Entrevista | Victoria Isabel Cardiel C./A&O
Peter Kuznick: «El uso de armas nucleares es un suicidio»
El
director del Instituto de Estudios Nucleares de la American University, que
intervino en el encuentro por la paz de Sant’Egidio, alerta de la mayor amenaza
nuclear desde la crisis de los misiles de Cuba: «Nadie debería tener el poder
de matar a millones de personas».
¿En
qué lugar queda la teoría de la disuasión nuclear, vista la escalada de tensión
entre Rusia y la OTAN?
Putin
controla el mayor y más moderno arsenal nuclear del mundo. Tiene cerca de 6.000
armas nucleares, suficientes para acabar con la vida de este planeta varias
veces. El 27 de febrero declaró que ponía a sus fuerzas nucleares en
«disposición especial de combate»; un estado de alerta elevado que sonaba a los
momentos más peligrosos de la Guerra Fría. Incluso antes de la invasión,
realizó una demostración de misiles nucleares rusos en Bielorrusia. No sabemos
si simplemente está copiando a Richard Nixon, o si realmente se ha vuelto loco.
Pero nadie quiere ponerlo a prueba para averiguarlo. Estamos ante el mayor
riesgo de guerra nuclear desde la crisis de los misiles de Cuba, hace 60 años.
¿Qué
papel juega Estados Unidos?
Biden
ha actuado con responsabilidad para evitar un enfrentamiento militar directo
entre Estados Unidos y Rusia. Ha impuesto sanciones a Rusia y enviado armas a
los ucranianos, pero no busca un enfrentamiento militar directo. Incluso ha
cancelado una prueba de misiles para no aumentar las tensiones. Lo que ocurre
con la teoría de la disuasión nuclear es que funciona bien, hasta que hay una
única vez que no funciona; pero no quedará nadie para decir a los belicistas
que estaban equivocados.
¿Qué
podemos aprender de la crisis de los misiles de Cuba?
En
1962, Estados Unidos tenía una superioridad militar de diez contra uno y 20
contra uno en términos de posesión de bombas nucleares y misiles. Dada la
enorme disparidad de fuerzas, Kruschov tuvo que dar marcha atrás. Esta vez
Rusia tiene de su parte todas las ventajas militares. Desde la crisis de los
misiles de 1962, Rusia ha hecho todo lo posible para no tener que verse
obligada a retroceder desde una posición de debilidad. Pero la modernización
nuclear de Rusia se ha ido consolidando, sobre todo después de que Estados
Unidos se retirara en 2001 del Tratado sobre Misiles Antibalísticos para poder
seguir con la carrera armamentística.
¿Cómo
se resolvió dicha crisis?
No
fue una victoria de la fuerza. En 1962, Kennedy y Khruschov hicieron todo lo
posible para evitar la guerra nuclear. Ambos odiaban esa idea y, en cierta
manera, creían que la paz era el objetivo más importante del mundo. Pero
supieron que habían perdido el control de la situación y que el mundo avanzaba
inexorablemente hacia la guerra, a pesar de todos sus esfuerzos. En una crisis
así es casi imposible mantener el control. Supimos después que un comandante de
un submarino ruso ordenó disparar su torpedo nuclear y que, gracias a otro
comandante, no lo hizo. Si lo hubiera hecho, quizá ninguno de nosotros estaría
vivo hoy. Confiar en el poder nuclear es un error. La crisis no terminó con la
diplomacia visible, sino con un acuerdo secreto de última hora entre Kennedy y
el embajador soviético Anatoly Dobrynin que no se hizo público durante años.
Este es precisamente el tipo de diplomacia que ha fallado durante el período
previo a la invasión rusa de Ucrania.
¿Echa
en falta hoy ese liderazgo político que mira más allá del nacionalismo?
El
comportamiento imprudente y miope de Khruschov precipitó la crisis, pero tuvo
el valor de terminarla antes de que se produjera un desastre. Kennedy también
fue valiente. Era el único de la Casa Blanca que se oponía a la invasión de
Cuba. Estaban en las antípodas ideológicas, pero tomaron juntos importantes
medidas para aliviar las tensiones y crear un mundo más pacífico, a pesar de
sus diferencias. Pero en 1963 Kennedy fue asesinado y, al año siguiente,
Khruschov fue derrocado por la línea dura del Kremlin. Hoy faltan líderes
políticos que sean capaces de entender cómo se ve el mundo a través de los ojos
de sus adversarios.
Que
las religiones sean «la resistencia»
La
guerra es un sacrilegio a los ojos del Papa. Un pecado contra Dios, la derrota
más amarga para el hombre y la madre absoluta de todas las pobrezas. No es la
primera vez que Francisco pide hacer memoria colectiva para dejar de gastar
dinero en armas que acaban matando a niños, mujeres y ancianos. Este martes
cerró en el Coliseo de Roma —junto a otros líderes religiosos— el XXXVI
Encuentro Internacional de Diálogo y Oración por la Paz, con el lema El grito
de la paz, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio en el espíritu de Asís, y
volvió a condenar la supremacía de la fuerza bélica. Su presencia en el
anfiteatro Flavio, símbolo de los primeros mártires cristianos, fue el broche
final del encuentro que arrancó el pasado domingo.
En
el centro de congresos La Nuvola de Roma hablaron de paz personalidades tan
diferentes como el imán de Lahore, Muhammad Abdul Khabir Azad; el metropolita
ortodoxo de la Iglesia copta de Egipto, Anba Pola; el activista y periodista
tunecino Jourchi Slaheddine; la responsable de la ONG Víctimas en red, Alicia
Peressutti, que saca de la calle a víctimas de trata; el presidente de los
rabinos europeos, Pinchas Goldschmidt, o el líder brasileño de los Trabajadores
Sin Tierra, João Pedro Stedile. También estuvo presente la esfera política. El
presidente de Francia, Emmanuel Macron, que se reunió con el Papa el pasado
lunes en el Vaticano, constató que el papel de las religiones hoy es que sean
la fortaleza de la «resistencia» frente a los abusos. «La resistencia consiste
precisamente en no justificar nunca la violencia, en no dejarse atrapar por
proyectos políticos que esclavicen o nieguen la dignidad de cada individuo»,
aseguró. El presidente italiano, Sergio Mattarella, dijo que, si bien no «hay
guerra santa», debe haber «una paz santa» que sirva al futuro de la humanidad
de forma auténtica. La religión como instrumento para la paz estuvo, de hecho,
muy presente. El secretario general de la Liga Islámica Mundial, Shaykh
Muhammad bin Abdul Karim al-Issa, enfatizó que los creyentes invocan a Dios
«cada día para que la paz prevalezca» frente al odio. «Cuando surgen divisiones
en el mundo, se crea un vacío en el que germinan ideas negativas, que a veces
conducen a decisiones de extrema gravedad», apreció. La guerra en Ucrania
también monopolizó gran parte de los debates. La periodista Olga Makar
describió con angustia su despertar en Kiev con el estruendo de las explosiones
del pasado 24 de febrero y aseguró que, desde entonces, «el luto se ha
convertido en la norma».
¿En
qué punto está la expansión de la energía nuclear en el mundo?
Está
empeorando. Gran Bretaña está ampliando su arsenal nuclear en un 40 %. China
también. Cuantas más naciones tengan armas nucleares, más probable será su uso.
La única respuesta sensata es eliminar todas las armas nucleares. Los líderes
iraníes han repudiado el desarrollo de armas nucleares. Esta es una decisión
muy savia que deberían imitar los líderes de las nueve potencias nucleares. La
sociedad civil está por delante en esto. Y también las naciones del mundo, en
general, como indica la adopción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas
Nucleares de la ONU. Pero, por desgracia, las potencias nucleares van en la
otra dirección. Se están gastando trillones de dólares para modernizar sus
arsenales, haciéndolos más letales. Además de una locura, el uso de armas
nucleares es, en realidad, un suicidio. Los únicos que se benefician de la
guerra son los fabricantes de armas, a los que, con toda propiedad, se les
llama mercaderes de la muerte. Nadie debería tener el poder de matar a millones
de personas ordenando el uso de armas nucleares.
Publicado
por Alfa & Omega
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