Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Una espada te traspasará el alma
Viernes de la 23ª semana de tiempo ordinario.
Bienaventurada Virgen María de los Dolores / Lucas 2, 33-35
Evangelio:
Lucas 2, 33-35
Su padre y
su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los
bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en
Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti
misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los
pensamientos de muchos corazones».
Comentario
Sigue a la
exaltación de la cruz de Jesús, su madre dolorida. Cristo no podía sufrir sin
hacer sufrir a su madre. Pero los dolores de María no eran sólo los dolores de
una simple Madre. Porque María era la madre del redentor de todos los hombres.
Pues, María había aceptado ser madre, no de cualquier hombre, sino del redentor
de todos los hombres. De ese modo, María llegó a aceptar, al asumir al
redentor, el sufrimiento del redentor por todos los hombres: «y a ti misma una
espada te traspasará el alma». Así, cuando María sufre por su Jesús, no sufre
como sufre cualquier madre por cualquier hijo. María sufre por todos los
sufrimientos de su Hijo, que son los sufrimientos de todos los hombres. Por
eso, María, por Cristo, por su unión con Él, es corredentora: porque sufre con
Él los sufrimientos de toda la humanidad al sufrir por Él. Por eso, también
María sufre como la Madre iglesia todos los sufrimientos de sus
hijos.
Pero María
no redime por sí misma, sino cuando sufre los sufrimientos de su hijo, carne de
su carne. Porque ese sufrimiento que era de su madre, le duele a Él y lo carga
Él también, como redentor que era de su madre también: Jesús asume todos los
dolores de la humanidad en la cruz, también los de su madre; es decir, Jesús
hace suyos esos dolores —se los apropia sin expropiarlos—, también los de
María. Carga así al sufrir por su madre con los dolores de toda la
Iglesia.
Los dolores
de Jesús y de María son, así, los dolores de toda la humanidad, que uno y otro
cargan a su manera, cuando Jesús sufre por su Madre, y cuando María sufre por
su Hijo.
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