Mundo | Ester Medina/A&O
«Quieren borrar a Armenia del mapa y Europa calla»
El
asedio al corredor de Lachin impide que lleguen alimentos y medicinas a los
120.000 armenios que viven en Artsaj. Azerbaiyán busca eliminar la presencia
armenia en el Cáucaso.
Para
san Juan Pablo II Armenia era el país de la cruz. Un pueblo que ha sufrido
siglos de matanzas y ocupaciones, en el que el primer genocidio del siglo XX a
mano de los turcos entre 1915 y 1923 acabó con más de dos millones de armenios.
Un país de la cruz que fue el primero del mundo en adoptar el cristianismo como
religión oficial, en el año 301. Y a su vez, un pueblo cada vez más invisible.
La presión constante que recibe Armenia por parte de Azerbaiyán y Turquía no
hace más que recordar los siglos de genocidios y matanzas que marcan la
identidad de un país al borde de la extinción.
Lachin
es la única vía de acceso al enclave armenio de Nagorno-Karabaj (o Artsaj), en
territorio azerí. Un corredor humanitario con una situación crítica derivada
del bloqueo prolongado que está sufriendo. El asedio impide que lleguen
alimentos, medicinas y productos básicos a los cerca de 120.000 armenios que
viven en la República de Artsaj y solo se ha permitido el acceso a la Cruz
Roja. Actualmente la situación humanitaria es muy grave; ya se han implantado
las cartillas de racionamiento y se espera que las reservas estatales se agoten
en cuestión de días. «Estoy preocupado por las precarias condiciones
humanitarias de las poblaciones, que pueden deteriorarse aún más durante la
estación invernal», decía el Papa Francisco el pasado domingo, 29 de enero,
tras el rezo del ángelus dominical.
Gohar
Vahanyan es una armenia que vive en España con su familia y asegura que «ahora
mismo la población de Armenia está mentalizada de que se le viene una guerra
encima». Saben que Azerbaiyán, con el apoyo turco, cada vez es más potente y
ellos cada vez más débiles.
Mientras,
Rusia actúa como soberano y autoridad. Antiguo y tradicional aliado de Armenia,
algunos dicen que tiene todas sus fuerzas en la guerra con Ucrania y no le
interesa abrir otro frente entre Armenia y Azerbaiyán. Según Tigran Yegavian,
investigador y escritor armenio, «Rusia actúa a veces como protector, pero
también como proxeneta cuando sus intereses están en juego».
Sin
duda, el objetivo final de las ofensivas azeríes es eliminar la presencia
armenia del Cáucaso y eso significa continuar con la limpieza étnica que llevan
sufriendo los armenios durante siglos, eliminando del mapa ese enclave
cristiano que incomoda. No olvidemos que Armenia es el punto de fricción entre
la cultura cristiana y la musulmana en el Cáucaso. Ya sea a través de la guerra
abierta o el brutal cerco humanitario, «lo que pretenden con ese bloqueo es que
los armenios que están allí se vayan y apropiarse por fin de Artsaj», explica
Vahanyan.
En
Occidente nadie habla del tema. El silencio mediático e institucional es enorme,
ya que no interesa posicionarse ante el débil. El pasado verano la presidenta
de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viajaba a Bakú para firmar un
acuerdo con Azerbaiyán y duplicar así el suministro de gas hasta 2027. Esta
nueva alianza permite a Europa no depender de Rusia para el abastecimiento de
gas, y, por eso, desde las instituciones europeas conviene callar.
Recientemente,
el Consejo Europeo ha acordado crear una misión civil en Armenia desplegando
observadores internacionales que permitan «estabilizar las zonas fronterizas y
garantizar un entorno propicio a los esfuerzos de normalización de ambos
países». Rusia, sin embargo, ha criticado duramente esta decisión y aseguró que
ese paso solo «agravará» la situación en la región. Al fin y al cabo, Rusia no
quiere perder su control del territorio. «Quieren borrar a Armenia del mapa y
Europa calla. Esto empieza por destruir nuestra cultura», sigue contando
Vahanyan. Prueba de ello se ve en Najichevan, antiguo territorio armenio cedido
por la URSS a Azerbaiyán en 1923, donde los azeríes demolieron alrededor de 89
iglesias medievales, 5.480 khachkars (estelas rectangulares con la cruz armenia
muy características de esa cultura), y 2.700 tumbas. La Turquía de Erdogan
alimenta un deseo ferviente de recuperar todo el control del territorio
caucásico, y eso implica destruir todo rastro del cristianismo.
Mientras,
la Iglesia armenia sigue resistiendo. Sostenidos en la fe, se saben acompañados
y encuentran refugio en la oración. «Los armenios tenemos muy marcada nuestra
identidad. De generación en generación se transmite la idea de que estés donde
estés sigues siendo armenio; debes conservar el idioma y la fe. Es nuestra
identidad».
Publicado
por Alfa & Omega
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