Evangelización | Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Madrid
No pierdas la pasión por evangelizar
Carta del Arzobispo
de Madrid
En el comienzo de un nuevo año, volvamos a escuchar
al Señor en lo más hondo de nuestro corazón cuando nos dice: «Id al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,
15). Estamos viviendo momentos nuevos en la humanidad; no somos una isla, sino
que vemos que hay cambios profundos que están afectando a países como el
nuestro, en los que el cristianismo arraigó de una manera muy honda. Fuimos
evangelizadores con pasión y hoy es urgente recuperar esa pasión por
evangelizar. Por fidelidad a Jesucristo y por convencimiento, tenemos necesidad
de proponer a quienes nos encontremos en nuestro camino lo que para nosotros ha
sido tan fundamental; hemos de anunciar al propio Jesucristo con obras y
palabras.
Contemplemos a la comunidad que nace junto a Jesús,
la comunidad apostólica, porque hay unos factores que son esenciales. El Señor
escoge a los doce y la Iglesia nace también misionera: «Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación». Ser misioneros, ser apostólicos y
evangelizar, nada tiene que ver con hacer proselitismo. La Iglesia deja de ser
la Iglesia del Señor si olvidamos esta dimensión apostólica y evangelizadora.
La misión es contagiar la vida y la presencia de Jesucristo entre los hombres,
que nos llama a vivir de un modo absolutamente nuevo. Se trata de salir al
encuentro de otros y alcanzar su corazón para que descubran la gran novedad que
el Señor ha traído a este mundo haciéndose hombre como nosotros.
En estos momentos percibimos con claridad la
llamada que el Señor nos hace a una «nueva evangelización». Como detallaba el Papa san Juan Pablo
II, esta ha de ser nueva en «ardor», en «método» y en «expresión». Recordemos
el ardor de los primeros cristianos, que les encendía el corazón para salir a
todas las partes conocidas del mundo; un ardor que solamente se da en el
encuentro con Jesucristo, que produce cambios en la vida y uno no puede guardar
para sí mismo. Hay un deseo de que otros conozcan lo que acontece en nuestras
vidas cuando nos encontramos con Él. Queremos irradiar esa luz y esa fuerza que
vienen de Él. Así surge una Iglesia en salida, una Iglesia que contagia, en la
que no hay tibios ni mediocres.
Hoy el Señor vuelve a decirnos: «Sígueme» (Mt 9, 9). Al levantarnos y seguirle, nos ponemos en
movimiento; nos dirigimos hacia los otros y contagiamos por atracción con la
mirada de Jesús y las acciones de Él.
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