Testimonios | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Pamela: «Cada día le pido a Dios poder
salir de la prostitución»
Esta colombiana de 35 años cobra 20 euros por servicio. Querría trabajar de otra cosa, pero no tiene
papeles y es la única manera que ha encontrado de subsistir. Cuando logra
ahorrar, envía algo de dinero a su familia. Esta anawin, pequeña de Dios, dice que «todos los días le
doy gracias por tener comida y techo».
—¿Qué hace en España? ¿Cómo llegó hasta aquí?
—Vine hace un año y desde entonces he intentado
encontrar trabajo; pero al no tener papeles, no me sale nada. Por eso toca
trabajar de alguna forma.
—¿En la calle?
—Trabajo en la calle y también en locales, ejerciendo
la prostitución.
—¿Ya lo había hecho en Colombia también?
—Sí, también. Es la única vía para salir
adelante.
—Es algo que no se conoce muy bien. Me imagino que
será duro.
—Sí, es un poco duro porque hay que acostarse con personas diferentes. Y tienes
que tener mucha paciencia. Si se presentara otro trabajo lo haría, porque no es
agradable.
—¿Ha intentado buscar empleo de alguna otra forma?
—Sí, claro. He escrito mi currículo y lo he dejado en
muchos sitios, pero siempre es lo mismo: no me cogen por falta de papeles. Si
se enteraran, pondrían una buena multa a la persona que me contratara.
—¿De qué busca trabajo?
—De lo que me salga: vendedora, atención a la gente,
camarera, en limpieza… De momento, nada. Pero espero que, dentro de un año, si
consigo los papeles, me pueda salir algo.
—¿Qué es lo que le resulta más difícil?
—Sobre todo, que hay locales en los que tienes que
encerrarte unos 15 días. Allí estás siempre disponible para el cliente. En mi
país vas a un local, estás unas horas y vuelves a casa. Aquí tienes que estar
todo el día.
—Pero se podrá ir cuando quiera…
—No. Una tiene que cumplir los 15 días y solo te dan
una hora diaria para comer. Por eso solo salgo una hora al día, para comprarme
la comida.
—¿Y el dinero que gana?
—Acá en todos lados se funciona al 50%. Si te pagan
por una hora 100 euros, 50 son para la casa y 50 para ti. Ahora trabajo en un
edificio con muchos apartamentos llenos de chicas, y aquí se cobra menos: por
media hora, 40 euros. La mitad va para la casa y la otra mitad para mí.
—¿Cómo puede vivir con ese dinero?
—Lo que no me gusta de la prostitución acá es que es
más duro el poder ganarse algo. En todos lados cogen un porcentaje, siempre hay
que darle a alguien algo.
—¿Por su cuenta ha trabajado?
—Sí, pero tienes que anunciarte en páginas web y
después encontrar un sitio para estar con los clientes. Y me da miedo que un
loco llegara a hacerme algo.
—¿Alguna vez le ha pasado?
—A mí no, gracias a Dios. Nunca.
—¿Sus compañeras tienen historias parecidas?
—No hablamos mucho, hay muchas envidias. En este
trabajo no hay amigos. No hay que confiar en nadie.
—¿Ha dejado familia en Colombia?
—Sí, he dejado a mi hija, a mi mamá y a mi padre. Esos
son mis seres queridos. Me vine con mi pareja para acá, pero a veces tengo
problemas con él por lo de la prostitución.
—¿No le gusta?
—No le gusta, no. Pero es que no hay otro tipo de
trabajo. Es muy complicado.
—¿Su familia sabe a lo que se dedica?
—No, ni quiero que lo sepan, claro. Cuando puedo, les
mando dinero.
—¿Es creyente? ¿En sus circunstancias, se agarra a
Dios de algún modo?
—Sí, claro. Gracias a Él estoy viva todos los días.
Gracias a Dios estamos bien. No nos falta una comida ni un techo.
—¿Piensa en Él a menudo?
—Sí. Todos los días doy gracias a Dios por el
amanecer, por la comida, por el techo. Y le pido también que me saque de este
trabajo, que me lo haga más fácil. No tengo un objeto religioso conmigo, pero a
Dios le llevo en mi mente y en mi corazón.


No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...