Jueves de Cine | Juan Orellana
Girasoles
silvestres. Una madre coraje en busca de la felicidad
El director barcelonés Jaime Rosales siempre ha
tenido algo interesante que decir. En sus películas ha sabido diseccionar el
dolor humano, especialmente relacionado con las relaciones familiares.
Recordemos La soledad (2007), Sueño y silencio (2012) o Petra (2018). Cada una se centraba en una
herida, una búsqueda o una disfunción. Detrás, la búsqueda de la felicidad.
Siempre. Y Girasoles silvestres no es una
excepción.
Julia (Anna Castillo) es una madre muy joven.
Apenas tiene 22 años y ya tiene dos hijos. Es una madre soltera, ya que la
relación con su pareja, Marcos (Quim Ávila), se deshizo tras una infidelidad.
Julia y los niños viven con el padre de Julia, Roberto (Manolo Solo). Llevan
una vida más o menos feliz, pero Julia se siente sola en su maternidad:
necesita un buen hombre que haga de marido y de padre. Óscar es el hermano de
una amiga que está obsesionado con Julia; Marcos vive en Melilla, pues es
militar, y quizás ha madurado; Álex es un compañero de colegio de Julia que
siempre la ha tratado bien. ¿En alguna de esas relaciones se esconderá un
posible camino de felicidad?
La película, presentada con una puesta en escena
muy natural, nos zambulle en la cotidianidad de los personajes, una
cotidianidad en la que afloran las debilidades y defectos de cada uno. Los tres
varones representan modelos de masculinidad absolutamente reconocibles en la
sociedad actual. Modelos de varón incompleto, definidos por una inmadurez
crónica que se declina de un modo particular en cada uno de ellos. Una
inmadurez que conlleva una paternidad defectuosa y una tendencia a la
irresponsabilidad y al egoísmo. Frente a ellos, Julia, una mujer que nada tiene
que ver con la atractiva empoderada y agresiva que vemos en tantas películas
hollywoodienses. Una mujer laboralmente precaria y sentimentalmente vulnerable
que solo desea un hombre que la acoja, que sepa ponerse en su lugar y que la
comprenda. Pero que también haga de padre y que comparta con ella los desvelos
por sus hijos. Y no parece que un hombre así sea fácil de encontrar. En el
fondo Julia es una madre coraje, que nunca reniega de su maternidad, pero que se
ve superada por la vida. En palabras del director, Julia busca una
relación basada en el deseo de donación, de compromiso y de fidelidad
recíproca.
Anna Castillo, que a pesar de su juventud ha
demostrado ya muchas veces su gran talento, encarna con autenticidad y sin
postureos a esta joven madre en la que conviven la frescura de una niñez aun no
muy lejana con la dureza de una vida adulta prematura. Es creíble cuando ríe y
cuando llora. Cuando muestra ternura y cuando está desquiciada. La película se abre
y se cierra con canciones setenteras de Triana, cuyas letras ilustras los
sentimientos profundos del personaje. Como ha declarado Jaime Rosales, «es una
historia de amor y superación». Y de perdón, me atrevería a añadir yo.
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