Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
Encarando la muerte
Lc
21, 5-19
«Pero
ni un cabello de vuestra cabeza perecerá»
Es
evidente que Lucas (y el resto de evangelistas) está describiendo unos hechos
que ya han ocurrido: la destrucción del Templo, las persecuciones, los falsos
profetas… y los mezclan con expresiones de Jesús para ofrecernos un discurso
escatológico de muy difÃcil interpretación. Pero, dentro su complejidad, hay en
él un mensaje en el que queremos incidir: el fin de los tiempos.
A
nosotros no nos interesa nada el fin del mundo porque dudamos que estemos aquÃ
para verlo, pero sà nos interesa, y mucho, el fin de nuestro propio tiempo.
Sabemos que nuestro destino inmediato es la muerte, y siendo coherentes,
debemos aprender a vivir con esa perspectiva, aunque la sintamos como un trance
terrible y absurdo por el que todos vamos a pasar.
Tradicionalmente,
la mejor defensa ante este hecho ha sido la esperanza de más vida después de la
muerte. Nietzsche llamaba ruin y miserable a quien se refugiaba en el más allá
para huir de la realidad de la vida, pero el deseo de evadirse es algo propio
de la condición humana, y el hombre moderno lo sigue sintiendo como una
necesidad acuciante. La diferencia es que, a falta de esperanza, ahora se evade
a través de la infinidad de mecanismos que la sociedad de consumo ha puesto a
su disposición precisamente con ese fin.
Heidegger,
ateo destacado, llama inauténtica a esta manera de vivir, y propone una forma
de afrontar la finitud de la vida sin menoscabo de su sentido. En su obra “El
ser para la muerte” nos invita a vivir con autenticidad asumiendo como algo
natural el hecho de la muerte. «Debemos aceptar que somos finitos, asumir la
angustia de caminar hacia la nada, no renunciar a disfrutar de todas las
posibilidades que se abren ante nosotros, correr el riesgo de equivocarnos y
arrepentirnos, vivir cada momento de nuestra vida conscientes de que vamos a
morir» …
Juan
Antonio Estrada S.J., desde su posición de creyente, hace unas consideraciones
en torno a la forma de encarar nuestra finitud que nos parecen muy interesantes
y que queremos compartir. Dice que «es muy saludable actuar sabiendo que esta
vida se acaba y que no sabemos cuándo se va a acabar, porque esta actitud nos
urge a vivir con más intensidad, a no darnos tanta importancia, a ser menos
egoÃstas y tratar de mejorar nuestra relación con los demás».
Añade
que cuando alguien interioriza de verdad que la vida en este mundo es efÃmera,
se da cuenta de que el apego a las cosas es una gran necedad que le hace daño y
no le lleva a ninguna parte. Entonces combate sus apegos y comprueba que se
pueden vencer, y con ellos, el dolor que le provocan. Y de esta forma gana en
compasión, en alegrÃa, en amor, en bondad, en sabidurÃa… porque su corazón se
ha librado del temor que le atenazaba…
Publicado
por Feadulta.com
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