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    jueves, 30 de marzo de 2023

    El logro de superarse cuando los padres se equivocan


    La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)

     


    El logro de superarse cuando los padres se equivocan

     

    El título de esta entrega de la Escuela Económica puede parecer confuso, pero es porque el tema que trataremos en esta ocasión también lo es. Y, aun así, es preciso tratarlo, porque ocurre con más frecuencia de la que nos imaginamos.

     

    Resulta que, en condiciones normales, tenemos la tendencia de decirle a nuestros hijos que nos obedezcan, porque los padres (papá y mamá) siempre deseamos lo mejor para ellos, para que se superen y sean mejores personas.

     

    Pero resulta que en otros estratos sociales no siempre se da ese tipo de relación familiar y uno se encuentra con familias en donde los padres se equivocan y le dan orientaciones o desorientaciones equivocadas a sus hijos, lo cual debe ser observado.

     

    Hay padres que no creen en los estudios, que lo ven como una pérdida de tiempo y lo que desean es que sus hijos se dediquen al trabajo informal, forzado y hasta deshonesto. Hay otros que, al ver a sus hijos superarse, los enredan en deudas o líos económicos que luego afectan su historial crediticio y les limitan en su desarrollo personal.

     

    En resumidas cuentas, en determinados estratos sociales y familias, los padres no siempre tienen las mejores intenciones para sus hijos, ya sea por ignorancia o desamor. En esos casos, los hijos deben aprender de lo correcto e incorrecto, de lo conveniente y no conveniente, aun cuando sigan amando a sus padres, pero tratando de adquirir el suficiente discernimiento para ver cuando están equivocado.

     

    Les cuento en caso de una amiga contemporánea del barrio. La identificaré como María. Ella venía de una familia disfuncional, su madre era una pedigüeña de la calle y tuvo a sus hijos en completo desamparo y descuido. Pero María fue como “un pan entero en un canasto de migajas”. Deseaba superarse e iba a la escuela, aun con la oposición de su madre.

     

    Forzosamente se hizo bachiller y para juntar los “chelitos” necesarios de pasaje y de sus útiles y necesidades, puso una “sala de tareas” en el patio de su casa, donde los vecinos enviaban a los hijos para cumplir con las asignaciones escolares. María decidió estudiar magisterio, pero su madre, inexplicablemente, se oponía y le decía que tenía que ir a trabajar a una casa de familia o a buscar dinero de cualquier otra forma.

     

    Fue a donde mi madre, que se dedicaba a orientar a las personas en el barrio y gozaba de cierto respeto entre los vecinos. Le contó la situación y ella llamó a la mamá de María a quien le dijo, con cierta autoridad, que no se atreviera a troncharle las aspiraciones a su hija. Recuerdo que en ocasiones mi madre le daba dinero a María para el pasaje de ir a la universidad estatal, pues muchas veces no tenía dinero, lo cual nunca la limitó en sus esfuerzos de superación.

     

    Para no alargarles el cuento, María, aún en medio de toda clase de adversidades económicas y sociales, con la absurda oposición de su propia familia para superarse, logró graduarse de Licenciada en Educación, consiguió empleo formal como maestra, se casó y tuvo a una hija que luego estudió Medicina y hoy es una doctora que ofrece servicios en un importante hospital público.

     

    Esa es la otra cara de la sociedad, la que quienes vivimos en “condiciones normales” muchas veces ignoramos o queremos ignorar. La cara donde el deterioro familiar hace que padres y madres sin la debida responsabilidad desorienten a sus hijos en lugar de orientarles y hasta les quitan toda clase de motivación para su superación.

     

    Familias disfuncionales donde los pocos muchachos y muchachas que logran seguir estudiando y superarse lo hace a fuerza de voluntad y enfrentando toda clase de adversidades, no solo de la calle, sino del propio hogar, si es que se puede llamar hogar. 

     

    En esos casos, donde los padres son los que se equivocan, hace falta la intervención de vecinos conscientes que ayuden con la orientación a esos muchachos, pues el hecho de que no la tengan en sus casas ni impide que nosotros, como hizo mi madre con María, también ayudemos para que muchos muchachos no se pierdan en el camino por la falta de un buen consejo o expresiones de motivación.





     

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