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    miércoles, 28 de diciembre de 2022

    Un día más de vida y uno menos de condena”: el relato de Sor Nelly


    Testigos de la Fe | Nelly León, religiosa del Buen Pastor, Chile

     


    “Un día más de vida y uno menos de condena”: el relato de Sor Nelly

     

    La hermana Nelly León, religiosa chilena, ha decidido dedicar su vida a acompañar a las mujeres privadas de libertad. También pasó con ellas la Navidad de 2020, cuando las restricciones de la pandemia la mantuvieron dentro de la cárcel de Santiago de Chile, donde trabaja desde hace años. Su testimonio

     

    Estoy en la cárcel desde hace 22 años porque Dios me amó y se entregó por mí. No pago una condena, sino que desde mi fragilidad intento responder a la vocación que el Señor me regaló de contemplarlo y servirlo en miles de mujeres privadas de libertad, la mayoría de ellas por delitos que cometieron como consecuencia de la pobreza en que nacieron. Me llamo Nelly León, soy religiosa de la Congregación del Buen Pastor, y actualmente administro uno de los pabellones del Penal Femenino de Santiago de Chile. También dirijo la Fundación “Mujer, levántate”, que potencia la reinserción social, laboral y familiar de aquellas hermanas mías que, después de años tras las rejas, recuperan su libertad y no quieren volver a delinquir. Así, como capellana de la Cárcel de Mujeres entro y salgo todos los días de ese mundo marcado por el dolor, la rabia, la culpa, la frustración, pero, sobre todo, por el padecimiento de esas madres que viven separadas de sus hijos.

     


    Lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida  

    Cuando en 2020 el coronavirus se expandió por el mundo, las cárceles en Chile prohibieron totalmente las visitas, incluyendo el acompañamiento religioso. Ante mi insistencia por no abandonar a las mujeres, me ofrecieron permanecer dentro de la cárcel, pero sin la posibilidad de salir hasta que acabaran las restricciones. Acepté convencida de que eso era lo que Dios me pedía, “porque estuve en la cárcel y me fuiste a ver”. El encierro duró 18 meses, y hoy puedo decir que ese tiempo en el penal fue lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida consagrada. Antes, cuando me retiraba al terminar la jornada, se producía un quiebre, porque dejaba detrás mucha amargura, el llanto de las mujeres y los encuentros de consolación que habíamos compartido durante la jornada. El haberme quedado en la cárcel durante la pandemia me permitió atenderlas hasta más tarde y también recorrer los pasillos durante la noche, en medio de un gran silencio, que cada cierto rato se quebraba por los desgarradores gritos de angustia que salían desde las celdas.

     

    Tarjetas de Navidad y regalos para los hijos

    Esta experiencia, que marcó un antes y un después en mi vida, me llevó a conocer más profundamente a estas mujeres, sus historias, sus dolores y las motivaciones de sus corazones. Ellas habitan por años en un lugar donde no quieren estar y en condiciones que no quieren vivir, y esta es una herida abierta que genera sufrimiento y nostalgia, sentimientos que se acrecientan ahora que se aproxima la Navidad. Mientras en todos los hogares de Chile las familias se reunirán, en la cárcel las mujeres seguirán el mismo ritmo cotidiano de encierro y soledad. Durante la Nochebuena su mayor angustia es no poder darles un regalo a sus hijos, y esa ansia fue mayor en tiempos de Covid. Por eso, ese 2020 recolectamos materiales y cada una preparó coloridas tarjetas de Navidad para sus hijos, que por medio de una red de colaboradores llevamos hasta sus hogares. A los niños más pequeños también les hicimos llegar regalos en nombre de sus madres. Igualmente, ese año la Providencia permitió que celebráramos la misa dentro del penal, aunque de modo más sobrio y menos concurrido, porque es una tradición que el 24 de diciembre nuestra misa de Navidad sea presidida por el Arzobispo de Santiago.

     

    Después de la pandemia la posibilidad de festejar la Navidad juntos

    Este año, por primera vez tras el fin de la pandemia, podremos festejar en grande, y hemos conseguido el permiso para instalar en los patios de la cárcel juegos inflables para niños y usar cámaras fotográficas. Además, habrá helados y golosinas que las internas disfrutarán junto a sus hijos. Cada uno de ellos recibirá un regalo de su madre o de su abuela. También haremos liturgias en cada uno de los pabellones de la cárcel, llevando la imagen del Niño Jesús. Escucharemos la Palabra de Dios, cantaremos villancicos y tendremos momentos de oración y recogimiento. Esto nos permitirá también acompañar a aquellas mujeres que más sufren la soledad, ya sea porque nadie las visita o porque, siendo extranjeras, tienen a sus familiares en otro país.

     

    El recuerdo vivo de las palabras del Papa en 2018

    Durante este tiempo de preparación para la Navidad, que hemos vivido solemnemente encendiendo las velas de la corona de Adviento, se percibe un ambiente de sentimientos mixtos entre la angustia de una vida tras las rejas y la esperanza que trae el Salvador. Pero, sin duda, hay una mayor disposición a promover la armonía y a ponerse al servicio unas de otras. Y, así, va quedando en evidencia la profunda humanidad que también habita en este lugar inhóspito. Una humanidad herida, pero que clama por su dignidad. Las mujeres recuerdan muy bien lo que el Papa Francisco les dijo personalmente cuando las visitó en enero de 2018: “Ustedes están privadas de su libertad, no de su dignidad”, y por eso muchas se esmeran en salir adelante. La Navidad de 2022 será una nueva ocasión para promover esa dignidad que ellas tienen como hijas amadas de Dios, y yo junto a ellas podré orar una vez más, esta vez junto al Niño Jesús: “Gracias, Señor, por un día más de vida y uno menos de condena”.

     

    Vaticannews.va





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