Papa Francisco | Johan Pacheco
Exhortación Apostólica sobre Santa Teresita:
«La confianza puede conducirnos al Amor»
El Papa Francisco publica la exhortación apostólica
sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios, con motivo del 150
aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz
-del Carmelo de Lisieux- reconociendo el tesoro espiritual de su “caminito
espiritual”: «es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo
que sólo Él puede hacer».
La nueva Exhortación Apostólica «C’est
la confiance» del Papa
Francisco publicada este 15 de octubre, es dedicada a la confianza en el amor
misericordiosos de Dios, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Santa
Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz: «La confianza, y nada más que la
confianza, puede conducirnos al Amor» (1), palabras de la joven santa francesa
que «resumen la genialidad de su espiritualidad» (2).
En el 2023 se han conmemorado dos fechas importantes
de Santa Teresa del Niño Jesús, el 2 de enero fue el 150º aniversario del
nacimiento y el 23 de abril el centenario de su beatificación. El Papa
Francisco ha querido que esta exhortación apostólica vaya más allá de una
celebración y «sea asumido como parte del tesoro espiritual de la Iglesia».
Además, «la fecha de esta publicación, memoria de santa Teresa de Ávila, quiere
presentar a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz como fruto maduro de
la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española» (4).
En cuatro capítulos: Jesús para los demás; El caminito
de la confianza y del amor; Seré el amor; En el corazón del Evangelio; y
mediante 53 parágrafos el Pontífice presenta la vida y experiencia espiritual
la santa francesa del Carmelo de Lisieux que dejó la vida terrena a los 24
años.
«La Iglesia reconoció rápidamente el valor
extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica»,
de manera espacial los Pontífices siguieron de cerca su vida: “Teresita”
conoció al Papa León XIII en su peregrinación a Roma en 1887 a quien pidió
permiso para entrar al Carmelo a la edad de 15 años. Pío X percibió su enorme
estatura espiritual, luego de la muerte de joven santa. Y Benedicto XV la
declara Venerable en 1921, elogiando «sus virtudes centrándolas en el
“caminito” de la infancia espiritual», fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por
Pío XI: «quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de
la Santa Faz fuera “la primera beata que elevó a los honores de los altares y
la primera santa canonizada por él”. El mismo Papa la declaró patrona de las
Misiones en 1927». Luego fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944
por el venerable Pío XII.
Posteriormente san Pablo VI recordaba con frecuencia
sus virtudes cristianas. San Juan Pablo II en «1997 la declaró doctora de la
Iglesia, considerándola además «como experta en la scientia amoris».
También, «Benedicto XVI retomó el tema de su “ciencia del amor”, proponiéndola
como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios,
desempeñan el ministerio de teólogos». Y el Papa Francisco canonizó «a sus
padres Luis y Celia en el año 2015, durante el Sínodo sobre la familia» (6).
Jesús para los
demás
El Papa Francisco en el primer capítulo presenta la
experiencia cristiana en la santa, desde su oración, vida mística, pero con
alma misionera y sin autoreferencialidad: «En el nombre que ella eligió como
religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la
Encarnación y la “Santa Faz”» (7), y «el Nombre de Jesús es continuamente
“respirado” por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento» (8).
Como Patrona de las misiones, recuerda el Papa en la
exhortación apostólica, que «como sucede en todo encuentro auténtico con
Cristo, esta experiencia de fe la convocaba a la misión. Teresita pudo definir
su misión con estas palabras: “En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en
la tierra: amar a Jesús y hacerle amar”» (9).
Una alma misionera, señala Francisco, que enseña «su
modo de entender la evangelización por atracción, no por presión o
proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: “Al atraerme a
mí, atrae también a las almas que amo…» (9), así lo escribía la santa en las
últimas páginas de «Historia de un alma» (10) como su testamento misionero «con
un ferviente espíritu apostólico» (11), dejándose guiar por la acción del
Espíritu Santo: «Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me
una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí» (12).
El caminito de
la confianza y del amor
En el segundo capítulo el Santo Padre recuerda el
valor de “El camino de la infancia espiritual” (14) propuesto por Santa Teresa
del Niño Jesús que subraya la primacía de la acción de Dios y “la confianza”
plena en la misericordia de Cristo:
«Teresita relató el descubrimiento del caminito en la
Historia de un alma: “A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad.
Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis
imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy
recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”» (15).
Francisco señala que la santa en su época «frente a
una idea pelagiana de santidad, individualista y elitista, más ascética que
mística, que pone el énfasis principal en el esfuerzo humano, Teresita subraya
siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia» (17), por ello
«prefiere destacar el primado de la acción divina e invitar a la confianza
plena mirando el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin» (19).
«Por consiguiente -escribe el Papa Francisco-, la
actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros
mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha
dado todo en la Cruz de Jesucristo» (20).
Sobre esta “confianza” el Santo Padre sugiere no
asumirla solo en referencia a la santificación y salvación, sino también como
un “abandono cotidiano” en Dios: «Tiene un sentido integral, que abraza la
totalidad de la existencia concreta y se aplica a nuestra vida entera, donde
muchas veces nos abruman los temores, el deseo de seguridades humanas, la
necesidad de tener todo bajo nuestro control» (23).
El Papa recuerda las palabras de Santa Teresita que se
refieren a ese “santo abandono” en el Amor: «Los que corremos por el camino del
amor creo que no debemos pensar en lo que pueda ocurrirnos de doloroso en el
futuro, porque eso es faltar a la confianza» (24).
Este testimonio es considerado por Francisco como “un
fuego en medio de la noche”, ya que vivió su última etapa a finales del siglo
XIX que la edad de oro del ateísmo moderno: «pero la oscuridad no puede
extinguir la luz: ella ha sido conquistada por Aquel que ha venido al mundo
como luz (cf. Jn 12,46). El relato de Teresita manifiesta el carácter heroico
de su fe, su victoria en el combate espiritual, frente a las tentaciones más
fuertes» (26).
Seré el amor
«“La Historia de un alma” es un testimonio de caridad,
donde Teresita nos ofrece un comentario sobre el mandamiento nuevo de Jesús:
Ámense los unos a los otros, como yo los he amado (Jn 15,12)» (31), escribe el
Papa Francisco en el tercer capítulo de su exhortación ofreciendo un panorama
de la repuesta confiada del amor de la santa, a través del prójimo, al amor
misericordiosos de Dios.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz,
recuerda el Santo Padre, expresaba en sus escritos su «amor esponsal» (32) con
Cristo: «Teresita tiene la viva certeza de que Jesús la amó y conoció
personalmente en su Pasión: Me amó y se entregó por mí (Ga 2,20)» (33). Y «el
acto de amor “Jesús, te amo”, continuamente vivido por Teresita como la
respiración, es su clave de lectura del Evangelio» (34), asegura el Pontífice.
Amor que santa Teresita vivió en la mayor sencilles y
experimento en la vida cotidiana (35): «Teresita vive la caridad en la
pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana» (36), y en el
corazón de la Iglesia, donde buscó su lugar (38): «…Comprendí que la Iglesia
tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo
el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba
a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se
negarían a derramar su sangre…» (39).
«No es el corazón de una Iglesia triunfalista, es el
corazón de una Iglesia amante humilde y misericordiosa» (40), señala Francisco.
Afirmando además que «Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también
una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y
debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados,
y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias
al don del Espíritu Santo» (41).
Explica el Papa Francisco que este llamado de Dios a
«poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia
felicidad» (42) le permitió a santa Teresita «pasar de un fervoroso deseo del
cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño
de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar» (43).
Llegando de este modo «a la última síntesis personal del Evangelio, que partía
de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás» (44).
El Papa Francisco llega a un punto central de su
exhortación apostólica, indicando que «C’est la confiance. Es la
confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza
la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que
nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer. Esto nos
deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de
los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de sus últimos días, Teresita
podía decir: «Sólo cuento ya con el amor» (45).
En el corazón
del Evangelio
En el cuarto capítulo el santo Padre recuerda que el
anuncio de una Iglesia misionera se centra en lo esencial: «la belleza del amor
salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (47), y el
aporte especifico que regala Teresita, “doctora de la síntesis”: «consiste en
llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable. Ella, con
sus palabras y con su propio proceso personal, muestra que, si bien todas las
enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz,
algunas son más urgentes y más estructurantes para la vida cristiana» (49).
El Papa Francisco afirma que la actualidad de santa
Teresa del Niño Jesús perdura en toda su «pequeña grandeza: …En un tiempo de
repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera,
cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio» (52).
“Un siglo y medio después de su nacimiento, Teresita
está más viva que nunca en medio de la Iglesia peregrina, en el corazón del
Pueblo de Dios” (53), dice Francisco finzalizando con la oración:
Querida santa Teresita,la Iglesia necesita hacer resplandecerel color, el perfume, la alegría del Evangelio.¡Mándanos tus rosas!Ayúdanos a confiar siempre,como tú lo hiciste,en el gran amor que Dios nos tiene,para que podamos imitar cada díatu caminito de santidad. Amén.
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