Actualidad Mundial | Luana Foti
Aumenta la violencia en
Haití. Arzobispo Mésidor: País al borde del abismo
UNICEF da la voz de alarma:
200.000 desplazados por la extrema violencia en el país. Mons. Mésidor,
Arzobispo de Puerto Príncipe, hace un llamamiento a la comunidad internacional:
"No podemos quedarnos de brazos cruzados".
Los ciudadanos haitianos viven
una situación dramática marcada por la violencia extrema, el hambre y la
malnutrición. Max Leroy Mésidor, arzobispo metropolitano de Puerto Príncipe, la
capital del país, es lapidario: "Haití es un país al borde del abismo".
Contactado por Sir, relata las condiciones en las que se encuentra la república
caribeña: "La inseguridad hace estragos en Puerto Príncipe desde hace más
de dos años. Pero en los últimos meses la situación ha empeorado. Las bandas
controlan más de tres cuartas partes del territorio de la capital. Cada día
ocupan nuevas zonas ante la mirada impasible e indiferente de las
autoridades". Robos, violaciones, saqueos, incendios provocados,
secuestros y asesinatos son la norma que salpica los días de los haitianos. En
el segundo trimestre de 2023, la violencia aumentó un 14% con respecto al
primer trimestre. Ante un panorama tan sangriento, la embajada estadounidense
ha instado a sus ciudadanos a abandonar el país lo antes posible. "El
Estado sólo existe de nombre. El pueblo está abandonado a sí mismo, o peor, a
los bandidos", denuncia monseñor Mésidor.
Desplazados
por la violencia extrema
Mientras las bandas criminales
se desafían en constantes demostraciones de fuerza, convirtiendo barrios
enteros en sus propios feudos armados y aterrorizando a los residentes, las
familias se ven obligadas a abandonar sus hogares para refugiarse de la violencia.
Según datos de UNICEF, en la actualidad hay 200.000 desplazados, 190.000 sólo
en Puerto Príncipe. El deterioro de la ya precaria situación de seguridad
comenzó en Haití tras el brutal asesinato del entonces presidente Jovenel Moïse
en julio de 2021. Moïse, estaba investigando a políticos y empresarios
haitianos implicados en el tráfico de drogas. A su muerte siguieron disturbios
civiles, protestas y actos de violencia sangrienta en las calles, mientras que
su sustituto y primer ministro Ariel Henry no es reconocido por el pueblo como
presidente interino legítimo.
El
movimiento Bwa kale
Como consecuencia de la débil
actuación de las instituciones políticas, surgió desde abajo una reacción
sangrienta contra las bandas criminales. "El pasado mes de abril, los
habitantes de algunos barrios iniciaron un resurgimiento a través del movimiento
'Bwa kale', eliminando físicamente a quienes sospechaban que eran asesinos o
cómplices", afirma el arzobispo de Puerto Príncipe. Ciudadanos de diversas
partes del país se han unido para crear un movimiento popular de autodefensa
que busca a los miembros de bandas armadas y a sus cómplices para matarlos
brutalmente con el objetivo de liberar a las ciudades de sus garras. Monseñor
Mésidor reconoce que "mientras las autoridades muestren tanta pasividad
ante la violencia cruel e indiscriminada de las bandas, la población intentará
tomarse la justicia por su mano", pero señala: "no podemos alentar
una justicia precipitada para la población que sufre, aunque la
comprendamos".
La peor
catástrofe humanitaria en décadas
Las últimas conclusiones de las
agencias de la ONU sobre la situación humanitaria en el país caribeño dibujan
un panorama profundamente alarmante: ha estallado una nueva epidemia de cólera:
se han registrado 823 muertes, 3.612 casos confirmados y 57.859 casos
sospechosos. Además, 5,2 millones de personas necesitan oficialmente ayuda
humanitaria. De ellas, 2,9 millones son niños. Haití, el país más pobre y menos
desarrollado de América Latina y el Caribe, se enfrenta a lo que oficialmente
se denomina "la peor catástrofe humanitaria en décadas". La compleja
situación política y social del Estado cuyo nombre significa "tierra de
montañas" se ve agravada por una vulnerabilidad endémica a las catástrofes
naturales. Frecuentes huracanes, periodos de sequía, maremotos y terremotos -el
último, devastador, ocurrió en 2021- contribuyen a aumentar las situaciones de
penuria.
La difícil
presencia de la Iglesia sobre el terreno y el llamamiento a la comunidad
internacional
Ante este sombrío panorama, el
arzobispo de Puerto Príncipe arroja luz sobre las dificultades de la Iglesia en
su labor de evangelización: "La Iglesia comparte la suerte de la
población: también está particularmente expuesta. Sacerdotes y religiosos han
sido secuestrados y luego liberados a cambio de un rescate. Una monja italiana,
Sor Luisa Dell'Orto, fue fríamente ejecutada a plena luz del día el año
pasado". Se han cerrado parroquias, así como nuestro centro de formación
pastoral". A pesar de las dificultades, reitera que "la Iglesia
sigue en pie y acompaña a los fieles en la medida de lo posible".
Por último, lanza un llamamiento a la comunidad internacional: "en nombre
de la solidaridad internacional y de la fraternidad universal, las
instituciones internacionales tienen el deber de ayudarnos en un momento en que
todo un pueblo está expuesto al terror de las bandas. Ha llegado el momento de
actuar concretamente".
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