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    domingo, 29 de septiembre de 2013

    Primer Año de Danilo Medina

    No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella. Instituto Filosófico Pedro F. Bonó.
    El primer año de gobierno de Danilo Medina como tema ineludible
    El 16 de agosto de 2013 se cumplió el primer año de gobierno peledeísta del presidente Danilo Medina. Todos los medios de comunicación y los creadores de opinión se concentraron en evaluar sus logros y desaciertos. Pero una cosa llamaba la atención en muchos de los comentarios de fondo. Los articulistas se quejaban, como disculpándose, de que el tema se les presentara como algo ineludible, es decir, como algo de lo que tenían que hablar sin tener muchas ganas. Esta desazón puede servir de pista para la reflexión ético-política, guiados por esta pregunta: ¿por qué el primer año de gobierno de este (como de cualquier) presidente dominicano se convierte en un tema obligado que al mismo tiempo causa rechazo espiritual?

    1) Raíces del presidencialismo dominicano
    Un primer elemento a considerar es la profundidad y peculiaridad que tiene la institución presidencial en República Dominicana. Famoso ha sido para la historia nacional el artículo 210 de la Constitución de San Cristóbal, la primera carta magna del país, proclamada el 6 de noviembre de 1844. Este artículo ha sido atribuido unilateralmente por la historiografía dominicana de divulgación a Pedro Santana, cuando sería más razonable pensar que se trató de una estrategia de poder del grupo político que se organizó a su alrededor y que ayudó a crear su figura política. En su grupo había funcionarios más experimentados en los asuntos políticos, como Tomás Bobadilla y José María Caminero, que seguramente le escribían sus proclamas como asesores de imagen y creadores de opinión pública. Con mucha probabilidad, fueron estos quienes tramaron todo el proceso para eliminar al partido duartista de la lucha por conquistar la presidencia del país en la que todos estaban enfrascados.
    El artículo 210 de la Constitución de San Cristóbal de 1844 decía así:
    Art. 210. Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la Republica puede libremente organizar el ejército y armada, movilizar las guardias nacionales, y tomar todas las medidas que crea oportunas para Ia defensa y seguridad de la Nación; pudiendo en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna.
    Gracias a este artículo, los presidentes dominicanos de la Primera República tomaban decisiones dictatoriales, especialmente contra sus opositores políticos, sin ser responsables de nada. En nombre de la guerra con Haití, se permitían tomar cualquier medida política interna. La excusa era perfecta para tapar los propios errores e intereses. Los testimonios son muchos y variados al respecto.
    Puede decirse que esta tradición autoritaria ha permanecido en la manera de concebir el ejercicio presidencial dominicano, pero con el paso del tiempo ha experimentado sofisticadas adaptaciones. El autoritarismo presidencial con el paso del tiempo se convirtió en paternalismo. Así, el presidente dominicano debe de presentarse como un “papá” de todos los dominicanos, instalando una cultura política que convierte al pueblo en masa que debe de seguir a un “líder bueno”. Esta práctica política tiene dos nombres distintos, con matices distintos: populismo y fascismo.

    2. Danilo Medina y la paradoja en la opinión pública dominicana
    El gobierno de Medina ha sido el que más aceptación ha recibido en los últimos años en su primer año de ejercicio. Las encuestas Gallup calcularon su popularidad entre el 71 y el 81 % de aprobación en los meses que precedieron al 16 de agosto de 2013. Es posiblemente el gobernante con más alta tasa de aprobación en toda América Latina. Puede decirse, por tanto, que la opinión pública dominicana está contenta con el ejercicio de su presidente.
    Sin embargo, otras son las reacciones con respecto a la realidad que vive el país y las expectativas insatisfechas de la ciudadanía y de los analistas de fondo de la realidad social. Esto se puede explicar porque los temas fundamentales que el propio presidente Medina abordó en su discurso de toma de posesión no han sido enfrentados de manera radical. Estos temas fundamentales conforman el llamado “Gran Pacto Social”, que se anunció como un plan para sacar de la pobreza a un millón y medio de personas. El Pacto Social fue anunciado con tres componentes: el Pacto Fiscal, el Pacto por la Educación y el Pacto por la Electricidad.
    El Pacto Fiscal fue sencillamente abortado cuando la ciudadanía se comenzó a mover pidiendo “justicia fiscal” y pidió cárcel para los responsables peledeístas del inmenso déficit fiscal de 2012. Por el contrario, el primer año de ejercicio fiscal del gobierno se ha concentrado en la recolección de impuestos y en el pago de las deudas atrasadas del gobierno, con el objetivo de tapar el “hoyo fiscal” dejado por el anterior gobierno peledeísta. Otra vez el pueblo ha de pagar el desorden del gasto público mayúsculo que se llevó a cabo para poder elegir al propio presidente Medina; la presidencia no se hace responsable de nada. Como esa deuda histórica y estratégica debe ser cubierta, se suspendieron las negociaciones del Consejo Económico y Social, que los voceros del gobierno quisieron descalificar afirmando que quería convertirse en un gobierno paralelo. También se declararon como infundados todos los pedidos de justicia contra los malversadores de lo público. El resultado del paquetazo tributario del gobierno de Medina ha sido el estancamiento de la actividad y económica y un ligero aumento del desempleo (no así de los salarios de los altos empleados envueltos en la actividad económica gubernamental ni en la nómina pública). La voracidad tributaria del gobierno no ha venido acompañada de un gasto eficiente. Es de reconocer que el gobierno se ha manejado correctamente en su propósito de reducir el déficit fiscal; pero ha tenido como efecto un debilitamiento del dinamismo económico. Y desde el punto de vista moral, ha instalado la impunidad que invita a la delincuencia que arropa al país.
    ¿Qué ha sucedido con el Pacto por la Educación? Si bien el gobierno de Medina ha sido el primero en aprobar el 4% del PIB para la educación, como establece la Ley, las ejecuciones de la transformación educativa han dejado mucho que desear. El esfuerzo principal se ha puesto en la construcción de nuevas aulas. Fue el retraso de esta ejecución, debido a un mayúsculo desorden administrativo en la distribución de construcciones por sorteo y en las compras de terrenos, lo que llevó a destituir a la Ministra de Educación, Josefina Pimentel, y a poner en su lugar a un cuadro conocido del danilismo, poco entendido en educación: Carlos Amarante Baret. Es de temer que en los próximos meses el Ministerio de Educación se vea reducido a ministerio de obras públicas y que la nómina siga creciendo para satisfacer las apetencias de empleo de las bases del partido. El Pacto por la Educación está en pañales y un decreto hecho justo al año del gobierno para retomarlo quizá ha llegado un poco tarde.
    El Pacto por la Electricidad apenas se ha abordado. El sistema eléctrico sigue siendo una calamidad; pero su falta de eficiencia afecta a la cada vez más desigual población del país de dos maneras distintas: el segmento más rico de la población ve afectada su productividad; el segmento más pobre ve afectada además su seguridad: los eternos apagones de los sectores más pobres del país son el mejor aliado de la delincuencia callejera, que no ha disminuido en los últimos meses.

    3. La “semiótica del charquito”: otro “papá presidente” mediáticamente asesorado
    Y sin embargo, Medina es popular, muy popular en la opinión pública. ¿Por qué? La respuesta parece ser esta: ha sido asesorado por un grupo de especialistas en comunicación que le han construido una imagen paternal de gobernante. Entre estos asesores parece que se encuentra un equipo brasileño que asesoró la campaña de Dilma Roussef. De eso no sabemos nada, porque los contratos no aparecen en las páginas gubernamentales. Estos asesores de imagen han construido “otro papá presidente”, consonante con la historia de la cultura presidencialista dominicana; solo que más refinado.
    Este papá no va a Harvard a discutir grandes teorías, ni sirve de grandioso mediador en la secular guerra del Medio Oriente. Se mete por los campos cada domingo en mangas de camisa, prometiendo sumas de dinero pequeñas aquí y allí, porque “siente” la necesidad de sus hijos ciudadanos. No les otorga derechos: les regala generosamente dinero de su bolsillo presidencial. También visita los calamitosos hospitales públicos y orina en los mismos retretes de los policías… Es “hombre sencillo”, que no anda con grandes escoltas. Es este papá el que sustituye al Ministerio de Educación y arma una campaña nacional de alfabetización para hacer una “revolución educativa”. Para celebrar su gesta, llena un estadio y entrega personalmente los diplomas de las primeras personas pobres alfabetizadas, en un acto masivo de sabor fascista y populista. Queda claro que “Quisqueya aprende contigo”, es decir, gracias a una relación personal con Danilo.
    Esta imagen de hombre cercano al pueblo se vio resumida por azar en una famosa foto en que se ve al presidente Medina brincando un charco de agua para llegar a los conucos de unos pobres campesinos. La foto impactó tanto, que los asesores de imágenes descubrieron en ella una buena pista de creación de imagen.
    En otro artículo, he explicado que la teoría de la imagen o de los signos se llama semiótica. Por eso, podríamos llamar “semiótica del charquito” el tratamiento de la imagen del actual presidente que han creado sus asesores mediáticos. En esta imagen se encuentra una pista preciosa para entender la paradoja de este primer año de gobierno de Danilo Medina. No es de extrañar que el “presidente papá” haya tocado la fibra de la opinión pública dominicana, saltando charquitos, mientras las líneas maestras de su programa de gobierno han registrado pocos logros. Por eso a un año de gestión se sigue esperando “justicia fiscal”, es decir, un gasto público de calidad y una condena ejemplar de la corrupción en República Dominicana en todos los niveles.

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