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    viernes, 31 de octubre de 2025

    Día de los Difuntos


    Nuestra Fe | P. Ciprián Hilario, msc

     


    Día de los Difuntos

    (Domingo 2 de noviembre 2025, lecturas: Lamentaciones 3,17-26; Romanos 6,3-9; Juan 14,1-6)

     

    Queridos hermanos y hermanas:

    Hoy, 2 de noviembre, Día de los Difuntos, nos reunimos no para un luto estéril, sino para una memoria viva que une cielo y tierra. Las lecturas nos guían como un mapa: Lamentaciones nos enseña a esperar en el dolor; Romanos nos revela la victoria bautismal sobre la muerte; y Juan nos presenta a Jesús como el Camino que lleva al Padre. En este día, recordamos a nuestros fieles difuntos no como ausentes, sino como intercesores que ya caminan hacia la luz plena. Permítanme señalar 10 elementos clave, extraídos directamente de las lecturas y del sentido de esta conmemoración, para iluminar nuestra fe.

     

    1-La amargura del alma en el duelo (Lam 3,17): "Mi alma está privada de la paz, he olvidado la felicidad". El profeta expresa el vacío que deja la muerte de un ser querido, recordándonos que el Día de los Difuntos valida nuestro dolor humano, pero lo invita a transformarse en esperanza.

     

    2- El olvido de la prosperidad como purificación (Lam 3,17-18): "He olvidado la prosperidad; digo: '¡Se acabó mi vigor y mi esperanza en el Señor!'". En este día, honramos a los difuntos recordando sus sufrimientos terrenales, que purifican y nos enseñan a no aferrarnos a lo pasajero.

     

    3- Recordar la miseria para no desfallecer (Lam 3,19-20): "Recuerda mi miseria... mi alma lo recuerda sin cesar y está abatida". La conmemoración de los difuntos nos impulsa a meditar en sus luchas, fortaleciendo nuestra empatía y oración por su descanso eterno. 

     

    4.- Las misericordias nuevas cada mañana (Lam 3,22-23): "Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos... son nuevas cada mañana". En el Día de los Difuntos, celebramos que la fidelidad de Dios renueva la vida de los fallecidos, invitándonos a confiar en su renovación para nosotros.

     

    5.- La bondad del Señor como porción eterna (Lam 3,24): "El Señor es mi porción, dice mi alma; por eso esperaré en él". Nuestros difuntos ya poseen esta "porción" en la eternidad; oramos para que nosotros, al recordarlos, elijamos al Señor como herencia definitiva.

     

    6.- Esperar en silencio la salvación (Lam 3,25-26): "Bueno es el Señor para quien espera en él... bueno es esperar en silencio la salvación del Señor". Esta espera silenciosa define el Día de los Difuntos: visitamos cementerios y ofrecemos misas en quietud, confiando en la salvación de los que nos precedieron.

     

    7.- La muerte al pecado por el bautismo (Rom 6,3-4): "Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte". Los difuntos bautizados ya viven esta realidad: su muerte física los libera del pecado, uniéndolos a la resurrección de Cristo.

     

    8- Vida nueva con Cristo resucitado (Rom 6,5-8): "Hemos sido injertados en él... si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él". En esta conmemoración, proclamamos que nuestros fieles difuntos no están "muertos", sino vivos en Cristo, participando de su victoria pascual.

     

    9- No turbarse el corazón: fe en el Camino (Jn 14,1-3): "No se turbe vuestro corazón... en la casa de mi Padre hay muchas moradas". Jesús consuela nuestro duelo recordándonos que prepara un lugar para los difuntos; el Día de los Difuntos es acción de gracias por esa promesa cumplida en ellos.


    10- Jesús como Camino, Verdad y Vida al Padre (Jn 14,6): "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". Nuestros difuntos siguen este Camino; al orar por ellos, nosotros nos alineamos con él, convirtiendo la memoria en peregrinación hacia la comunión eterna.

     

    Hermanos, estas lecturas no son consuelos abstractos, sino anclas concretas. En Lamentaciones, el dolor se convierte en espera; en Romanos, la muerte en vida; en Juan, la separación en encuentro. Hoy, al encender una vela o rezar un responso, unimos nuestro luto a la esperanza pascual. Que los difuntos intercedan por nosotros, y que nosotros, por nuestra oración y sacrificios, los ayudemos a alcanzar la visión beatífica. Así, el Día de los Difuntos no termina en lágrimas, sino en la certeza: "El Señor es bueno para los que en él esperan" (Lam 3,25). Amén.

     

    ¡Que Dios bendiga a nuestros fieles difuntos y nos conceda reencontrarnos en su casa! 






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