Evangelización | Carlos Pérez Laporta
No hay mandamiento mayor que estos
Jueves de la 9ª semana de tiempo ordinario / Marcos
12, 28b-34
Evangelio: Marcos 12,
28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le
preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió
Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro
Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. “El segundo es este: “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que estos». El escriba
replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices
que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el
corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a
uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que
habÃa respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Comentario
¿Qué quiere Dios de mà en este instante? «¿Qué
mandamiento es el primero de todos?».
«El primero es: “Escucha…”». Guarda silencio. Antes de
nada, antes de creer, antes de pensar, antes de hablar, primero escucha. Acalla
tu voz y abre tu corazón para que tus oÃdos se abran. ¿Qué escuchas? La
realidad de ti mismo y del mundo, pero aún más, algo se oye en la voz del mundo
y en la voz de tu corazón; por detrás de esas voces algo se siente. Si no
escuchas, si no oyes la voz de Dios que te habla, nada puedes hacer. Pero, para
eso es necesario saber cómo habla Dios. Dios tiene una Palabra, salida de su
silencio. ¿Qué oyes en tu interior? ¿Qué pide tu corazón? ¿Y qué resuena en el
mundo? ¿Qué grita silenciosamente la historia?
«El Señor, nuestro Dios, ES», existe, es el que es.
Todas las cosas vienen y van, y su voz se pierde. Pero la voz de Dios late por
debajo de nuestro corazón y por encima del corazón del mundo. Porque Él lo hace
todo, y sin Él nada existirÃa. Sin escuchar su voz en cada instante nada vendrÃa
a la vida. Él es quien me hace a mà en este instante, y me llama para que le
busque. No quiere mis cosas, no quiere mis esfuerzos; no, me quiere a mÃ,
quiere que le ame en todo lo que hago y en cada persona que encuentro: «“amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente,
con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”». Si no tengo ese amor, no soy nada.
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