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    viernes, 5 de diciembre de 2025

    Queremos ver


    Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc

     


    Queremos ver

    (Meditación de las Lecturas: Is 29,17-24; Salmo 26; Mt 9,27-31 del

    viernes 5 de diciembre de la I Semana de Adviento 2025)

     

    Dos ciegos siguen a Jesús gritando: «¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!». No es solo un grito de auxilio físico; es el clamor del corazón humano que, en lo más profundo, quiere ver. Ver a Dios, ver el sentido, ver la salida, ver la esperanza cuando todo parece cerrado.

     

    1. Ver con ojos nuevos (Isaías 29,17-24)

    El profeta anuncia un mundo al revés, pero al revés de Dios:

    - El Líbano (símbolo de lo orgulloso y altivo) se convertirá en vergel.

    - Los sordos oirán y los ojos de los ciegos verán.

    - Los humildes y los pobres se alegrarán en el Señor.

    - Desaparecerán el tirano y el arrogante; serán confundidos los que traman el mal con la lengua y con la mentira.


    Dios no promete solo curar la vista física, promete curar la ceguera del corazón: la ceguera que produce orgullo, injusticia, desprecio al pobre, mentira institucionalizada. La verdadera visión comienza cuando reconocemos que somos nosotros los ciegos, no los demás.

     

    2. «El Señor es mi luz y mi salvación» (Salmo 26)

    El salmista no dice «yo veo perfectamente», dice: «El Señor es mi luz».

    La luz no está en mí; la recibo de Él.

    Por eso puede cantar: «Espero ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos».

    La espera del Adviento es precisamente esta: aprender a ver con la luz que viene de Dios, no con nuestros criterios, miedos o prejuicios.

     

    3. «¡Queremos ver!» (Mateo 9,27-31)

    Lo más impresionante de los dos ciegos no es que queden curados, sino la fe que tenían antes de ver:

    - Lo siguen (aunque no ven el camino).

    - Lo llaman «Hijo de David» (reconocen al Mesías).

    - Entran en la casa con Él (se arriesgan, confían).

    - Responden con un sí rotundo: «Sí, creemos».

    Jesús les toca los ojos y dice: «Hágase en ustedes según su fe».

    La fe es la que abre los ojos. Primero creyeron, después vieron.

    Y cuando ven, no pueden callar: salen y lo difunden por toda aquella comarca, a pesar de que Jesús les había mandado silencio.

    Porque quien de verdad ve a Jesús, ya no puede dejar de hablar de Él.

     

    Elementos importantes para la vida hoy

    Reconocer nuestra ceguera. Todos tenemos zonas ciegas: resentimientos que no soltamos, juicios que hacemos sin misericordia, miedos que nos paralizan, pecados que justificamos. El primer paso para ver es decir como los ciegos: «¡Ten piedad de mí!».

     

    Seguir a Jesús, aunque no veamos claro. En la oscuridad de la duda, del dolor, de la noche del mundo, seguir gritando, seguir caminando detrás de Él. La fe no es tener todas las respuestas; es confiar en Aquel que es la Respuesta.

     

    Dejar que Jesús nos toque. Los ciegos permitieron que Jesús les tocara los ojos. ¿Le permitimos nosotros que toque nuestras heridas, nuestras zonas más sensibles, nuestros puntos ciegos?

     

    Contagiar la visión. Una vez que vemos (aunque sea un poquito) la misericordia de Dios, no podemos quedarnos callados. El mundo necesita testigos que digan: «Yo era ciego… y ahora veo».

     

    Oración para hoy

    Señor Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí que muchas veces ando ciego:

    ciego de orgullo, ciego de rencor, ciego de indiferencia.

    Tócame los ojos del alma. Quiero verte a Ti,

    quiero verte en el hermano que sufre, quiero verte en la vida cotidiana.

    Y cuando me permitas ver, no me dejes callar:

    que mi vida entera grite que Tú eres la Luz del mundo.

    Amén.

     

    ¡Queremos ver, Señor! ¡Haz que veamos!






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