Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
Queremos ver
(Meditación
de las Lecturas: Is 29,17-24; Salmo 26; Mt 9,27-31 del
viernes
5 de diciembre de la I Semana de Adviento 2025)
Dos
ciegos siguen a Jesús gritando: «¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!».
No es solo un grito de auxilio fÃsico; es el clamor del corazón humano que, en
lo más profundo, quiere ver. Ver a Dios, ver el sentido, ver la salida, ver la
esperanza cuando todo parece cerrado.
1.
Ver con ojos nuevos (IsaÃas 29,17-24)
El
profeta anuncia un mundo al revés, pero al revés de Dios:
- El LÃbano (sÃmbolo de lo
orgulloso y altivo) se convertirá en vergel.
- Los sordos oirán y los
ojos de los ciegos verán.
- Los humildes y los
pobres se alegrarán en el Señor.
- Desaparecerán el tirano
y el arrogante; serán confundidos los que traman el mal con la lengua y con la
mentira.
Dios
no promete solo curar la vista fÃsica, promete curar la ceguera del corazón: la
ceguera que produce orgullo, injusticia, desprecio al pobre, mentira
institucionalizada. La verdadera visión comienza cuando reconocemos que somos
nosotros los ciegos, no los demás.
2.
«El Señor es mi luz y mi salvación» (Salmo 26)
El
salmista no dice «yo veo perfectamente», dice: «El Señor es mi luz».
La
luz no está en mÃ; la recibo de Él.
Por
eso puede cantar: «Espero ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos».
La
espera del Adviento es precisamente esta: aprender a ver con la luz que viene
de Dios, no con nuestros criterios, miedos o prejuicios.
3.
«¡Queremos ver!» (Mateo 9,27-31)
Lo
más impresionante de los dos ciegos no es que queden curados, sino la fe que
tenÃan antes de ver:
- Lo siguen (aunque no ven
el camino).
- Lo llaman «Hijo de
David» (reconocen al MesÃas).
- Entran en la casa con Él
(se arriesgan, confÃan).
- Responden con un sÃ
rotundo: «SÃ, creemos».
Jesús
les toca los ojos y dice: «Hágase en ustedes según su fe».
La
fe es la que abre los ojos. Primero creyeron, después vieron.
Y
cuando ven, no pueden callar: salen y lo difunden por toda aquella comarca, a
pesar de que Jesús les habÃa mandado silencio.
Porque
quien de verdad ve a Jesús, ya no puede dejar de hablar de Él.
Elementos
importantes para la vida hoy
Reconocer
nuestra ceguera. Todos tenemos zonas ciegas: resentimientos que no
soltamos, juicios que hacemos sin misericordia, miedos que nos paralizan,
pecados que justificamos. El primer paso para ver es decir como los ciegos:
«¡Ten piedad de mÃ!».
Seguir
a Jesús, aunque no veamos claro. En la oscuridad de la duda, del dolor, de la
noche del mundo, seguir gritando, seguir caminando detrás de Él. La fe no es
tener todas las respuestas; es confiar en Aquel que es la Respuesta.
Dejar
que Jesús nos toque. Los ciegos permitieron que Jesús les tocara los
ojos. ¿Le permitimos nosotros que toque nuestras heridas, nuestras zonas más
sensibles, nuestros puntos ciegos?
Contagiar
la visión.
Una vez que vemos (aunque sea un poquito) la misericordia de Dios, no podemos
quedarnos callados. El mundo necesita testigos que digan: «Yo era ciego… y
ahora veo».
Oración
para hoy
Señor
Jesús, Hijo de David, ten compasión de mà que muchas veces ando ciego:
ciego
de orgullo, ciego de rencor, ciego de indiferencia.
Tócame
los ojos del alma. Quiero verte a Ti,
quiero
verte en el hermano que sufre, quiero verte en la vida cotidiana.
Y
cuando me permitas ver, no me dejes callar:
que
mi vida entera grite que Tú eres la Luz del mundo.
Amén.
¡Queremos
ver, Señor! ¡Haz que veamos!


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