
Ha levantado un notable revuelo el libro recién salido de la imprenta y firmado por el fÃsico Hawking. Paradójicamente donde más ruido ha suscitado ha sido en los opuestos cÃrculos de la gente religiosa y de los laicistas declarados.
El núcleo del debate se centró en la siguiente cita: Dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo pudo crearse a sà mismo de la nada, como asà ocurrió. La creación espontánea es la razón de que exista algo, en vez de la nada, de que el universo exista, de que nosotros existamos. No es necesario invocar a Dios para que encienda la mecha y ponga el universo en funcionamiento.
Han salido a la palestra los filósofos/teólogos arguyendo que ciencia y religión versan sobre dominios distintos y que las afirmaciones de Hawking trascienden el terreno de la fÃsica para entrar en el de la filosofÃa. Y que si el autor es un reconocido fÃsico, no deja de ser un mediocre filósofo.
A cada ciencia su propio método
En realidad la afirmación no es nueva. Ya habÃa dicho Laplace que la hipótesis Dios resulta innecesaria para estudiar la astronomÃa. Y no deja de ser muy cierto que los fenómenos fÃsicos y astronómicos deben estudiarse según sus métodos y principios. Dios no explica las causas de su funcionamiento, puesto que Él se encuentra más allá de todo lo creado y su voluntad no puede detectarse con microscopios ni telescopios.
Cada ciencia tiene sus principios y resulta abusivo irrumpir en ella con métodos e instrumentales ajenos. A propósito de lo cual corrÃa una anécdota en el postconcilio. Un obispo daba una conferencia a seminaristas. Explicaba muy serio que él no sabÃa ni una nota del pentagrama, pero que si el Papa le mandaba dirigir la Orquesta Sinfónica de Londres, no dudarÃa ni un instante en coger la batuta y subirse a la plataforma del Director.
Es decir, se inmiscuirÃa en nombre de Dios en un terreno que tiene sus propias leyes y con la mayor presunción exigirÃa de Dios una especie de milagro para que le infundiera de pronto la ciencia de la música. Presunción o penosa ingenuidad: defÃnanlo como prefieran. Por cierto, en la época muchos religiosos no habÃan cursado la carrera del magisterio, pero daban clases de matemáticas y de quÃmica… porque eran religiosos. Una extraña lógica que no distingue terrenos e irrespeta los ámbitos ajenos.
Si la fe invade en ocasiones el terreno de la ciencia, tampoco la ciencia se ve libre de la acusación paralela. DecÃa Ortega y Gasset que Einstein era tan buen fÃsico que podÃa permitirse decir algún disparate en filosofÃa. Pero no, a cada uno lo que es suyo. El óptico está facultado para graduarnos los cristales de los lentes, pero que no se le ocurra imponernos la dirección en que debemos mirar.
Que el señor Hawking no vaya más allá de sus conocimientos. De la nada, nada puede brotar. Me parece una afirmación la mar de convincente, una pura evidencia. Por definición la nada no puede dar a luz a entidad alguna. Si lo dice el Sr. Hawking y lo celebran los de su cuerda, allá ellos, pero a ninguna persona sensata y libre de prejuicios -filósofo o no- le convencerá la tal afirmación. El fÃsico puede explicar el cómo del funcionamiento de los astros, de la gravedad y de los átomos. Y mejor que la fe no se inmiscuya en este campo. Pero jamás será capaz de explicar por qué existen las cosas en lugar de la nada.
A cada cientÃfico su propio terreno
Que el fÃsico formule teorÃas sobre el comportamiento del big-bang, si ello le satisface, pero que no nos adoctrine acerca de lo que existÃa o no existÃa un segundo antes de la dichosa explosión. En este campo él sabe tanto como el último iletrado. Preciso es decirlo sin complejos.
A uno de los contendientes que se sumaron al debate se le preguntó si el método cientÃfico algún dÃa podrá dictaminar sobre el por qué del universo, además de explicar el cómo de su funcionamiento. Y me parece muy ponderada su respuesta: es tan imposible como pensar que la fÃsica podrÃa determinar algún dÃa el peso del amor.
Como bien sabe el internauta, en el mundo de las web se ofrece la posibilidad de que el lector haga sus comentarios. Los tales pertenecen a un género literario que todavÃa no ha sido definido. Allá se dan cita los sabiondos, los que insultan soezmente, los que incurren en penosas faltas de ortografÃa, los que recurren a los atributos genitales para sostener el hilo de su argumentación. Los hay también que exhiben una sublime ignorancia. Uno de ellos escribÃa sin ruborizarse que Blas Pascal era ateo. El otro que Jesús fue un extraterrestre. Y asà sucesivamente. Hay que leer los comentarios con ojos muy crÃticos y con la agilidad mental requerida.
Una última observación. En los escritos y periódicos de tendencia laicista, o declaradamente atea, se adivinaba un grito de victoria a propósito de la opinión de Hawking. ¡El gran fÃsico de nuestro tiempo habÃa desenmascarado la falsedad de la existencia de Dios! Ya cabÃa informarlo a los cuatro puntos cardinales: Dios no existe. Sin embargo yo les harÃa notar que en su anterior libro sobre la historia del tiempo el mismo autor sà afirmaba la existencia de Dios. Entonces, ¿Dios existe o no existe según evoluciona la mente de Hawking? No sonrÃan que el asunto es serio.
Manuel Soler Palá, msscc.
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