Nuestra Fe | Andrea Tornelli
El poder de la oración
El pueblo de Dios, que acoge constantemente la solicitud del Papa
Francisco de rezar por él, se regocijó al verlo el domingo de nuevo en la Plaza
de San Pedro.
Una de las características de Jorge Mario Bergoglio ha sido siempre
pedir a sus interlocutores que oren por él. Incluso muchos años antes de
convertirse en Obispo de Roma, no terminaba una conversación o una carta sin
esa frase que el mundo entero ha llegado a conocer en la última década: “Por
favor, no se olviden de rezar por mí”. Para el jesuita argentino que ahora es
el Sucesor de Pedro, esas palabras nunca fueron algo circunstancial y, aunque
se repitieran miles de veces, nunca se convirtieron en costumbre.
Poco después de la elección del Papa Francisco, el periodista argentino
Jorge Rouillón escribió un artículo contando lo que le había sucedido unos años
antes, cuando él aún era arzobispo de Buenos Aires: “Una vez le pedí al
cardenal Jorge Bergoglio si podía rezar, porque en esos días me darían el
resultado de un estudio médico de próstata y había posibilidad de que fuera
algo maligno. El resultado fue bueno y me olvidé del asunto. Dos o tres meses
después me crucé con el arzobispo de Buenos Aires. Al verme me preguntó:
‘¿Tengo que seguir rezando?’ Tuve que pensar qué era lo que me estaba
preguntando. Se ve que él seguía teniendo presente en su oración personal lo
que para mí mismo había pasado a segundo plano”.
Rezar por aquellos que piden ser acompañados y atendidos es una forma de
estar cerca de los demás y de hacernos presentes en sus momentos de necesidad.
De hecho, corresponde a lo que Jesús mismo enseñó y testimonió en el Evangelio.
El 13 de octubre de 2013, en la homilía de la Misa en Santa Marta, Francisco
habló de la “valentía de la oración”: “¿Cómo rezamos? ¿Rezamos por costumbre?
¿Piadosamente, pero sin inquietarnos? ¿O nos plantamos valientemente delante
del Señor para pedir la gracia, para pedir aquello por lo que rezamos? Valentía
en la oración: una oración que no es valiente no es una verdadera oración. La
valentía de confiar en que el Señor nos escucha, la valentía de llamar a la
puerta... El Señor dice: ‘Porque el que pide, recibe y el que busca, encuentra,
y al que llama, se le abrirá’. Pero hay que pedir, buscar y llamar”.
Cuántas peticiones de oración, cuántas súplicas han llegado al Sucesor
de Pedro desde todo el mundo en los últimos años, y han sido recogidas por él
en su oración personal, como ocurrió con su amigo periodista argentino. Hay,
sin embargo, otra corriente, invisible y poderosa, representada por las
oraciones de millones de fieles en todo el mundo: mujeres, hombres, niños,
ancianos, familias. Son personas sencillas que, al escuchar al Papa pedir
oraciones al final de cada Ángelus, de cada audiencia, de cada discurso y de
cada encuentro, han tomado en serio su solicitud y continúan rezando
diariamente por él y por sus intenciones. El regalo más hermoso para el Obispo
de Roma, que tanto ama “ser sacerdote” y se entrega completamente, como hemos
visto también durante su reciente hospitalización en el Policlínico Gemelli, es
ser sostenido por estas grandes oraciones de los pequeños. El pueblo de Dios,
que no se olvida de rezar por Francisco, el domingo se regocijó al verlo de
nuevo en la Plaza de San Pedro.
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