Reflexión | Miguel Ángel Munárriz/FA
La felicidad
Lucas
14, 7-14
«Todo
el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»
La
felicidad es el fin último del ser humano, y todos nuestros actos, sean
conscientes o inconscientes, están orientados a ella. Quizá sea ésta la razón
por la que Jesús alterna su profundo mensaje teológico con consejos prácticos
de mera sabiduría de la vida, como ocurre en el texto de hoy y como ocurre en
otros muchos textos. Entre ellos cabe destacar los recogidos en los capítulos
quinto y sexto de Mateo, donde se muestran los criterios de Jesús en materia de
felicidad: «Cuánto más felices seríais si…»
Vamos
pues a detenernos a hablar de la felicidad, y la primera consideración es que
cuando preguntamos a dos personas si se consideran felices, nos van a contestar
a cosas diferentes, porque hay mil concepciones distintas de la misma y cada
uno de nosotros tenemos la nuestra. Algunos, abriendo mucho el concepto, la
definen como cualquier situación de “satisfacción y contento”, mientras que
otros lo restringen y la definen como un estado de “plenitud y armonía del
alma”.
Si
entendemos la felicidad como simple situación de satisfacción, podemos buscarla
fuera de nosotros o dentro de nosotros. Fuera de nosotros existen infinidad de
cosas capaces de provocarnos sensaciones gratas, y dentro de nosotros podemos
generarla al sentirnos importantes, virtuosos, listos o eficaces… No es difícil
encontrarla.
Pero
concebida como plenitud, es algo que sentimos circunstancialmente; algo que no
somos capaces de abarcar ni comprender y mucho menos aprehender, lo que nos
mueve a pensar que se trata de una realidad ontológica que nos supera; un
eslabón que nos une a algo muy superior en ciertos momentos de nuestra vida. No
sabemos cuándo se va a presentar o dónde buscarla, y aún en el momento en que
nos sentimos felices, no sabemos en qué consiste ni cuánto va a durar. Sin duda,
sobre nuestro cerebro estarán actuando un aluvión de estímulos, pero ésa no
puede ser la causa de la felicidad, sino la consecuencia; la respuesta somática
a un estado del ánimo superior provocado por causas que se nos escapan.
Muchos
de nosotros aspiramos solo a pasar por la vida con un alto grado de bienestar,
pero hay personas que piensan que la vida es un don demasiado valioso para
gastarlo en pequeños o grandes egoísmos. Buscan la felicidad en el compromiso
con el bien común o la causa de los más desfavorecidos, y condicionan su
felicidad a la felicidad de todos. Son personas que se sienten portadoras de
una misión y que contribuyen de forma determinante al progreso de la humanidad.
Esta
actitud ante la vida es capaz de generar en nosotros la auténtica felicidad, la
que definíamos como “plenitud del alma” (del ánimo), y la experiencia nos dice
que solo se alcanza a través del ejercicio de nuestra humanidad; es decir, de
nuestra capacidad de sentir, de amar, de compadecer, de ayudar, de servir…
Publicado
por Feadulta.com
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