rom 8,26). Cuando no sabemos orar, cuando
la puerta parece demasiado angosta, cuando el pecado nos pesa, el Espíritu gime
en nosotros con gemidos inefables.
Y
Dios, que «conoce los secretos del corazón» (Sal 12,4), no nos abandona.
Desde la eternidad, nos ha conocido, predestinado, llamado, justificado y
glorificado (Rom 8,29-30). La salvación no es un premio al esfuerzo humano,
sino un don que se acoge con esfuerzo.
3.
La sorpresa del Reino (Lc 13,29-30)
Y
aquí viene el giro: «Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y
se sentarán a la mesa en el Reino de Dios» (Lc 13,29). Los últimos serán
primeros. Los que nadie esperaba —el publicano, la pecadora, el samaritano—
estarán en la mesa.
No
serán pocos los salvados, pero no serán los que se creían seguros. Serán los
que se dejaron encontrar por la misericordia. Los que entraron por la puerta
estrecha del arrepentimiento, del servicio, del amor concreto.
4.
¿Y nosotros?
Hoy,
el Señor nos pregunta: ¿Estás esforzándote por entrar? No mañana. No
cuando sea más cómodo. Hoy.
¿Estás
dejando que el Espíritu ore en ti cuando callas ante la injusticia?
¿Estás
entrando por la puerta estrecha del perdón cuando te han herido?
¿Estás
sentándote a la mesa con los que nadie invita?
Conclusión
Hermanos,
no serán pocos los que se salven. Pero tampoco serán todos. Serán los que,
sostenidos por el Espíritu, elijan hoy la puerta estrecha del Evangelio.
Que
el Salmo de hoy sea nuestra oración:
«Señor,
mira y respóndeme…
Yo
confío en tu misericordia, mi corazón se alegra con tu salvación» (Sal 12,4.6).
Amén.


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