Testimonios | Maritza Josefina Coss/ADH
La Misericordia de Dios
El 8 de octubre de este
año recibo una llamada de mi hija Carmen Luisa: mami, por favor escúchame un
momento. Esa forma no era usual en ella
por lo llamo mi atención. Dime. Me diagnosticaron un tumor en la cabeza y
tengo que operarme. Perturbada le dije: ¿tú estás segura? Si, voy camino al Neurocirujano que me esta
tratando. A seguidas recibo dos
llamadas; su hermana y su papá. ¿Qué
haremos?, respondÃ: escuchar la opinión de otros profesionales y ponerlo todo
en las manos de Dios. De todos modos,
él me dice: si hay que operar, prefiero que sea en USA. Con el seguro internacional, minimizamos
riesgo porque la tecnologÃa es más avanzada.
Todo eso, estaba en nuestras manos hacerlo, pero, protegerla y asegurar
su vida con el éxito de la cirugÃa, sólo Dios en su absoluta soberanÃa
tenÃa poder para ello.
La opinión Dr. José
JoaquÃn Puello, Neurocirujano, coincidió con la del Dr. Santiago Valenzuela
quien la estaba tratando. Desde ese
momento sentà haber empezado a cargar una cruz muy pesada; la angustia y el
temor a lo desconocido, me golpeaban.
Vino a mi mente la subida de Jesús, camino al Gólgota, con el madero a
cuestas. De nuevo me tocaba vivir un momento difÃcil,
después de que, por la gracia y la misericordia de Dios, mi Mamá con 97 años, superó
el Covid, teniendo estas condiciones: no vidente, hipertensa y sin vacunar.
Decidà refugiarme en el
silencio de MarÃa; orar, pedir fortaleza y estar atenta a la voz de Dios. TenÃa que ser fuerte, transmitir confianza,
fe, y seguridad de que, en las manos de Dios todo saldrÃa bien, conforme a
sus planes y propósitos.
Hay cosas que suceden en
nuestras vidas y no entendemos el ¿por qué y para qué? Pablo nos alienta, y en su carta a los Rom 8:28 nos dice: “y sabemos que para los que aman a Dios, todas las
cosas son para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su
propósito.
Ella lucÃa tranquila, pero
una noche, se abandonó en mis brazos y llorando me dijo: “mami tengo miedo”,
de qué le dije; de morirme, respondió; seguido le dije: Dios
está contigo, no tengas miedo, ten fe que Él siempre estará contigo y yo también. El apóstol Pablo, nos dice: “en
la vida y en la muerte, somos del Señor, Rom.14,8. Y el Profeta IsaÃas
dice: “No temas porque yo te redimÃ, te puse nombre, mÃo eres. Cuando pases por las aguas, yo estaré
contigo….”, IsaÃas 43,1-2. Cuando
te vengan esos pensamientos repite estas palabras tres veces siempre que puedas,
y hazlo conmigo ahora: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mi”;
luego haz el Padre Nuestro, eso te dará la Paz que necesita.
Seleccionamos el hospital
y el doctor y, en una semana ya estábamos en Baltimore, con cita previa y fecha
probable para la cirugÃa. ¡Bendito Dios! Comenzamos a ver la mano de Dios obrar. Primero nos fuimos ella y yo. Subiendo y bajando calles, escaleras y
edificios, empecé a vivir mi desierto, apartada de todo y todos. Cada momento, era una experiencia que
debilitaban mis piernas. ¿En quién apoyarme? A
quien iré Señor, si sólo Tú, tienes palabras de Vida eterna, Jn.6,68. Recordé
estas palabras de Jesús: “Padre, si es posible aparta de mi este Cáliz”,
eso querÃa yo. La resequedad jamás se
apartó de mi boca. “Tengo Sed” dijo
Jesús en la Cruz; el amargo sabor que sentÃa, era como el vinagre con el que
mojaron sus labios.
Cinco dÃas después de
nuestra llegada a USA, llegó su hermana, fue mi cirineo en ese momento; dos dÃas
después estaba toda la familia. No hay
mayor tranquilidad para un enfermo, que el respaldo y el apoyo de su
familia. Esta situación nos permitió estar más cerca, y
codo a codo con ella con un mismo sentimiento, y una misma actitud, nos
fortalecÃamos. De igual forma, el
acompañamiento con las oraciones continuas del resto de la familia, tÃos, primos,
amigos, compañeros de trabajo; mi grupo “Los Amigos de Jesús”, y la gran
comunidad Parroquial del Divino Niño Jesús, nos ayudó a mantenernos firmes en
la fe.
Mis hermanos/as,
definitivamente hay que congregarse. Los
mensajes, y llamadas, que recibÃamos a diario, dándonos ánimo, fue el desborde
del Amor de Dios. Gracias Señor.
Comenzamos la novena a
Santa Faustina, para terminarla justo el dÃa de la cirugÃa y asà fue. 25 de
octubre 12:15 p.m., comienza la cirugÃa. Después de 7 intensas horas de espera durante
las que hice una larga cadena de Padres Nuestro, y el Rosario de la
Misericordia; por unos minutos, cerré los ojos y descansé en el Señor. Todo
cuanto pedimos y nos es concedido es por la gracia y la misericordia de Dios. Ese dÃa
no probé alimento alguno; fue el más auténtico ayuno que he podido entregar al
Señor. A las 5:15 p.m., salió el doctor
y me dio la gran noticia: “Madre, todo está bien. Ella está bien. Le avisamos en 2 horas para verla en cuidados
intensivos.
Mis hermanos y hermanas,
no hay otro a quien agradecer y enaltecer, sino es a Dios. No somos dueños de nada, nada nos pertenece, todo
cuanto tenemos es pasajero. La vida nos
cambia en fracciones de segundo. 2 Cor
12:9, Pablo nos dice que Dios dejó en él un aguijón en la carne, para que no se
enalteciera, y es que, somos muy dados a creernos que lo podemos todo, que tener
bienes materiales de mucho valor, equivale a tener poder más allá de lo que
produce el poder pasajero del dinero, ese aguijón también está en nosotros; un
aguijón mensajero de Satanás que nos abofetea, dice Pablo. Y a pesar de Pablo rogar mucho al Señor que se
lo quitara, Él le dijo, y hoy nos dice a nosotros: «Bástate mi gracia, porque
mi poder se perfecciona en tu debilidad».
Mi hija es primero hija de
Dios, antes que mÃa, por lo tanto, su amor es más puro y más fuerte que el mÃo;
su cuidado superior al mÃo; su sabidurÃa inalcanzable y su poder superior a
todas las cosas porque Él las creo. Ante
cualquier dificultad, simplemente doble las rodillas, inclÃnese reverente
y suplique a Dios su piedad y misericordia, que no tienen lÃmites
y Él se place en regalárnosla. Gracias Señor. No retengas Tu compasión de mÃ; tu
misericordia y tu fidelidad me guarden continuamente. Amén. Sal 40:11
Dios tiene el control. Sólo debemos clamar a él.
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