Fe y Vida | Andrea Tornielli/VN
Esas semillas de esperanza en medio de la destrucción y la
muerte
El
trágico balance de seis meses de guerra en el corazón de Europa y las razones
de la paz.
“¡Los
inocentes pagan la guerra, los inocentes!”. La del Papa Francisco parece ser la
voz de quien clama en el desierto, seis meses después del inicio de la
insensata y horrible agresión en Ucrania: destrucción, muerte y el espectro del
conflicto nuclear. "Pienso -dijo el Pontífice al final de la audiencia
general, recordando la responsabilidad de todos- en tanta crueldad con tantos
inocentes que están pagando la locura, la locura de todos los partidos, porque
la guerra es una locura y nadie en la guerra puede decir: ‘No, no estoy loco’”.
No
podemos acostumbrarnos a lo que está sucediendo, después de meses de imágenes
impactantes de la muerte y la destrucción causadas por el armamento moderno y
el altísimo precio en términos de vidas humanas inocentes sacrificadas,
familias aniquiladas, hogares y negocios destruidos, barrios arrasados. La voz
de Pedro nunca ha dejado de expresar su solidaridad con los agraviados y con
todos los que sufren las consecuencias de la guerra, pero también de instar a
los dirigentes de las distintas naciones implicadas a buscar una solución
negociada.
El
balance de este conflicto de medio año entre dos naciones en el corazón de
Europa es trágico. Las fosas comunes, los niños muertos y heridos, las madres
ucranianas y rusas que lloran a sus hijos de corta edad muertos en el frente,
los millones de desplazados, el riesgo de hambruna y la devastación del
medioambiente dan fe de la impotencia de los jefes de Estado y de las organizaciones
internacionales y de la incapacidad de aplicar -con valentía y creatividad- lo
que el Papa llama el "esquema de la paz". Muchos, demasiados, siguen
de hecho razonando según el "esquema de la guerra" y consideran como
única respuesta viable el fortalecimiento de las viejas alianzas militares y la
loca carrera del rearme. El mundo, ya marcado por tantas guerras que componen
los "pedazos" de esa Tercera Guerra Mundial de la que Francisco ha
hablado tantas veces, se sumerge de nuevo en una nueva Guerra Fría. Por no
hablar de las graves consecuencias, económicas y de abastecimiento energético,
que se esperan a corto y medio plazo para muchos países.
¿Es
posible discernir signos de esperanza en este panorama de devastación? Sí, es
posible. Una semilla de esperanza es la generosidad con la que tantas personas
han abierto sus puertas a los refugiados ucranianos, han llevado personalmente
ayuda, se han implicado en iniciativas humanitarias sin dejarse vencer por la
"globalización de la indiferencia". Otra semilla de esperanza son las
organizaciones, asociaciones y grupos que han emprendido acciones e iniciativas
por la paz, por el diálogo, por la negociación, asumiendo riesgos personales al
visitar la Ucrania devastada por la guerra. Semilla de esperanza es la
creciente conciencia, extendida entre la población más que entre sus dirigentes
y líderes políticos, de la urgente necesidad de detener la matanza mediante la
tregua y la negociación. Porque si se sigue respondiendo a la aparición de
nuevos conflictos sobre la base de viejos patrones en lugar de atreverse a
intentar construir una nueva convivencia internacional, el destino de la
humanidad corre el riesgo de quedar desgraciadamente sellado. Finalmente, hay
una semilla de esperanza que para el creyente es la primera y más importante.
Los que creen saben que las guerras comienzan en el corazón del hombre, que
Dios interviene en la historia y que la oración -sobre todo la de los humildes,
los sencillos, los que sufren- puede influir y cambiar los destinos de la
humanidad.
Publicado
por Vatican News
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