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    jueves, 2 de marzo de 2023

    De las cosas que aprendí de mi padre


    La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)

     


    De las cosas que aprendí de mi padre

     

    Cada vez que se cumple un aniversario más de la muerte de mi padre, el 27 de febrero de 1987, me detengo a reflexionar sobre algunas de las tantas cosas que nos enseñó, a mí y a mis hermanos. Y en esta ocasión me llegaron a la mente algunas de sus actuaciones, que en ocasiones me avergonzaban y, sin embargo, ahora veo cuán importantes fueron para mi formación y cuidado.

     

    Recuerdo que estábamos asignados al catecismo todos los sábados por la tarde y en una ocasión el catequista asignado anunció un retiro de fin de semana en coordinación con otras iglesias. Eso sería en una zona campestre, que ahora mismo no me llega a la mente la ubicación.

     

    El asunto es que cuando le solicité el permiso a mi padre, éste me dijo que no. Entonces, nuestro catequista tuvo que ir a casa a conversar con él, quien a su vez, luego de escuchar todas las explicaciones y detalles sobre el viaje, le pidió que le llevara una carta de invitación al retiro firmada por el sacerdote de la iglesia. El catequista en principio se sintió algo incómodo, pero cumplió el requisito para sacarme el permiso.

     

    Estando en el retiro, sábado por la noche, antes de acostarnos en las casas de campaña habilitadas para tales fines, el catequista me dijo: “tú eres afortunado de tener un papá que se preocupa tanto por ti. Ninguno de los demás en este retiro requirió de mi presencia para conseguir el permiso. Ese cuidado de tu padre es de gran importancia”. En ese momento no lo aprecié así, pero ahora me doy cuenta de cuán importante fue eso.

     

    Pero también me llega a la mente la época de estudios en la primaria. Yo estudiaba en una escuela llamada Santa Clara que estaba construida en madera y techada de zinc. Cuando estaba nublado, el director decidía suspender docencia, lo mismo que por alguna otra razón.

     

    En una ocasión íbamos mi hermano mayor y yo a clases y todos los demás compañeros se devolvían y nos decían que no había docencia, que se había suspendido. Nosotros nos devolvimos y cuando llegamos a casa mi padre nos preguntó, le contamos que los compañeros se devolvieron y nosotros hicimos lo mismo, a lo cual él nos mandó de nuevo a la escuela y nos dijo: “Lleguen a donde el director o el profesor que esté ahí y que él mismo les diga personalmente que no hay clases, y entonces así pueden confirmarlo y regresar”.

     

    Al llegar a la escuela, los profesores nos preguntaron por qué estábamos ahí si no había clases, le explicamos el mandato de nuestro padre y se miraron entre sí, tras lo cual uno de ellos dijo: “se nota que esos muchachos tienen papá”.

     

    En otra ocasión, en el colegio donde cursaba la intermedia fue organizada una gira para el Lago Enriquillo, en la provincia Independencia. Recuerdo que debí llevarle a mi padre la carta de invitación de la Dirección del Colegio, firmada y sellada, tras lo cual mi papá fue al centro educativo a conversar personalmente con el director sobre los detalles de ese viaje.

     

    Luego de concederme el permiso, cuando llegó la fecha del viaje, con salida a las 5:00 de la mañana desde el colegio, mi padre me llevó, como hizo la mayoría de los papás y mamás de los demás compañeros. La diferencia es que los demás padres se fueron tras dejar a sus hijos en el punto de encuentro, mientras que el mío se quedó hasta que todos abordamos el autobús y finalmente partimos.

     

    Cuando mi padre murió, el director del colegio, Nicolás Calderón (fallecido en el año 2020) fue al velorio con gran parte de los alumnos y me llenó de orgullo lo que dijo: “El señor Delgado nunca faltó a ninguna de las reuniones de padres que convocamos en el colegio. Era un hombre de gran responsabilidad con sus hijos”.

     

    Ahora, cuando veo casos de jóvenes adolescentes víctimas de actos indebidos y hasta criminales por parte de adultos llamados a ser “de confianza”, me doy cuenta de lo importante que es tener padres que protejan a sus hijos como lo hizo el mío. No niego que a veces me sentía avergonzado con mi papá frente a mis compañeros, pero ahora, al crecer, lo entiendo, lo aprecio y lo agradezco.





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