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    jueves, 28 de febrero de 2019

    La Caperucita Roja: Un cuento para adultos

    Para vivir mejor | Miguelina Justo, M.C. 


    La Caperucita Roja: Un cuento para adultos
    Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm publicaron en el 1812 una memorable colección de cuentos de hadas, cuyas adaptaciones se han popularizado en el público infantil. El libro recoge historias folclóricas de la Europa milenaria, ricas en alegorías y símbolos. Uno de estos relatos lleva por nombre La Caperucita Roja. El cuento es conocido por chicos y grandes: el personaje central recibe este sobrenombre debido a la capa de terciopelo rojo que siempre lleva puesta.  Por mandato de su madre, la pequeña debe llevar comida a su abuela enferma. Mientras atraviesa el bosque, se encuentra con el lobo, quien, luego de interrogarla, descubre hacia dónde se dirige. Este logra llegar primero a la casa de la abuela, y luego de engullirla, se disfraza de ella. Logra engañar a la Caperucita Roja, quien termina también en la barriga del feroz animal. El leñador cruza cerca de la casa de la abuela y, al escuchar los ruidosos ronquidos del lobo satisfecho, decide entrar.  Encuentra al lobo, y extrae a la abuela y a la asustada niña del vientre oscuro del animal.
    Beckett (2014) afirma que La Caperucita Roja es todo un ícono universal, que ha logrado sobrevivir por generaciones y traspasar culturas. Las distintas versiones de este cuento demuestran su gran versatilidad y poderío.  Gannon (2013) asegura que la primera versión europea de este clásico fue publicada por Charles Perrault, a finales del siglo XVII. En esta adaptación el final es trágico: la Caperucita Roja muere en las fauces del lobo. El autor cierra el cuento con una moraleja (Ashliman, 2000):
    Los niños, especialmente las señoritas atractivas y bien educadas, nunca deben hablar con extraños, ya que si lo hacen, podrían proporcionar la cena a un lobo. Digo "lobo", pero hay varios tipos de lobos. También hay quienes son encantadores, tranquilos, educados, modestos, complacientes y dulces, que persiguen a las jóvenes en el hogar y en las calles. Y desafortunadamente, son estos suaves lobos los más peligrosos de todos.”
    Hay un mensaje claro y rotundo: los niños deben cuidarse de desconocidos.  Otros no son tan obvios, sin embargo, resultan contundentes. En todas las versiones del cuento de Caperucita Roja se subraya la idea de que el mundo es un lugar peligroso, donde las jóvenes se encuentran sin protección alguna.  La abuela es incapaz de cuidarse a sí misma, está enferma y sola. El lobo es astuto, persuasivo y fuerte.  Conoce el bosque, el mundo.  La niña cubierta con la caperuza roja no confía en lo que sus ojos ven.  Algo no está bien con la abuelita. “¡Qué orejas tan grandes tienes!”, le dice. La pequeña es ingenua. Cree más al lobo que a sus ojos. La niña es también desobediente. En la versión escrita por Marelles (1895) se descata este rasgo. La madre le ha advertido los peligros de hablar con extraños. El abuso sufrido es el pago por su desobediencia, tal parece. 
    Muchas campañas dirigidas a prevenir el abuso infantil están, sutil, y equivocadamente sustentadas en estas visiones. La responsabilidad y la culpa parecen hermanarse. Mensajes como “Cuídate” o “No dejes que nadie te toque” son comunes, como si un niño, una joven o cualquier persona en desventaja podría tener tal capacidad, la de cuidarse, o tal opción, la de negarse. Si se es abusado, ¿cómo no creer que en algo se falló? El abuso infantil es una lastimosa realidad en nuestra sociedad. En la mayoría de los casos el lobo no asalta con violencia, en cambio, seduce y embelesa. No es un desconocido, mas alguien cercano, a veces demasiado cercano, tanto que duele terriblemente el solo pensarlo.  
    Esta Caperucita Roja debía ser reinventada, y Munari y Agostinelli (1981) lo hicieron al escribir e ilustrar el maravilloso libro Caperucita Roja, verde, amarilla, azul y blanca. Cada una de estas historias presenta narraciones y finales alternativos. La Caperucita Verde y la Caperucita Amarilla no están solas, sus amigos las protegen. La abuela de la Caperucita Azul es fuerte, conoce el mar y el arte de la pesca, por eso la cena será un rico pez lobo. La abuela de la Caperucita Blanca no está en casa, se ha ido al África Negra de vacaciones. En estas versiones hay otras representaciones de los personajes antes victimizados. Ni la soledad ni la ingenuidad les acompañan, son capaces de hacer amigos, son sagaces. 
    Los niños no están solos, no deben estarlo. Necesitamos revisar las estructuras sociales, económicas y políticas que dificultan que les protejamos como se merecen. Es tarea de los adultos hacer del bosque un lugar de encuentro, para que vivamos felices para siempre. 
    Colorín, colorado, la tarea ha comenzado. ADH 831.   

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