
Cierto: hay creencias y creencias. Están las absorbidas en la familia y las extendidas a la polÃtica, tanto más arraigadas cuanto menos sometidas a crÃtica. Están las deportivas surgidas por emulación o por simple simpatÃa; están las estéticas, ya literarias, ya indumentarias, cuyo origen suele ser más oscuro o más complejo. Y están, por fin, las creencias religiosas de las que vamos a ocuparnos.
La creencia en Dios y en su soberanÃa, tanto positiva como negativa, es algo mamado en casa y en el entorno doméstico que no se cuestiona hasta bastante tarde, cuando se encuentra con creencias u opiniones opuestas, cuando se descubren religiones diferentes y personas indiferentes a los valores religiosos. Primero cunde la sorpresa y luego en unos la curiosidad y en otros la rivalidad.
El curioso se siente más libre de indagar y cuestionar tanto en las propias como las ajenas creencias, sopesando las razones con que se justifican o deslegitiman unas y otras. El conservador tiende a rivalizar con lo diferente: para él lo suyo es bueno y lo diferente es malo y cualquier razón que confirme su posición es buena y cualquier otra que lo cuestione es mala. Por supuesto que en cada persona se combinan diferentemente estas caracterÃsticas dando lugar a la variedad de temperamentos y caracteres que de ahà se derivan.
En cualquier debate religioso encontraremos caracteres que en mayor o menor medida defienden o cuestionan sus creencias. Los conservadores no suelen atender a razones porque les parecen desestabilizadoras y tratan de descalificar a quienes no «piensan» como ellos. Los que cuestionan buscan razones y según afirmen o debiliten sus creencias cambian o robustecen sus opiniones.
Qué es mejor en materia religiosa, ¿permanecer igual o cambiar? Creemos que en la infancia es mejor permanecer en lo adquirido pero, en la medida que uno se va haciendo adulto, es mejor cuestionarse las creencias y cambiarlas si se llega a ver que eso es lo razonable o robustecer el tenor religioso y defenderlo cuando se tienen razones de peso para hacerlo. Ser conservador o cambiante por temperamento y por rutina no es bueno. La bondad está en tener buenas razones para seguir creyendo o para cambiar de parecer.
Y no sólo en lo religioso sino en lo polÃtico y en lo deportivo.
Visto en Atrio / JosemarÃa SarrionandÃa, 13-Septiembre-2010
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