La Familia | Edoardo Giribaldi
El Papa: Que los niños
crezcan en la fe en la alegría de la familia
En la Capilla
Sixtina, en la fiesta del Bautismo del Señor, Francisco imparte el Sacramento a
21 hijos de empleados del Vaticano. «Hoy mandan ellos», dice al inicio de la
celebración refiriéndose a los pequeños, «y nosotros debemos servirles». Luego
la habitual recomendación a las madres de amamantarlos, si tienen hambre, y
cambiarlos, si tienen calor.
Gemidos,
gritos, algún llanto. Son los primeros sonidos de una existencia, natural y
espontánea, que resuena entre frescos y obras de arte que representan la cima
de los dones, de los talentos concedidos a la humanidad en una vida entera. Una
sugestiva combinación que se repite cada año, la de los bautismos impartidos
por el Papa Francisco, 12 de enero, a 21 hijos de empleados del Vaticano en
el espléndido marco de la Capilla Sixtina.
«El don más grande, el don de la fe»
Antes de la
celebración, Francisco da las habituales recomendaciones: «¡Es importante que
los niños se sientan bien!» Sofía, Vittoria, Tancredi Tito, Edwin Gabriel y los
otros 17, «hoy son ellos los que mandan», explica el Papa, «y nosotros debemos
servirles, con el Sacramento, con la oración.» Las madres están invitadas, como
de costumbre, a amamantar a sus bebés, si tienen hambre, a cambiarlos, si
tienen calor.
“Hoy cada uno
de ustedes, padres, y la Iglesia misma, entregan el don más grande, el don de
la fe a los niños”
La señal de la cruz en la frente de los pequeños
Con las manos
temblorosas por la emoción, los padres se acercan al Papa para que sus hijos
reciban la señal de la cruz en la frente. Algunos patalean, otros están más
tranquilos. Francisco acoge a todos con una sonrisa y, si hay un hermanito o
hermanita, les hace marcar al bautizado en la frente. Entrando en el corazón de
la celebración, las voces de la Schola Cantorum suenan para los pequeños casi
como una nana, arrullando el plácido sueño de algunos de ellos. De hecho, son
pocos los lamentos que sirven de fondo a la liturgia de la Palabra. Igualmente
esenciales, según la tradición, son las palabras pronunciadas por el Papa en su
homilía -para no «cansar» a los pequeños, había dicho en celebraciones
anteriores-. «Que crezcan en la fe», es el deseo de Francisco, para que los
pequeños vivan «una verdadera humanidad, en la alegría de la familia».
«Cuando haya un problema, enciendan la luz».
La misa
continúa siguiendo los ritos de las celebraciones bautismales. Los
concelebrantes, el cardenal Konrad Krajewski, limosnero pontificio, y el
cardenal Fernando Vérgez Alzaga, presidente de la Gobernación del Estado de la
Ciudad del Vaticano, marcan el pecho de cada niño bautizado con el óleo de los
catecúmenos. A continuación, Francisco imparte el Bautismo, bañando la cabeza
de cada pequeño -acompañado de padres, padrinos y madrinas- con el agua
bendita. La celebración continúa con el rito de la unción con el santo crisma.
El cardenal Krajewski acompaña la señal sobre la cabeza de cada bautizado con
una caricia. El Cardenal Vérgez Alzaga entrega la túnica blanca, mientras que
cada padre tiene la tarea de encender su propia vela en la llama del cirio pascual.
“Y lleven
siempre esta luz con ustedes, a su casa, como recuerdo de este día. Y cuando
haya algún problema, alguna dificultad, enciendan la luz para pedir al Señor la
Gracia, para tu familia”
También se
realiza el rito de «Effata», del "ábrete", que retoma el episodio del
Evangelio de Marcos en el que Jesús cura a un sordomudo. Los dos cardenales
tocan, con sus pulgares, las orejas y los labios de los niños bautizados. Al
final de la celebración, el Papa saluda a las familias de los bautizados:
intercambia unas palabras y entrega un regalo a cada una de ellas. La
impartición del Bautismo a los hijos de los empleados del Vaticano forma parte
de una tradición instaurada en 1981 por Juan Pablo II, con un único cambio: los
dos primeros años los bautizos tuvieron lugar en la Capilla Paulina, desde 1983
y hasta este año, en la Capilla Sixtina.
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