Meditaciones | Sandy
Yanilda Fermín
La tumba vacía, ¡Jesús Resucitó!
Me
gustaría que nos visualizáramos frente a la tumba donde colocaron a Jesús. Que
sintamos ese aire fresco y la quietud de ese santo lugar. Imaginamos esa gran
piedra que bloquea esa entrada y reflexionemos sobre lo que esa piedra
simboliza en nuestras vidas.
De
repente, vemos que la piedra comienza a moverse con un fuerte estruendo y en
seguida se remueve todo aquello que nos limita a ser personas felices y
creyentes, porque en medio de las pruebas, creemos en el poder
santificador de Jesús y en el poder de su resurrección.
Lo más
importante, es que no solo observemos cómo se mueve la roca, hay que correr a
dar voz de alerta como lo hizo María Magdalena, sentir la alegría en silencio
como lo hizo su madre y ser peregrinos de Esperanzas, como lo hizo Jesús cada
mañana, cuando llevaba la noticia por donde quiera que anduviera.
La tumba de nuestro
corazón está vacía, y desde su interior emana una luz resucitada muy brillante.
Esa luz, es luz de esperanza, hacia una vida renovada y
transformada. Dejemos entrar esos destellos en el sepulcro de nuestro corazón triste
y abatido, para así eliminar el miedo, culpa, desánimo, rencor, duda, cansancio,
etc.
Por
eso, quitar
estas piedras de nuestras vidas es una bendición de Dios, nos lleva a ser curiosos y ver en el misterio de Dios, la purificación
de la humanidad. Es superar nuestras propias barreras, enfrentarlas y liberar
esas cargas que muchas veces nos mantuvieron en tinieblas.
Quizás
cuando fuimos niños, debimos haber removido muchas rocas y no lo hicimos y eso
después de adulto, nos limita a recibir una resurrección real en nuestras
vidas.
Si no
nos sentimos resucitados en Cristo, es como si volviéramos a entrar a la tumba. Es volver al pecado y solo nosotros mismos podemos mover esa roca,
arrepentirnos y así sentir paz y felicidad, es volver a la gracia divina de
Dios.
Desde
la fe de los niños, les preguntamos lo siguiente: Si Jesús no hubiese salido de
la tumba y la piedra no se hubiera movido, ¿qué creen que hubiese pasado? A los
que algunos respondieron:
“Jesús
se hubiera quedado en la tumba”. Ya saben las risas que hubo al ver la
respuesta sencilla y genuina de un inocente.
Otro niño
respondió: “Si Jesús no hubiera salido de la tumba, todos nosotros hubiéramos
seguido en pecado”.
Un niño
respondió: “Si Jesús no hubiera salido de la tumba, el mundo estuviera al
revés y fuera todo un desastre nuestra fe.
Los
adultos comenzaron muy entusiasmados a responder: No hubiera esperanza. En
vano fuera nuestra fe. Simplemente, no estuviéramos aquí hablando de su palabra.
Por eso, deberíamos
preguntarnos ¿en qué momento Jesús removió la piedra de tu corazón? Si
Jesús no hubiera resucitado, ¿qué hubiera pasado?
¿Qué
hizo Jesús, con la roca de la duda que tuvo Tomás, para darle su paz? ¿Qué hizo
Jesús, con la roca de los discípulos de Emaús, para encontrarse con Jesús? ¿Qué
hizo Jesús, con la valentía de los apóstoles para que sean sus seguidores?
¿Qué
nos enseña la resurrección de Jesús en nuestras vidas? La felicidad, el amor,
cantar, la paz, y la alegría que tenemos, la cual no sabemos cómo explicarla. Es sentir júbilo
y gozo, es sentir amor, justicia, compasión. Es la buena
noticia que nos han traído de generación en generación, esos testigos
que fueron nuestra inspiración.
Es
sentir el entusiasmo y las atenciones de correr como María Magdalena a
encontrarse con el Señor y anunciar el mensaje de la resurrección (Mateo 28:
1-10).
Es resucitar a la vida, dar muerte a todo lo que nos abate. A todo lo que nos hace infelices,
es la gracia divina y la nueva oportunidad que nos ofrece Dios, para vivir a
plenitud.
Te pregunto ¿qué significa
la tumba vacía para ti, para tu corazón?
La tumba vacía nos invita a
vivir una vida renovada, dejando atrás el pasado y
abrazando un futuro lleno de esperanzas, para que las rocas que haya en
nuestras vidas sean removidas con el poder divino del Espíritu Santo de Dios.
Me
encanta una canción que dice: “Si la tumba donde sepultaron a Jesús pudiera
hablar, me diría una cosa, muy grande y maravillosa, no está aquí: Resucitó”. Por eso la muerte no tuvo la última palabra, remover esas piedras de
nuestro corazón, es dar espacio a la vida, y cuando parezca el final, ver más allá
que, sí existe la eternidad.
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