Nuestra Fe |
P. Ciprián Hilario, msc
Día de los Difuntos
(Domingo
2 de noviembre 2025, lecturas: Lamentaciones 3,17-26; Romanos 6,3-9; Juan
14,1-6)
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy,
2 de noviembre, Día de los Difuntos, nos reunimos no para un luto estéril, sino
para una memoria viva que une cielo y tierra. Las lecturas nos guían como un
mapa: Lamentaciones nos enseña a esperar en el dolor; Romanos nos revela la
victoria bautismal sobre la muerte; y Juan nos presenta a Jesús como el Camino
que lleva al Padre. En este día, recordamos a nuestros fieles difuntos no como
ausentes, sino como intercesores que ya caminan hacia la luz plena. Permítanme
señalar 10 elementos clave, extraídos directamente de las lecturas y del
sentido de esta conmemoración, para iluminar nuestra fe.
1-La
amargura del alma en el duelo (Lam 3,17): "Mi alma está
privada de la paz, he olvidado la felicidad". El profeta expresa el vacío
que deja la muerte de un ser querido, recordándonos que el Día de los Difuntos
valida nuestro dolor humano, pero lo invita a transformarse en esperanza.
2-
El olvido de la prosperidad como purificación (Lam 3,17-18): "He
olvidado la prosperidad; digo: '¡Se acabó mi vigor y mi esperanza en el
Señor!'". En este día, honramos a los difuntos recordando sus sufrimientos
terrenales, que purifican y nos enseñan a no aferrarnos a lo pasajero.
3- Recordar la miseria para no desfallecer (Lam 3,19-20): "Recuerda mi miseria... mi alma lo recuerda sin cesar y está abatida". La conmemoración de los difuntos nos impulsa a meditar en sus luchas, fortaleciendo nuestra empatía y oración por su descanso eterno.
4.-
Las misericordias nuevas cada mañana (Lam 3,22-23): "Por la
misericordia del Señor no hemos sido consumidos... son nuevas cada
mañana". En el Día de los Difuntos, celebramos que la fidelidad de Dios
renueva la vida de los fallecidos, invitándonos a confiar en su renovación para
nosotros.
5.-
La bondad del Señor como porción eterna (Lam 3,24): "El
Señor es mi porción, dice mi alma; por eso esperaré en él". Nuestros
difuntos ya poseen esta "porción" en la eternidad; oramos para que
nosotros, al recordarlos, elijamos al Señor como herencia definitiva.
6.-
Esperar en silencio la salvación (Lam 3,25-26): "Bueno es el Señor
para quien espera en él... bueno es esperar en silencio la salvación del
Señor". Esta espera silenciosa define el Día de los Difuntos: visitamos
cementerios y ofrecemos misas en quietud, confiando en la salvación de los que
nos precedieron.
7.-
La muerte al pecado por el bautismo (Rom 6,3-4): "Todos los que hemos
sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte". Los
difuntos bautizados ya viven esta realidad: su muerte física los libera del
pecado, uniéndolos a la resurrección de Cristo.
8-
Vida nueva con Cristo resucitado (Rom 6,5-8): "Hemos sido
injertados en él... si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos
con él". En esta conmemoración, proclamamos que nuestros fieles difuntos
no están "muertos", sino vivos en Cristo, participando de su victoria
pascual.
9-
No turbarse el corazón: fe en el Camino (Jn 14,1-3): "No se
turbe vuestro corazón... en la casa de mi Padre hay muchas moradas". Jesús
consuela nuestro duelo recordándonos que prepara un lugar para los difuntos; el
Día de los Difuntos es acción de gracias por esa promesa cumplida en ellos.
10-
Jesús como Camino, Verdad y Vida al Padre (Jn 14,6): "Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". Nuestros
difuntos siguen este Camino; al orar por ellos, nosotros nos alineamos con él,
convirtiendo la memoria en peregrinación hacia la comunión eterna.
Hermanos,
estas lecturas no son consuelos abstractos, sino anclas concretas. En
Lamentaciones, el dolor se convierte en espera; en Romanos, la muerte en vida;
en Juan, la separación en encuentro. Hoy, al encender una vela o rezar un
responso, unimos nuestro luto a la esperanza pascual. Que los difuntos
intercedan por nosotros, y que nosotros, por nuestra oración y sacrificios, los
ayudemos a alcanzar la visión beatífica. Así, el Día de los Difuntos no termina
en lágrimas, sino en la certeza: "El Señor es bueno para los que en él
esperan" (Lam 3,25). Amén.
¡Que Dios bendiga a nuestros fieles difuntos y nos conceda reencontrarnos en su casa!


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