Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín
En reconstrucción de mi Fe
¿Has visto cómo
planea un constructor rehacer una casa? ¿Has visto cómo su ingenio y
creatividad asombran a sus espectadores cuando la casa ya está reconstruida? ¿Has
visto cómo su delicadeza y dedicación, transforman un área desgastada, en algo
hermoso? toman lápiz, papel, observan, miden
paso a paso, imaginan como quedará, lo que cambiarán y tienen la plena confianza,
de que será mejor y más fuerte a pesar de tener en frente una estructura vieja
y dañada.
¿Te imaginas a Dios, siendo el gran constructor de
nuestra historia? No sé, si en estos momentos estás pasando por un proceso de
reconstrucción de tu fe, sin embargo, Dios
tiene una visión clara de cómo quedará nuestra vida de fe, luego de reconstruida,
porque él trabaja en cada detalle, cada día y nosotros somos nuestros propios
espectadores, sin darnos cuenta, simplemente, aunque no lo vemos, sabemos que él está trabajando, porque sus
caminos no son nuestros caminos.
Por eso, la fe,
es esperar en esa reconstrucción que él tenía planeada, aunque no veamos su
mano trabajar en nosotros. ¿Qué significa esto? Que los límites de Dios no son nuestros límites.
Al dejar que
Dios reconstruya nuestra fe, es como si tuviéramos fotos de un antes y un
después de nosotros mismos, y luego vemos cómo de tener una fe donde había
oscuridad, el formará un hermoso arcoíris de bendiciones, por eso debemos estar convencidos y confiados en su plan
perfecto para cada uno de nosotros.
Pero ¿cómo podríamos entender que Dios reconstruye
nuestra Fe? Lo iremos entendiendo en la medida, que miremos con los ojos de Dios. Cuando nos aferrarnos a su promesa de
bienestar y no de sufrimiento, cuando empezamos a ver el mundo de manera diferente.
Cuando vemos posibilidades donde antes veíamos obstáculos, cuando enfrentamos
decisiones cruciales en busca de encontrar
paz en medio de la tormenta, lo cual lo podemos lograr por medio de la oración.
Por eso, cada
día, vamos enriqueciendo nuestra vida, con una paz que el mundo no nos puede
dar y, esa paz, sobrepasa el
entendimiento humano. Apreciamos y disfrutamos la vida cuando confiamos en Dios,
nos volvemos más dispuestos a depender de él y en su fortaleza.
Por eso me hago
la siguiente pregunta ¿Nos dejaríamos
guiar de Dios, al bajar una escalera donde no visualizamos el siguiente peldaño?
A veces no reconocemos de una vez la voz de Dios en esos momentos de
dificultad, pero sentir su presencia, aunque no lo vemos, es porque, estamos
seguros que trabaja constantemente en nosotros, callado, lo sentimos en silencio,
pero sabemos que él está y, si ustedes se fijan, no nos da lo que pedimos, siempre
nos da mucho más.
Por eso, meditar en su palabra nos ayuda a
fortalecer nuestra fe, Dios es nuestro compañero perfecto en nuestra
soledad. Nos ayuda mucho contemplar la naturaleza, conversar con amigos que se mantienen
orando por nosotros, con nuestra familia, hermanos de fe, pero, sobre todo alejarnos
de las distracciones, buscar dirección en su palabra, la cual es fuente
inagotable de consuelo y fortaleza. Ahí es donde Dios nos ofrece señales de su
poder infinito, de que hay esperanza, que la tormenta se disipará y llegará la
mañana.
Tenemos que
confiar en que, Dios está en nuestro barco, en medio de esa tormenta y nos
llevará a puerto seguro. El cambia la dirección de los vientos y nos guía hacia
la seguridad. Dios trae un giro a nuestra vida, va delante de nosotros, aunque el camino no sea claro.
Cuando estamos reconstruyendo nuestra fe, debemos llevar un
diario de gratitud y ver cómo Dios va restaurando día a día nuestro viaje
de fe, pero ¿cómo lo hacemos? Una
manera es entrar a la lectura de la biblia y ver como el Espíritu Santo a
través de la historia del plan de salvación, ha llevado ese diario, el cual fue
escrito en cada libro bíblico, para ayudarnos a entender que, si Dios reconstruyó
la fe de muchos profetas, la nuestra también la restaurará.
Por eso hoy te invito
a leer la biblia, no solo en el mes de la biblia, sino todos los días y veremos
que el proceso de reconstrucción no sólo
fortalecerá nuestra fe, sino que transformará nuestra mente, alma y corazón.
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