Vida Religiosa | Fabio Colagrande
El cardenalato, un incentivo
para ser más radical en la vida
El arzobispo
de Turín y obispo de Susa, que recibirá la púrpura cardenalicia de manos de
Francisco el próximo 8 de diciembre, comenta el anuncio de su nombramiento
mientras participa en los trabajos del Sínodo: para mí es una invitación a la
conversión personal, el Papa enseña que un cardenal no es «una eminencia» sino
un pastor en medio del pueblo
Entre los 21 nuevos cardenales que
creará el Papa Francisco en el Consistorio el próximo 8 de diciembre se
encuentran ocho que actualmente están inmersos en los trabajos de la segunda
sesión de la XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la
sinodalidad.
Uno de ellos es monseñor Roberto
Repole, arzobispo metropolitano de Turín y obispo de Susa. Al frente de la
archidiócesis de su ciudad natal desde el 19 de febrero del 2022, Repole es
canónigo de la Real Iglesia de San Lorenzo, y fue presidente de la Asociación
Teológica Italiana del 2011 al 2019.
Una emoción vivida en familia
El domingo 6 de octubre, cuando
tras rezar el Ángelus el Papa Francisco anunció por sorpresa el próximo
Consistorio y los nombres de los cardenales designados, el futuro cardenal de
Turín estaba con su familia en su ciudad. «Estaba en casa porque he subido el
fin de semana desde Roma, donde estoy asistiendo al Sínodo», cuenta.
«Tenía un compromiso en mi diócesis
así que fui a comer con mis padres y ellos estaban viendo el Ángelus. Al cabo
de un rato nos detuvimos para escuchar lo que venía a continuación y mi cuñada
fue la primera en entender lo que estaba pasando, me enteré de la noticia con
ellos. La reacción – explica – fue ciertamente de gran emoción, un poco para
todos pero en particular para mis padres, que son ancianos, por lo que también
fue una gran y hermosa emoción».
Pastor de iglesias en reestructuración
El nombramiento como cardenal
deseado por el Papa – como subraya el arzobispo en un comunicado en la página
web de la diócesis – es obviamente un signo de atención también para las
iglesias de Turín y de Susa, que – como explica monseñor Repole – están en fase
de renovación.
«Para estas diócesis, es un tiempo
de reestructuración necesaria sabiendo que esto es posible permaneciendo fieles
a lo que es la Iglesia, pero cambiando lo que podemos haber recibido por
tradición en las últimas décadas pero que no necesariamente tenemos que
mantener para siempre».
«Hay un contexto, creo, de
confianza pero también de cansancio – añade – porque el cambio no es fácil. Hay
un clero que tiene un promedio de edad bastante alto y, por tanto, los cambios,
cuando se avanza en los años, son más difíciles. Pero espero que este
nombramiento contribuya también a reforzar y dar alas al proceso de cambio que
está en marcha».
En el horizonte de la Iglesia universal
«Ciertamente, el birrete
cardenalicio me da aún más responsabilidad para liderar este proceso, pero
también sé que es una responsabilidad que sitúa aún más a nuestra Iglesia en el
horizonte de la Iglesia universal», añade Repole.
«Me parece que hay una doble
responsabilidad: por una parte, seguir haciendo florecer aún más la vida
evangélica en nuestras comunidades cristianas, haciéndolas aptas precisamente
para la presencia y la alegría del Evangelio, y por otra, una responsabilidad
de conectar aún más a nuestra Iglesia en la comunión de las Iglesias».
«Injertados todos en Cristo»
Teólogo siempre atento al diálogo
entre la Iglesia y la sociedad, monseñor Repole considera el Sínodo sobre la
sinodalidad, en el que participa en el Vaticano, un paso más hacia la Iglesia
encarnada en el mundo predicada por el Concilio. «Todo Sínodo – reflexiona –
tiene en cierto modo la tarea de releer el Evangelio a la luz de la rica
tradición de la Iglesia, para hacerlo presente y vivo en un tiempo nuevo».
Mientras regresaba en tren a Roma
desde la capital del Piamonte, poco después de la noticia de su nombramiento,
el obispo teólogo tuvo tiempo de reflexionar sobre su nueva responsabilidad
pastoral, que deberá vivir en clave sinodal y no clerical. «Verdaderamente, la
dignidad de todos los cristianos es la que hemos recibido con el nombre de
bautismo», comentó monseñor Repole. «Todos estamos injertados en Cristo».
«Luego esto se especifica de
distintas maneras según los sacramentos y carismas que se reciban. Pero la
dignidad es la de ser hijos en el Hijo Jesús. Por tanto, este nombramiento,
para mí, es una invitación aún mayor a mi conversión personal, a mi adhesión al
Evangelio, sabiéndome también apoyado por tantas hermanas, tantos hermanos en
la fe».
Una llamada a ser de Dios y del pueblo
El Papa Francisco ha dicho que un
cardenal que no se siente «un pastor cercano a la gente», sino una eminencia,
está «fuera de lugar». Monseñor Repole reflexiona sobre esta advertencia: «No
siento que este nombramiento sea un exceso a lo que soy. Creo que es más bien
un estímulo – como decía antes – para ser más radical en mi vivencia del
Evangelio y en mi testimonio del mismo».
«Creo también que si el Señor me
pide esto, estará aún más cerca de mí. Y esto para mí es realmente lo único que
cuenta y es lo que contaba antes de ser sacerdote, lo que me impulsó a hacer
esa elección y para mí sigue siendo lo más hermoso de mi vida». El cardenalato,
pues, como otro don recibido del Señor.
«Sí – concluye el arzobispo de
Turín – otro don y yo diría también otra llamada a ser aún más suyo y, por
tanto, también del pueblo al que sirvo».
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