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    miércoles, 19 de junio de 2013

    Para entender el Concilio Vaticano II

    La Iglesia Hoy | Miguel Angel Ciaurriz oar. Diez Palabras para entender el Concilio Vaticano II.
    Como todos ya conocen, estamos en el “año de la fe” al que el Papa Benedicto XVI nos convocó a todos los católicos para recordar y agradecer el inicio del Concilio Vaticano II, en octubre de 1962. Consciente de que cincuenta años después de su inicio sigue siendo este evento eclesial, que muchos han llamado “la primavera de la Iglesia”, un gran desconocido, pide el Pontífice que dediquemos tiempo para conocer su doctrina y las novedades que deparó para la vida de la Iglesia y de sus miembros.
    Estudiar el concilio, conocerlo mejor, es necesario, entre otras razones para que muchas de sus propuestas, aún pendientes de aplicación, se hagan vida en nuestras iglesias locales.
    No pudiendo aquí hacer un exhaustivo tratado sobre el concilio, las líneas que siguen pretenden ser un humilde y sencillo apunte sobre el mismo familiarizándonos  con diez términos claves que recogen desde el ambiente hasta la mentalidad que prevaleció en él y el talante de su doctrina.

    1 Aggiornamiento: La palabra expresa el esfuerzo de toda la Iglesia para mirar positivamente al mundo, abrirse a él y buscar estar al día en la lectura de los “signos de los tiempos” que se marcaban la realidad en aquella segunda mitad del siglo XX. La Iglesia necesitaba “ponerse al día” en todo y el Concilio Vaticano II fue un intento serio de hacerlo. Este empeño de conectar con la realidad del hombre le ayudó a la Iglesia también a “agiornar” el propio evangelio que predicaba.

    2.- Colegialidad: Fue esta también una de las grandes novedades del concilio. Los obispos tomaron conciencia de que era necesario actuar de manera más colegiada y menos individualista a la hora de pastorear la Iglesia. Muchos ojos ven más y mejor que uno solo.
    Con este término se hace referencia al “colegio” de los obispos presidido por el obispo de Roma, el Papa. Trata de reconectar con la tradición del Colegio Apostólico. Hoy esta colegialidad se expresa por medio de algunos organismos a nivel mundial, como el Sínodo de los obispos, y a nivel nacional, como las Conferencias Episcopales, o las regionales en los países grandes y con realidades muy diversas.

    3.- Diálogo: Por falta de diálogo con el mundo la Iglesia sufría un largo, frío y oscuro invierno. Daba la  espalda al mundo, a la gente y a su realidad. Urgía, por tanto, cambiar este fatal sentido de las cosas y abrir canales de diálogo que le permitieran encontrarse de nuevo con sus hijos y con todos los hijos de Dios. En este sentido, en el Concilio emergió un nuevo talante dialogador global siguiendo la propuesta de la encíclica programática de Pablo VI, Ecclesiam Suam, del 6 de agosto de 1964. De aquí en adelante el diálogo será herramienta fundamental del anuncio y de la misión de la Iglesia en el mundo. Cincuenta años después de aquella profunda convicción de la necesidad del diálogo, no son los que lamentan la lentitud de este proceso. Se trata de un diálogo de la Iglesia con el mundo, pero también de la Iglesia consigo misma. Están vivos todavía en la Iglesia mecanismos de represión y condena hacia, por ejemplo, investigadores que aventuran iniciativas teológicas que ensanchan el mundo del pensamiento católico.

    4.- Comunión: esta es una de las palabras mágicas emanadas del concilio. En torno a ella se ha gestado toda una nueva teología. El proyecto de Dios es un proyecto de comunión. La Iglesia Católica se define como una comunión de Iglesias locales. A nivel más profundo, la Iglesia es Comunión con Dios y entre los hombres. La Iglesia es misterio y gracia de comunión. Para avanzar hacia el objetivo de la fraternidad no hay otro camino que el de la comunión.

    5.- Libertad religiosa: Una de las más grandes innovaciones del Vaticano II es la afirmación de la libertad religiosa, que va asociada a la libertad de conciencia. La libertad religiosa era una cuenta pendiente que tenía la Iglesia con el mundo, ciertamente, pero también consigo misma. Sin duda mucho se ha avanzado en este sentido, pero mucho es también lo que aún queda por andar. Principalmente en el terreno de la libertad para la reflexión teológica queda mucho camino por andar. No están del todo enterradas las cenizas del Syllabus.

    6.- Liturgia: Para los católicos de a pie la reforma litúrgica fue la estrella del concilio. Hacer era una urgencia que no admitía dilaciones. Ese fue el sentir también de los obispos presentes en el aula conciliar. Era necesario conformar pronto a una reforma litúrgica cercana al pueblo que facilitara y permitiera su participación. Redescubriendo las antiguas tradiciones litúrgicas, el pueblo vuelve a ser protagonista de las celebraciones y de la vida eclesial. La reforma litúrgica del concilio, aunque muchos la reducen a la sustitución de las lenguas propias de los países y a colocar los altares de cara al pueblo, va mucho más lejos. Se trata de una nueva forma de entender y celebrar los grandes misterios de nuestra fe, una nueva forma de relacionarnos con Dios.

    7.- Ecumenismo: A partir del Concilio Vaticano II, la palabra ecumenismo adquiere legitimidad plena en la Iglesia católica. Las diferentes Iglesias o comunidades eclesiales cristianas, según la doctrina del concilio, están en comunión imperfecta pero real con la Iglesia católica, forman parte de la única Iglesia de Cristo. La finalidad del camino ecuménico es la búsqueda de un diálogo serio y exigente para favorecer el encuentro y la unidad de los cristianos.

    8.- Palabra de Dios: La valoración e importancia de la Palabra de Dios en la vida de los cristianos es otra de las grandes novedades que trajo el Concilio Vaticano II. Esta novedad es especialmente notoria en los pueblos de América Latina, que se han apropiado de la Palabra de Dios. En las casas de nuestra gente puede que no haya muchos libros, pero es muy difícil encontrar un hogar en el que no aparezca una Biblia. La Palabra de Dios es el fundamento de toda la vida cristiana. Todo el Pueblo de Dios puede y debe acercarse a la Biblia para que ésta ilumine su vida.

    9.- Pueblo de Dios: Esta definición de la Iglesia valoriza la condición cristiana de todos los integrantes de la Iglesia, laicos y ministros. Propone también una nueva inserción en la historia y en el mundo y una nueva configuración de relaciones en el interior de la Iglesia. La Iglesia es el Pueblo de Dios porque Él quiso santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sino constituyéndolos en un solo pueblo, reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

    10.- Presencia: La Iglesia se percibe como presencia frente a Dios y frente a los hombres. En el mundo esta presencia es una presencia de servicio. La Iglesia centrada en el Evangelio se abre al mundo y se hace presente en él.  

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