Fe y Vida | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
21 de octubre: santa Úrsula, la
princesa que rechazó a Atila, rey de los hunos
Santa Úrsula intentó escapar de un matrimonio forzoso
pero acabó siendo pretendida por el rey Atila, que al verse rechazado la
atravesó con una flecha
Hay santos que navegan entre la verdad y la leyenda, y
tan aventurado es adornar su biografía con atributos desproporcionados como
despachar su figura histórica dándola por enteramente falsa. Es el caso de
santa Úrsula, princesa británica del siglo IV que, por escapar de un matrimonio
forzado, acabó siendo pretendida por el rey Atila, para al final acabar sus
días coronada por el martirio.
Uno de los primeros vestigios que dan historicidad a
santa Úrsula es una inscripción grabada sobre roca en la basílica de Colonia
(Alemania) que lleva su nombre, datada en el siglo V. En ella se habla de un
tal Clematius, un notable de rango senatorial, que al parecer vivió en Oriente
antes de ir a Colonia, y que reconstruyó una basílica que había caído en ruinas
en honor de las vírgenes que sufrieron martirio en ese lugar.
Su leyenda sobrevoló toda Europa a partir del mismo
momento de su muerte, hasta el punto de ser incluida junto a sus compañeras de
martirio en numerosos calendarios litúrgicos y martirologios de la Edad Media.
Además, su historia fue objeto de varios romances y canciones que se
popularizaron por todo el continente a lo largo de estos siglos.
Ante la furia de Dios
Según todas estas fuentes, Úrsula fue la hija de un
rey de Cornualles entregada en matrimonio a un príncipe pagano del sur de su
país. Habiendo sido criada en la religión católica, pidió tres años de
moratoria a su padre antes de casarse, período que ella quiso aprovechar para
ir a Roma y visitar al Papa, quizá con la esperanza de que, en esos tres años,
su pretendiente cambiara de idea y la dejara marchar en paz.
Durante ese viaje, acompañaron a Úrsula un total de
once doncellas que han pasado a la historia con diferentes nombres, según la
evolución de la leyenda. En Roma recibieron la bendición del Papa Ciriaco, pero
al cumplirse los tres años de plazo tuvieron que volver a su país. Úrsula y su
compañía tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar equivocado en el momento
menos oportuno, pues a su paso por Colonia fueron sorprendidas por la invasión
de los hunos, el pueblo bárbaro que por entonces presionaba con más fuerza las
fronteras del Imperio romano. Comandados por el rey Atila, se decía de ellos
que, allí por donde pasaban, la hierba no volvía a crecer.
También para las jóvenes resultó imposible proseguir
su viaje de vuelta a casa. Concretamente, el rey Atila quedó cautivado por la
belleza de la joven princesa, y la quiso tomar para sí. Sin embargo, no lo
logró: si Úrsula ya era reticente a casarse con un príncipe pagano, no dudó en
absoluto en rechazar a quien era conocido en toda Europa como la furia de Dios. Entonces, sintiéndose despechado,
Atila entregó a las jóvenes a sus soldados, que acabaron degollando a todas
ellas delante de la misma santa. Aun a pesar de ver lo que hacían con sus
compañeras, Úrsula no cedió, y al final fue atravesada por una flecha que acabó
con su vida.
La historia de estas jóvenes corrió enseguida por toda
Europa. Sus reliquias circularon por la cristiandad, llegando incluso a China e
India, y su martirio fue un motivo pictórico recurrente durante siglos. Santa
Hildegarda de Bingen, por ejemplo, escribió varios cantos en su honor que se
hicieron muy populares en el continente. Y muchas jóvenes que deseaban casarse
invocaban su nombre para contraer un buen matrimonio.
A su favor se sumó la notoriedad que alcanzó más
adelante la Leyenda áurea de Jacobo de la
Vorágine, un obispo genovés que recopiló multitud de leyendas de santos y
mártires y cuya obra fue una de las más copiadas durante toda la Edad Media. En
su relato, De la Vorágine afirma que a la santa se le unieron durante su periplo
11.000 vírgenes, todas ellas martirizadas el mismo día.
La controversia de las 11.000
Sin embargo, al llegar el siglo XVI, su culto en
Europa se diluyó tan rápido como se difundió, debido quizá a la imposibilidad
de creer en el martirio de tantas jóvenes a la vez.
El origen de esta cifra es en realidad una confusión a
la hora de leer un documento del año 922 encontrado en un monasterio cercano a
la ciudad de Colonia. En él se cuenta la historia de Úrsula y sus compañeras, a
las que cita como «XI m virginum», un texto que en
lugar de ser leído como «undecim martyres virginum»
[once vírgenes mártires], se entendió «undecim millia virginum»
[11.000 vírgenes].
En cualquier caso, como indica Félix Sánchez, autor
del blog Santa Úrsula y compañeras mártires, «aunque esta leyenda está llena
de anacronismos, es sumamente instructiva por su glorificación de la
virginidad, algo que para los primeros cristianos era un factor esencial del
progreso civilizador, en contraposición a la sexualidad brutal de las sociedades
paganas».
Inspiró a las ursulinas
La historia de santa Úrsula y sus
compañeras fue tomada como modelo por santa Ángela de Mérici para fundar, 1.000
años después, la Orden de Santa Úrsula, más conocidas como las ursulinas. En un
tiempo en el que las mujeres solo podían optar a la clausura o al matrimonio,
la italiana ideó una forma de vida activa para mujeres, orientada al servicio
asistencial y educativo. Muy atacadas por los eclesiásticos de su época, fueron
aprobadas en 1544, tras la muerte de su fundadora.
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