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    lunes, 5 de diciembre de 2022

    El Espíritu Santo en nuestras vidas


    Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín

     


    El Espíritu Santo en nuestras vidas

     

    Recuerdo a mi madre hospitalizada para un verano hace unos años, tenía situaciones respiratorias y tuvieron que ponerle oxígeno. La veíamos y nos entristecíamos, de sólo hecho de pensar, ¿si le faltaría el aire, que sucedería?

     

    En ese momento vimos cuán importante es el aire, y vi como el aire continuamente nos acompaña y nunca nos deja solos. El aire siempre está ahí. Ese recuerdo, me hizo reflexionar ¿cómo serían nuestras vidas, sin el Espíritu Santo?

     

    El Espíritu Santo es el aire que necesitamos en nuestras vidas para poder vivir. Si no tenemos el espíritu no podemos transcender. ¿Intentemos caminar sin aire? ¿Pensemos hablar sin aire?

     

    Dios nos manifiesta su espíritu. No podríamos amar a Dios, si no existiera el Espíritu Santo. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. Sin el Espíritu Santo no podríamos llamarnos cristianos. No podríamos ser santos, ser hijos de Dios.

     

    Hay una canción que dice: “Espíritu Santo, te necesitamos”. El Espíritu Santo es como el aire que respiramos. Si nos falta el aire, es como cuando dejamos de amar a alguien. Al tener el Espíritu Santo, es como enamorarnos de nuevo, es ver su energía, su fuerza, lo que nos impulsa a movernos, es como ese fuego que nos quema por dentro.

     

    En varias ocasiones de la historia de la salvación, vemos como el Espíritu Santo, se manifiesta de diferentes maneras, revoletea y es como inquietar a hacer el bien. Hay momentos que da calma, te sacude y te exige salir del pecado.

     

    Hay otros momentos, en que el Espíritu Santo, es el misterio de nuestra fe, donde lo vemos de manera natural, acompañar al pueblo de Israel en todo su peregrinar. En el bautismo de nuestro Señor Jesús se posó de una manera impresionante. Y el profeta Elías, escucha al viento y descubre la suave brisa. En Pentecostés, es como ese fuego que quema.

     

    Los profetas fueron inspirados por el Espíritu Santo. Dios les daba su espíritu y no les temblaba la voz. Por medio de María santísima, nos llenamos de su espíritu santo, de su santa presencia. De su vida, nos damos vida. Así no faltara el espíritu santo en ninguna familia.

     

    El Espíritu Santo, es como sol, que es fuego, que es calor, que es luz, pero más allá de nuestra razón, es el Amor de Dios y su Hijo que se aman en una eterna unión.

     

    Es ver su Gloria, es cantar, alabar, dar gracias, es lo sublime, lo delicado, lo tierno y esmerado, lo admirable, lo misterioso, lo esencial en nuestras vidas para salvarnos y tener una vida plena.

     

    Sin el poder del Espíritu Santo no podríamos amar. Es el agua llena de santidad, que penetra en nuestra alma y nos limpia. Es lo que enciende la llama del amor, es lo que aviva nuestro interior y nos da el impulso para buscar una solución.  

     

    Es la fuerza que necesitamos, que aparece como un soplo.  Es lo que nos hace perdonar, es la valentía que nos impulsa a predicar. Es el Poder de lo alto, para entregar nuestra vida al Señor y consagrarla sólo a él. Es lo que nos sostiene, es un regalo de Dios. Es una gracia.

     

    El Espíritu Santo es como un sol al amanecer. Es la belleza del atardecer. Es contemplar la naturaleza, con grandeza sin dejar de lado la sombra del altísimo que nos cubre con su fortaleza.

     

    En este tiempo de Adviento, que el Espíritu Santo nos ayude a esperar en el Señor, y le digamos que, sin él no hay salvación. Termino con esta canción: “Ven Espíritu Santo, lléname, ven aquí y haz morada, toma mi Corazón, hazlo tu habitación y no salgas, quiero que seamos uno, no salgas, oh! llénanos de ti, llénanos de ti”.

     




      

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