Espiritualidad | Patricia Ynestroza
El
Papa: el Espíritu Santo nos hace reaccionar ante sentimientos negativos
El Papa
Francisco, en la homilía de la misa de Pentecostés en la Basílica de San Pedro,
recordó que el Espíritu Santo, el Consolador, es concreto, no es idealista y
quiere que nos concentremos en el aquí y ahora, porque el sitio donde estamos y
el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia.
El Papa
Francisco, en la misa de Pentecostés recordó que el Espíritu Santo, el
Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar las
heridas que nos queman dentro. La ceremonia fue presidida por el Cardenal
Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio.
El Espíritu
-dijo el Santo Padre en la homilía- nos invita a no perder nunca la confianza.
El Espíritu es concreto, no es idealista y quiere que nos concentremos en el
aquí y ahora, porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los
lugares de la gracia. El espíritu del mal nos distrae del aquí y del ahora,
lleva nuestra cabeza a otra parte.
El Papa pide
que "entremos en la escuela del Espíritu Santo, para que nos enseñe todo.
Invoquémoslo cada día, para que nos recuerde que debemos partir siempre de la
mirada de Dios sobre nosotros, tomar decisiones escuchando su voz, y caminar
juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo".
El Espíritu Santo nos hace reaccionar ante sentimientos negativos
La amargura,
el pesimismo y los pensamientos tristes que se agitan dentro de nosotros,
vienen del mal -afirmó el Papa- nunca vienen del Espíritu Santo. Vienen del
mal, “que se siente cómodo en la negatividad y usa a menudo esta estrategia:
alimenta la impaciencia, el victimismo, hace sentir la necesidad de
auto compadecernos y de reaccionar a los problemas criticando, y echando toda la
culpa a los demás. Nos vuelve nerviosos, desconfiados y quejosos”.
En cambio,
el Espíritu Santo, nos hace reaccionar -señaló Francisco- nos invita a no
perder nunca la confianza, la fe, y a volver a empezar siempre. después
de cada caída, ¡levántate! y te toma de la mano te da valor. Haciendo que
tomemos la iniciativa, sin esperar que sea otro el que comience. Y luego,
afirmó, llevando esperanza y alegría a quienes encontremos, no quejas; no
envidiando nunca a los demás, sino alegrándonos por sus éxitos. Jamás movernos
por la envidia, la envidia, dijo el Papa, es la puerta por la que entra el
espíritu maligno, "lo dice la Biblia: por la envidia del diablo ha entrado
el mal en el mundo. ¡Nunca envidiar, nunca! El Espíritu Santo te trae el
bien".
El Espíritu Santo nos concentra en el aquí y ahora
El Espíritu
Santo es concreto, no idealista, aseveró el Pontífice, hace que nos
concentremos en el aquí y ahora, “porque el sitio donde estamos y
el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia. El espíritu del mal, en
cambio, quiere distraernos del aquí y del ahora, y llevarnos con la cabeza a
otra parte”.
Es allí
donde el espíritu del mal “con frecuencia nos ancla en el pasado, en los
remordimientos, en las nostalgias y en aquello que la vida no nos ha dado; o
bien nos proyecta hacia el futuro, alimentando temores, miedos, ilusiones y
falsas esperanzas. El Espíritu Santo, en cambio, nos lleva a amar el aquí y el
ahora, no un mundo ideal, ni una Iglesia ideal, sino la realidad, a la luz del
sol, en la transparencia y la sencillez”, señaló el Papa. Y agregó: “¡Qué
diferencia con el maligno, que fomenta las cosas dichas a las espaldas, las habladurías
y los chismorreos!”
El Espíritu Santo transforma las heridas que tenemos dentro
El Papa nos
recordó que no debemos desfallecer. Ante los muchos problemas, heridas y
preocupaciones, que creemos no se resuelven con consuelos fáciles, debemos
tener confianza, porque: “es precisamente ahí que el Espíritu pide poder entrar.
Porque Él, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede
transformar esas heridas que te queman por dentro”.
El Espíritu
Santo, dijo el Papa, nos enseña a no suprimir los recuerdos de las personas y
de las situaciones que nos han hecho mal, sino a dejarlos habitar por su
presencia:
“Así hizo
con los Apóstoles y con sus fallas. Habían abandonado a Jesús antes de la
Pasión, Pedro lo había negado, Pablo había perseguido a los cristianos.
¡Cuántos errores, cuántos sentimientos de culpa! Por sí mismos no podían
encontrar una salida. Solos no; con el Consolador sí. Porque el Espíritu sana
los recuerdos. ¿Cómo? Dándole importancia a lo que cuenta, es decir, el
recuerdo del amor de Dios y su mirada sobre nosotros. De este modo pone orden
en la vida; nos enseña a acogernos, a perdonarnos a nosotros mismos y a
reconciliarnos con el pasado. A volver a empezar”.
En vez de recordar lo mal que nos va, recordar que somos hijos amados de
Dios
Más
adelante, el Santo Padre afirmó que “siempre recordamos lo que va mal, con
frecuencia resuena en nosotros esa voz que nos recuerda los fracasos y las
deficiencias, que nos dice: 'Ves, otra caída, otra desilusión, nunca lo
conseguirás, no eres capaz".
El Espíritu
Santo, en cambio, señaló Francisco, nos recuerda todo lo contrario: “Eres hijo,
eres hija de Dios, eres una criatura única, elegida, preciosa, siempre amada;
aunque hayas perdido la confianza en ti mismo, Dios confía en ti”.
Además,
Francisco dijo que el Espíritu "nos hace ver todo de un modo nuevo, según
la mirada de Jesús. "En el gran viaje de la vida, Él nos enseña por dónde
empezar, qué caminos tomar y cómo caminar".
Y retomando
la frase final del Evangelio, dijo:
"En la
frase final del Evangelio que hemos escuchado, Jesús hace una afirmación que
nos da esperanza y al mismo tiempo nos lleva a reflexionar. Dice a los
discípulos: «El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo
que yo les he dicho» (Jn 14,26). Nos impacta ese “todo”, y nos
preguntamos, ¿en qué sentido el Espíritu da esta comprensión nueva y plena a
quienes lo reciben? No es una cuestión de cantidad, ni una cuestión académica:
Dios no quiere convertirnos en enciclopedias o en eruditos. No. Es una cuestión
de calidad, de perspectiva, de olfato".
Por dónde empezar
Francisco
nos señaló que el Espíritu, nos indica el punto de partida de la vida
espiritual:
"Jesús
habla de ello en el primer versículo de hoy, cuando dice: «Si me aman,
cumplirán mis mandamientos» (v. 15). Si me aman, cumplirán; esta es la lógica
del Espíritu. Nosotros a menudo pensamos al revés: si cumplimos, amamos.
Estamos acostumbrados a pensar que el amor proceda esencialmente de nuestro
cumplimiento, talento y religiosidad. En cambio, el Espíritu nos recuerda que,
sin el amor en el centro, todo lo demás es vano. Y que este amor no nace tanto
de nuestras capacidades, sino que es un don suyo. El Espíritu de amor es el que
nos infunde el amor, Él es quien nos hace sentir amados y nos enseña a amar. Él
es el “motor” de nuestra vida espiritual, es Él quien mueve todo dentro de
nosotros. Pero si no empezamos por el Espíritu o con el Espíritu o a través del
Espíritu, no se puede hacer el camino.".
El Espíritu
Santo es una memoria activa, es la memoria de Dios, nos recuerda todas las
palabras de Jesús, afirmó Francisco, es una memoria que "enciende y
reaviva el amor de Dios en nuestro corazón. Hemos experimentado su presencia en
el perdón de los pecados, cuando nos hemos sentido llenos de su paz, de su
libertad y de su consolación".
Alimentar
esta memoria espiritual, dijo el Papa, es esencial, "Dios se acuerda de
ti. Tú perderás la memoria de Dios, pero Dios no la pierde de ti: se acuerda
continuamente de ti".
Qué caminos tomar
El Papa
señaló que además el Espíritu no sólo nos recuerda por dónde empezar, sino que
también nos enseña qué caminos tomar:
"Nos lo
dice la segunda Lectura, donde san Pablo explica que «quienes se dejan conducir
por el Espíritu de Dios» (Rm 8,14) caminan «según el Espíritu y no
según la carne» (v. 4). En otras palabras, el Espíritu, frente a las
encrucijadas de la existencia, nos sugiere el mejor camino a recorrer. Por eso
es importante saber discernir su voz de la del espíritu del mal, ambos nos
hablan: aprender a discernir para entender dónde está la voz del Espíritu, para
reconocerla y seguir el camino, para seguir las cosas que nos dice".
Y cómo
discernir, pues el Papa hace la diferencia, al explicar que el Espíritu Santo
nunca nos dirá que en nuestro camino va todo bien. Al contrario, nos corregirá,
nos hará llorar por nuestros pecados, y nos animará a cambiar, a "combatir
contra nuestras falsedades e hipocresías, aun cuando eso implique esfuerzo,
lucha interior y sacrificio".
"El mal
espíritu, en cambio, te empuja a hacer siempre lo que tú quieras y te guste; te
lleva a creer que tienes derecho a usar tu libertad como te parezca. Pero
después, cuando te quedas vacío interiormente, te acusa y te tira al suelo. El
Espíritu Santo, que te corrige a lo largo del camino, nunca te deja tirado en
el suelo, sino que siempre te toma de la mano, te consuela y te alienta".
Cómo caminar
Cómo
caminar, juntos, así nos quiere el Espíritu, señaló Francisco por
último, nos funda como Iglesia y hoy:
"Los
discípulos estaban escondidos en el cenáculo, después el Espíritu descendió e
hizo que salieran. Sin el Espíritu estaban encerrados en ellos mismos, con el
Espíritu se abrieron a todos".
En cada
época, aseveró el Papa, el Espíritu le da vuelta a nuestros esquemas y nos abre
a su novedad; "siempre enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la
exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma, de no
ser un rebaño que refuerza el recinto, sino un prado abierto para que todos
puedan alimentarse de la belleza de Dios, una casa acogedora sin muros
divisorios".
El Espíritu
mundano, dijo el Pontífice, nos presiona para que sólo nos concentremos en
nuestros problemas e intereses, en la necesidad de ser relevantes, en la
defensa tenaz de nuestras pertenencias nacionales y de grupo.
"El
Espíritu Santo no. Él nos invita a olvidarnos de nosotros mismos y a abrirnos a
todos. Y así rejuvenece a la Iglesia. Pero pongamos atención, es Él quien la
rejuvenece, no nosotros. Porque la Iglesia no se programa, y los proyectos de
renovación no bastan. El Espíritu nos libera de obsesionarnos con las
urgencias, y nos invita a recorrer caminos antiguos y siempre nuevos, los del
testimonio, la pobreza y la misión, para liberarnos de nosotros mismos y
enviarnos al mundo".
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