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    lunes, 23 de diciembre de 2024

    “El sermón de Adviento o Sermón de Montesinos: una oratoria de exaltación a la dignidad humana, valores y derechos” (21 de diciembre)


    Fe y Vida | Melania Emeterio

     


    “El sermón de Adviento o Sermón de Montesinos: una oratoria de exaltación a la dignidad humana, valores y derechos” (21 de diciembre)

     

    A través del tiempo, y de período en período, la humanidad ha recibido importantes legados para que, peldaño a peldaño se engrandezca su razón de ser y de existir. En estos legados hay hazañas que son descargas de amor, solidaridad, y justicia en pro del bienestar de la raza humana. Desde esta conciencia aludimos a la labor misionera de la orden religiosa, los Dominicos, quienes llegaron a esta isla, y al llamado Nuevo Mundo, en el año de 1510 en una labor definida hacia la educación y la evangelización. A ellos toca el alto honor de la creación de la primera universidad en el nuevo mundo, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo. Una tercera cuestión, y quizá la menos reivindicada, es su identificación, como compromiso divino y social, con quienes sufrían la más horrible opresión: los indígenas de la Isla Española.  

     

    Esa identificación y compromiso con quienes estaban en desamparo llevó a los dominicos, en la persona de Fray Antón de Montesinos, a pronunciar uno de los discursos religiosos de mayor trascendencia histórica y ejemplar en procura de los derechos humanos y la dignidad de los habitantes de la isla. Este hecho aconteció en la isla de Santo Domingo en el año 1511, un 21 de diciembre.  La situación constatada por los misioneros dominicos era de abuso y explotación a quienes -como bien destacaron- estaban en su propio territorio. Los excesos eran tales, que dicha población se fue enfermando hasta ser diezmada, y finalmente aniquilada. Al parecer, las autoridades españolas entendían que, al habérsele encomendado a estos habitantes, el mandato incluía exterminarlos sin ningún halito de compasión.

     

    El poeta Pablo Neruda, en su “Versainograma a Santo Domingo”, poniendo el acento en la situación ya comentada, dice en una de sus estrofas:

     

    Enarbolando a Cristo con su cruz

    Los garrotazos fueron argumentados

    Tan poderoso que los indios vivos

    Se convirtieron en cristianos muertos.

     

    Los misioneros dominicos, no teniendo otros recursos para enfrentar el exceso de poder y del abuso, usaron el verbo, la palabra. Fue en el púlpito, donde cada domingo se reuniría la feligresía española, donde tuvo lugar el acontecimiento, es decir, la gran denuncia. El vicario Pedro de Córdoba encargó, para pronunciar el sermón, a fray Antón de Montesinos, un afamado predicador, un orador que manejaba la elocuencia y el arte de persuadir. Ese domingo el templo estaba bien concurrido y, las principales autoridades coloniales ocupaban los primeros puestos.

     

    El sermón fue pronunciado en el cuarto domingo de Adviento, tiempo en que la Iglesia Católica se prepara a celebrar la fiesta por el nacimiento del Hijo de Dios, sintetizó buena parte de la realidad social y del drama humano que vivían los habitantes originales del territorio. El sermón de Montesinos tenía un carácter múltiple: religioso, humanista, social y, sobre todo, político, pues cuestionaba acremente la forma de ejercer el poder de manera violenta y opresiva. El predicador se dio la libertad de enfrentar la soberbia de ese poder, y habló con severidad. Luego de la introducción necesaria, y usando la frase bíblica “Ego Vox clamantix in deserto” (yo Soy la Voz que Clama en el Desierto), inició su memorable alocución, en la que semejó el desierto con la esterilidad e insensibilidad que estaban mostrando los españoles en la isla, y que tal conducta se traducía en pecado grave. La alusión al pecado era de un valor importante para la España de la época. El recordarle lo del pecado era un recurso de persuasión.

     

    Un conjunto de preguntas hechas desde el sermón profundizaba aún más, la severidad del religioso: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestable guerra a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Estos no son hombres? ¿Estos no sienten? Por todo este conjunto de hechos les advirtió que así no podrían salvar su alma. El recurso de preguntar para que el otro se lo pregunte a si mismo fue una provocación a la conciencia y una osadía contra la soberbia, una humillación. La reacción no se hizo esperar. 

     

    Las autoridades exigían una retractación de lo dicho en ese domingo, pero ocurrió que en el domingo siguiente, fray Antón de Montesinos volvió al púlpito y, lejos de desdecirse, ratificó lo que ya había dicho, y afirmó que los encomenderos no podían salvarse si no dejaban libres a los indios, y que irían todos al infierno si persistían en su actitud explotadora El segundo sermón provocó todavía mayor alboroto, y enviaron al rey cartas de protesta contra los frailes. En la pág. 27 del libro “Predicadores de la Gracia”, Javier Atienza y Jesús Espeja, dicen que “las protestas llegaron a la Corona, y Fray Pedro de Córdoba regresa a España para defender ante el rey la posición adoptada por los frailes y los razonamientos que tenían para ello “.

     

    Estos predicadores de sotanas bien llevadas dejaron un legado de tal dimensión que no es fácil explicar por qué a este hecho no se le ha dado en el mundo de hoy, especialmente en la República Dominicana, toda la trascendencia que reviste. Este hecho debe estar más vinculado a nuestra identidad, por lo que, el día consagrado a los Derechos Humanos, debía ser en nuestro país el 21 de diciembre, pues en esta fecha y en este territorio, se dio por vez primera un grito de protesta formal y al más alto nivel a favor de la justicia, la compasión, la dignidad y los derechos humanos. La metáfora: “voz que clama en el Desierto” sigue siendo válida, ya que persisten los obstáculos para que muchas personas y grupos marginados avancen y mejoren su calidad de vida en función de sus derechos humanos y constitucionales.    

     

    Cada vez hay más motivos en el país para para añorar el Sermón de Adviento. Es desmoralizador y frustratorio cuando las autoridades dominicanas, actuando como inseguras, echan para atrás medidas que supuestamente habían razonado. Con esa actitud siembran inseguridad e inestabilidad en la población. El silencio y la complicidad ante el crimen, para que viva el imperio de la impunidad, hace que evoquemos a esos frailes dominicos, y por igual cuando se apela al “debido proceso” para salvar a quienes no llevaron el debido proceso que, debe ser el de la honestidad, la honradez y el respecto a la cosa pública. Ahí está el país ocupado por los enemigos históricos, los haitianos, y la soberanía nacional en constante peligro de zozobrar. Ella, la Soberanía, pide a la clase política, intelectual y empresarial que recojan, para su justificación ante la historia, un poco de la dignidad rebosante de aquellos Predicadores Dominicos.







     

     

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