La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)
El logro de superarse cuando los padres se equivocan
El tÃtulo de
esta entrega de la Escuela Económica puede parecer confuso, pero es porque el
tema que trataremos en esta ocasión también lo es. Y, aun asÃ, es preciso
tratarlo, porque ocurre con más frecuencia de la que nos imaginamos.
Resulta que,
en condiciones normales, tenemos la tendencia de decirle a nuestros hijos que
nos obedezcan, porque los padres (papá y mamá) siempre deseamos lo mejor para
ellos, para que se superen y sean mejores personas.
Pero resulta
que en otros estratos sociales no siempre se da ese tipo de relación familiar y
uno se encuentra con familias en donde los padres se equivocan y le dan
orientaciones o desorientaciones equivocadas a sus hijos, lo cual debe ser
observado.
Hay padres que
no creen en los estudios, que lo ven como una pérdida de tiempo y lo que desean
es que sus hijos se dediquen al trabajo informal, forzado y hasta deshonesto.
Hay otros que, al ver a sus hijos superarse, los enredan en deudas o lÃos
económicos que luego afectan su historial crediticio y les limitan en su
desarrollo personal.
En resumidas
cuentas, en determinados estratos sociales y familias, los padres no siempre
tienen las mejores intenciones para sus hijos, ya sea por ignorancia o desamor.
En esos casos, los hijos deben aprender de lo correcto e incorrecto, de lo
conveniente y no conveniente, aun cuando sigan amando a sus padres, pero
tratando de adquirir el suficiente discernimiento para ver cuando están
equivocado.
Les cuento en
caso de una amiga contemporánea del barrio. La identificaré como MarÃa. Ella
venÃa de una familia disfuncional, su madre era una pedigüeña de la calle y
tuvo a sus hijos en completo desamparo y descuido. Pero MarÃa fue como “un pan
entero en un canasto de migajas”. Deseaba superarse e iba a la escuela, aun con
la oposición de su madre.
Forzosamente
se hizo bachiller y para juntar los “chelitos” necesarios de pasaje y de sus
útiles y necesidades, puso una “sala de tareas” en el patio de su casa, donde
los vecinos enviaban a los hijos para cumplir con las asignaciones escolares.
MarÃa decidió estudiar magisterio, pero su madre, inexplicablemente, se oponÃa
y le decÃa que tenÃa que ir a trabajar a una casa de familia o a buscar dinero
de cualquier otra forma.
Fue a donde mi
madre, que se dedicaba a orientar a las personas en el barrio y gozaba de
cierto respeto entre los vecinos. Le contó la situación y ella llamó a la mamá
de MarÃa a quien le dijo, con cierta autoridad, que no se atreviera a
troncharle las aspiraciones a su hija. Recuerdo que en ocasiones mi madre le
daba dinero a MarÃa para el pasaje de ir a la universidad estatal, pues muchas
veces no tenÃa dinero, lo cual nunca la limitó en sus esfuerzos de superación.
Para no
alargarles el cuento, MarÃa, aún en medio de toda clase de adversidades
económicas y sociales, con la absurda oposición de su propia familia para
superarse, logró graduarse de Licenciada en Educación, consiguió empleo formal
como maestra, se casó y tuvo a una hija que luego estudió Medicina y hoy es una
doctora que ofrece servicios en un importante hospital público.
Esa es la otra
cara de la sociedad, la que quienes vivimos en “condiciones normales” muchas
veces ignoramos o queremos ignorar. La cara donde el deterioro familiar hace
que padres y madres sin la debida responsabilidad desorienten a sus hijos en
lugar de orientarles y hasta les quitan toda clase de motivación para su
superación.
Familias
disfuncionales donde los pocos muchachos y muchachas que logran seguir
estudiando y superarse lo hace a fuerza de voluntad y enfrentando toda clase de
adversidades, no solo de la calle, sino del propio hogar, si es que se puede
llamar hogar.
En esos casos,
donde los padres son los que se equivocan, hace falta la intervención de
vecinos conscientes que ayuden con la orientación a esos muchachos, pues el
hecho de que no la tengan en sus casas ni impide que nosotros, como hizo mi
madre con MarÃa, también ayudemos para que muchos muchachos no se pierdan en el
camino por la falta de un buen consejo o expresiones de motivación.
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