La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)
De las
cosas que aprendí de mi padre
Cada
vez que se cumple un aniversario más de la muerte de mi padre, el 27 de febrero
de 1987, me detengo a reflexionar sobre algunas de las tantas cosas que nos
enseñó, a mí y a mis hermanos. Y en esta ocasión me llegaron a la mente algunas
de sus actuaciones, que en ocasiones me avergonzaban y, sin embargo, ahora veo
cuán importantes fueron para mi formación y cuidado.
Recuerdo
que estábamos asignados al catecismo todos los sábados por la tarde y en una
ocasión el catequista asignado anunció un retiro de fin de semana en
coordinación con otras iglesias. Eso sería en una zona campestre, que ahora
mismo no me llega a la mente la ubicación.
El
asunto es que cuando le solicité el permiso a mi padre, éste me dijo que no.
Entonces, nuestro catequista tuvo que ir a casa a conversar con él, quien a su
vez, luego de escuchar todas las explicaciones y detalles sobre el viaje, le
pidió que le llevara una carta de invitación al retiro firmada por el sacerdote
de la iglesia. El catequista en principio se sintió algo incómodo, pero cumplió
el requisito para sacarme el permiso.
Estando
en el retiro, sábado por la noche, antes de acostarnos en las casas de campaña
habilitadas para tales fines, el catequista me dijo: “tú eres afortunado de
tener un papá que se preocupa tanto por ti. Ninguno de los demás en este retiro
requirió de mi presencia para conseguir el permiso. Ese cuidado de tu padre es
de gran importancia”. En ese momento no lo aprecié así, pero ahora me doy
cuenta de cuán importante fue eso.
Pero también me llega a la mente la época de estudios en la primaria. Yo estudiaba en una escuela llamada Santa Clara que estaba construida en madera y techada de zinc. Cuando estaba nublado, el director decidía suspender docencia, lo mismo que por alguna otra razón.
En
una ocasión íbamos mi hermano mayor y yo a clases y todos los demás compañeros
se devolvían y nos decían que no había docencia, que se había suspendido.
Nosotros nos devolvimos y cuando llegamos a casa mi padre nos preguntó, le
contamos que los compañeros se devolvieron y nosotros hicimos lo mismo, a lo
cual él nos mandó de nuevo a la escuela y nos dijo: “Lleguen a donde el
director o el profesor que esté ahí y que él mismo les diga personalmente que
no hay clases, y entonces así pueden confirmarlo y regresar”.
Al
llegar a la escuela, los profesores nos preguntaron por qué estábamos ahí si no
había clases, le explicamos el mandato de nuestro padre y se miraron entre sí, tras
lo cual uno de ellos dijo: “se nota que esos muchachos tienen papá”.
En
otra ocasión, en el colegio donde cursaba la intermedia fue organizada una gira
para el Lago Enriquillo, en la provincia Independencia. Recuerdo que debí
llevarle a mi padre la carta de invitación de la Dirección del Colegio, firmada
y sellada, tras lo cual mi papá fue al centro educativo a conversar
personalmente con el director sobre los detalles de ese viaje.
Luego
de concederme el permiso, cuando llegó la fecha del viaje, con salida a las
5:00 de la mañana desde el colegio, mi padre me llevó, como hizo la mayoría de
los papás y mamás de los demás compañeros. La diferencia es que los demás
padres se fueron tras dejar a sus hijos en el punto de encuentro, mientras que
el mío se quedó hasta que todos abordamos el autobús y finalmente partimos.
Cuando
mi padre murió, el director del colegio, Nicolás Calderón (fallecido en el año
2020) fue al velorio con gran parte de los alumnos y me llenó de orgullo lo que
dijo: “El señor Delgado nunca faltó a ninguna de las reuniones de padres que
convocamos en el colegio. Era un hombre de gran responsabilidad con sus hijos”.
Ahora,
cuando veo casos de jóvenes adolescentes víctimas de actos indebidos y hasta
criminales por parte de adultos llamados a ser “de confianza”, me doy cuenta de
lo importante que es tener padres que protejan a sus hijos como lo hizo el mío.
No niego que a veces me sentía avergonzado con mi papá frente a mis compañeros,
pero ahora, al crecer, lo entiendo, lo aprecio y lo agradezco.
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