Jueves de Cine | Juan Orellana
Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly: Una
película judicial fuera de lo corriente
Rama (Kajije Kagame) es una joven y exitosa
escritora parisina de origen africano. Ha firmado con su editorial el proyecto
de su próximo libro, que se va a basar en un caso judicial que conmovió a la
opinión pública del norte de Francia. Se trata del proceso contra Laurence Coly
(Guslagie Malanga), una senegalesa afincada en Francia y acusada de propiciar
la muerte de su hija, Elise, de 15 meses. Coly no niega los hechos y Rama
asiste al juicio público para tratar de entender el corazón de esa madre. Pero
hay algo en la vida de Rama que hace que este juicio le vaya afectando
interiormente cada vez más. Este argumento se basa en el juicio real contra
Fabienne Kabou, ocurrido en 2016, al que asistió la directora de la película y
que decidió plasmar la experiencia en el cine.
Estamos ante un largometraje judicial totalmente
atípico. A pesar de que la película dedica más de dos tercios de su
metraje a las intervenciones en la sala del juicio, lo que realmente sucede no
está en las tribunas de los oradores, sino en el corazón de una mujer que se
sienta entre el público. Las preguntas de la juez, una mujer sensible y
conmovida por el caso, nos van a permitir ir conociendo las circunstancias
vitales de esta inmigrante que salió de Dakar por no querer seguir viviendo con
su madre. Fue a parar a Saint Omer, una ciudad cercana al estrecho de Calais,
donde se fue a vivir con un hombre de 57 años, separado, que parecía quererla y
del que se quedó embarazada de Elise. La abogada, por su parte, una mujer
inteligente y profunda, va a tejer una interesante hipótesis para explicar los
fatales sucesos.
La cinta toca muchos palos, inteligente y
sutilmente tratados, pero sin duda uno de sus temas centrales es el de
la maternidad y
los vínculos maternofiliales. Unos vínculos que no son solo afectivos, sino
ontológicos e inextirpables, imposibles de eliminar. Pero la película también
ilustra los límites de la ley para hacer justicia en casos atravesados por una
complejidad humana y espiritual que entra de lleno en el terreno del misterio.
La puesta en escena es muy esencial y respetuosa,
casi documental, con una cámara silenciosa plantada en medio de la sala del
tribunal que convierte al espectador en testigo mudo de lo que acontece. Un
ritmo lento, por tanto, lleno de silencios, de espacios creados para que el
espectador piense y procese lo que oye de los personajes. De entre todos estos
es Rama la que, de alguna manera, hace de alter ego de la
directora y de sus coguionistas, Amrita David y Marie NDiaye, esta última
también franco-senegalesa.
La película obtuvo el prestigioso Premio Jean Vigo
en Francia, el Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia y ha representado
a Francia en los Óscar de este año. Su directora, Alice Diop, una francesa de
origen senegalés, tiene detrás una importante trayectoria como documentalista,
siendo este su primer largometraje de ficción.
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