Reflexión | Rosa Ruiz/VN
El valor de lo gratuito
Las
personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en especial. No
necesitan razones concretas (aunque si se ponen a buscarlas, la lista de
motivos es enorme). Viven instaladas en reconocer lo bueno que se les regala
por el simple hecho de estar vivas, más allá de los vaivenes de cada dÃa.
Incluso hay personas, tan habituadas a vivir en esta actitud, que agradecen
cosas tan simples como una sonrisa, un amanecer, un “buenos dÃas”, que sople
brisa suave, la calidez del sol en la espalda o el olor a tierra mojada.
DecÃa Bonhoeffer que
“la gratitud cambia los dolores de la memoria en una alegrÃa tranquila”. Parece
un minúsculo paso, pero lo cambia todo. Recuerdas lo que podrÃa haber sido y no
fue, el daño que te han hecho o tú hiciste, lo bueno que has perdido, las
personas que ya no están a tu lado, y si no estás muy atento, la tristeza es
una trampa inamovible. Pero, a veces, logras dar ese paso: dejas que la
gratitud se cuele y todo cobra otro color.
Agradecer
es otro modo de recordar, de hacer memoria. No siempre podemos. No siempre
es el momento. Seguramente, primero hay que tener el coraje de quedarse en ese
aguijón de tristeza. No importa. Lo decisivo es no renunciar a dar gracias, a
sentirte agradecido y agraciado. Solo hay que mirar un poquito más allá o más
acá, pero mirar de otro modo.
Agradecer
es también un modo de vivir, de comenzar el dÃa y terminarlo: “¡Vamos
allá, un nuevo dÃa, un nuevo reto, un nuevo trabajo!”. Y poner nombre y nombres
propios. Y dar gracias. Y dejar que te recorra por dentro esa sensación de
sentirte agradecido. Como una caricia. No porque todo esté pasando como tú
querrÃas, no porque no eches nada de menos, no porque no tengas algún que otro
dolor apretando la garganta. Simplemente porque existes, porque estás, porque
recibes tanto, tanto, en medio de tanta mediocridad a veces.
Quizá
por eso agradezco cada vez más los gestos innecesarios, los gratuitos. No
tienen precio. Alguien que te pone un café (es su trabajo) y te sonrÃe
(totalmente gratuito). Alguien con quien te disculpas y te acoge (una respuesta
educada) pero además te da un abrazo o simplemente deja de dar vueltas a lo que
ha pasado y te hace sentir que realmente “no pasa nada” (totalmente
gratuito). Es una mala práctica dar por hecho que las cosas y las personas
están ahà para ti porque sÃ; no es verdad. PodrÃan no estarlo. Son un
regalo. También lo somos cada uno de nosotros para nosotros mismos. O
deberÃamos serlo, que eso nos cuesta más reconocerlo y agradecerlo. Darnos
también las gracias a nosotros mismos alguna vez podrÃa salvarnos de unas
cuantas cuevas oscuras en las que nos agazapamos.
Personas
generosamente gratuitas
Gratitud
y gratuidad. ¿Cómo separarlo? Las personas más felices no solo son
agradecidas. Creo que también son generosamente gratuitas. No tienen
precio. Es un buen lugar para quedarse a vivir: lo más cerca posible de
aquellos que nos provocan la acción de gracias cotidiana y la gratuidad. Porque
asà respiramos mejor. Vivimos mejor.
Es
un ejercicio simple. Fácil no es. Pero es sencillo. Las cosas más importantes,
por mucho que las forcemos, no tienen precio, son gratuitas o no son. Por
pequeños que sean los regalos que el dÃa nos trae, podemos perdernos en lo que
nos falta o agradecer todo lo que está por venir. ¿Por qué no? Y, en todo
caso, como dice la canción:
“Propongo
un brindis preventivo por si acaso todo sale bien nos sobren o no los
motivos, al centro, pa’ dentro y amén”.
Publicado
por Vida Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...