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    viernes, 7 de marzo de 2014

    Independizar la Educación Dominicana

    No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella, Instituto Filosófico Pedro F. Bonó


    Independizar la Educación Dominicana  
    Como todos los años, en el mes de febrero de 2014 nuestras escuelas cantarán a la Patria organizando cultos a la bandera sin contenido y repitiendo mecánicamente que hay que agradecer el arrojo de los tres padres de la Patria, sin preocuparse por estudiar detenidamente el complejo e incompleto proceso político que fue la separación política de Haití en febrero de 1844. La “independencia” aparecerá nueva vez como “una cosa del pasado que debemos defender en el presente”, porque de su vigencia dependería nuestro bienestar y nuestra felicidad. Y punto. Cero explicaciones adicionales, cero críticas sobre las estructuras de poder y los procesos de exclusión que determinados actores políticos pretenden legitimar en nombre de la “independencia nacional”.

    Esta manera de hablar acrítica y atemporalmente sobre la independencia sirve para ocultar las tareas pendientes de una “independencia siempre inconclusa” para el corazón habitado por un sentido de mayor justicia. En efecto, la independencia de cualquier país moderno es una obra humana; más específicamente, es una obra política atravesada por conflictos y exclusiones; obra que normalmente ha sido llevada a cabo por los sectores dominantes de la sociedad. Por poner como ejemplo un caso más que evidente, las independencias americanas siguieron excluyendo a las mujeres del espacio público y fueron las luchas feministas que lograron alcanzar con el paso del tiempo, al menos legalmente, ese espacio para las mujeres. Y sin embargo… basta hablar con cualquier mujer organizada y consciente, e inmediatamente nos hará saber cómo los hombres las seguimos excluyendo en los espacios públicos.

    Así, la “independencia” no es una cosa del pasado, sino algo eternamente presente. Pero para que la independencia se convierta en tarea actual, hay que salvar un obstáculo, pues (desde el punto de vista morfológico) la palabra “in-dependencia” reproduce una idea poco feliz, la cual acaba por expresar negativamente lo que está auténticamente en juego en ella, a saber, la libertad colectiva e individual.

    Morfológicamente, “in-dependencia” quiere decir “no depender” de nada ni de nadie. Y eso es literalmente imposible. Por ejemplo, dependemos del aire para vivir. Más aún, desde una visión cristiana del mundo, que invita a crear lazos de comunión y solidaridad, se deben promover constantemente vínculos de colaboración, una colaboración que en tiempos de “globalización” se plantea sobre todo a nivel inter-nacional. Entonces, el ideal ético no deber apuntar hacia la “in-dependencia” en sentido rígido, sino hacia la “inter-dependencia”, que consiste en la posibilidad de vivir plenamente en el concierto de naciones, es decir, de ser auténticamente libres contando y respetando a los demás pueblos.

    De todos modos, la “in-dependencia” puede entenderse como una condición de posibilidad de la libertad. Por ejemplo, unos padres que crían a sus hijos “totalmente dependientes” de ellos no les hacen un favor (lo que no debe llevar a pensar como ideal el caso de padres que se desvinculan totalmente de sus hijos, pues tal irresponsabilidad hace un daño aún mayor en la configuración de la personalidad del niño). Si una persona o un grupo no pueden hacer las cosas por sí mismos y están “dependiendo” de algún otro para hacerlas, no son libres.

    Dentro de estas consideraciones sobre la independencia, queremos reflexionar sobre un tema que ocupa el centro de la atención de las políticas públicas dominicanas en estos momentos: el proceso del “Pacto Educativo”. La pregunta que puede quedar a quienes hemos participado en este proceso es: ¿en qué consistiría la tarea de “independizar” la educación dominicana?

    1) Independizar la educación de la manipulación política partidaria y de enfoques confesionales
    El “Pacto Educativo” forma parte tanto de la Estrategia Nacional de Desarrollo, establecida en la Ley 1-12. Por eso el Pacto fue integrado en el plan de gobierno del PLD. Sin embargo, por esta misma razón, se corre el riesgo de que el proceso del Pacto se vea atado a una estrategia de control político del partido en el gobierno. El riesgo aumenta de no lograrse una auténtica participación responsable y plural de la sociedad dominicana.
    El control político del pacto se podrá realizar básicamente por el manejo poco transparente y eficiente del presupuesto del 4% del PIB para la educación inicial, básica y secundaria, un mandato legal cuyo cumplimiento por primera vez en 2013 fue fruto de la lucha ciudadana organizada, no de la conciencia política de los partidos gobernantes. Existe el riesgo de que ante la afluencia de fondos para la educación los nombramientos para los cargos educativos sigan haciéndose para fines partidarios. El nombramiento a mitad del año pasado de alguien fiel a la línea partidaria del presidente y sin experiencia en el mundo de la educación, como lo es el actual ministro de educación, es el signo más claro de ello. Su mandato político principal parece estar dirigido a gestionar los fondos para las construcciones de aulas que estaban paradas y “garantizar” que “se gaste” estratégicamente el famoso 4%. Esto podría servir para explicar la destitución arbitraria de los directores regionales y distritales del Ministerio de Educación, y el consecuente nombramiento de personas allegadas a esta línea partidaria del PLD en cargos administrativos. Haciendo inferencias de varios discursos del propio ministro, así como de discursos sobre él hechos con vistas a legitimar su cargo, se podría preguntar si el objetivo administrativo en educación en este momento es repartir estratégicamente las asignaciones para las construcciones y para la formación docente. En este punto, se impondrá una estrecha fiscalización por parte de diversos actores de la sociedad, en que se deberá observar si determinadas asignaciones de fondos a instituciones universitarias privadas o a ONGs para realizar investigaciones educativas o cursos de docentes, no acaban por tener, como efecto secundario, una compra de conciencias críticas, que puedan tomar posiciones adversas al proyecto de poder actual.
    El segundo punto importante para que el Pacto Educativo traiga transformaciones novedosas y constructivas radica en el compromiso por una educación laica. Esto garantizará una visión más democrática del sistema educativo en el ámbito dominicano. En este sentido, los que somos parte de la iglesia católica, como mayoría nacional, tendremos que renunciar a nuestros privilegios históricos y asumir en paz y creativamente lo que hace años es enseñanza de la doctrina social de la Iglesia y de los últimos papas: “El principio de laicidad conlleva el respeto de cualquier confesión religiosa por parte del Estado, ‘que asegura el libre ejercicio de las actividades del culto, espirituales, culturales y caritativas de las comunidades de creyentes. En una sociedad pluralista, la laicidad es un lugar de comunicación entre las diversas tradiciones espirituales y la Nación’ ”. (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N. 572). Esto no quita, como también enseña el magisterio, que se luche por que la visión cristiana del mundo no sea marginada. Pero el acento debe de ponerse en la comunicación de tradiciones y visiones del mundo, no en la imposición un punto de vista.

    2) Evitar la privatización: el problema del curriculum
    En este momento, se encuentra andando un proceso de reforma curricular. El curriculum que se cuenta hoy en día data de los años 90, pero según las personas entendidas, contiene muchos aspectos recuperables. De todos modos, la pregunta queda abierta: ¿cómo llevar a cabo la “reforma curricular”?
    El problema remite a cómo se entiende el curriculum. Existe un amplio consenso en las ciencias de la educación que entiende el curriculum como un conjunto complejo de elementos referidos al sistema educativo como un todo. Entre estos elementos se encuentran los siguientes: objetivos (para qué educamos), contenidos (qué cosas enseñamos), metodologías (cómo aprendemos y cómo enseñamos) e instrumentos de evaluación de toda la actividad educativa (no solo se han de evaluar los estudiantes, sino todo el sistema educativo; y no solo se evalúa para poner un número a resultados de productos concretos, sino todo el proceso educativo). Dado que se desarrolla como un ejercicio racional de los fines y medios de la educación, el diseño del currículum sirve de base para la planificación de todo el sistema educativo, no solo para los planes de estudio específicos.
    El curriculum concretiza la visión educativa de una sociedad. En esta coyuntura dominicana, es vital que se formule el objetivo de la educación en términos de colaborar con la formación integral de personas, no de “formar recursos humanos para la competitividad”, como insisten algunos actores del empresariado dominicano desde una visión economicista; ni tampoco de “formar ciudadanos nacionalistas”, como quieren sectores dominicanos de ultraderecha para dar vigencia a sus proyectos políticos. Reducir la tantas veces mentada “revolución educativa” a crear capacidades individuales para “enganchar al país en la economía global” constituye un verdadero atentado contra una visión integral del ser humano. No es de extrañar, en este sentido, que los sectores dominicanos que se benefician del capitalismo global vean en objetivos como este un modo de actualización de “la nacionalidad” y de “la ciudadanía”.
    De estas reflexiones, se concluye que el currículum se refiere a todo lo concerniente al sistema educativo. Por eso, resulta ingenuo creer que la reforma curricular se debe limitar a lo que sucede “dentro del plantel educativo” o solamente “mejorando la competencia del profesorado”, como si el profesorado fuera el culpable de todo. ¿Cómo “educar en valores” si el primer mafioso es un técnico o administrador distrital que hace contratos fraudulentos para el desayuno escolar? ¿Cómo adoptar una perspectiva de género si los profesores hombres siguen seduciendo a sus jóvenes estudiantes y no se les somete a disciplina? ¿Cómo decir que la educación es un derecho si se nombran a los amigos del partido o de los grandes dirigentes en puestos clave, incluso a nivel curricular?
    El Centro Bonó envió una serie de reflexiones respondiendo a la consulta realizada a nivel nacional para el Pacto educativo. En ese documento señaló la conveniencia de hacer un acuerdo específico sobre la revisión curricular, que está pendiente para los niveles básico y medio. Este acuerdo no puede pasar por alto dos puntos. Primero, el nuevo currículum debe adoptar una perspectiva social y política actualizada. La discusión sobre este tema está estancada en los años 90 del siglo XX, cuando se defendía un concepto estrecho de ciudadanía consonante con un concepto estático de identidad nacional. Entre los temas políticos a actualizar están la equidad de género, la ética sexual y la interculturalidad. Y si se quiere un pensamiento crítico, habrá de reintegrarse la filosofía al plan de estudios, pero evitando reproducir la única modalidad conocida en República Dominicana, a saber: una asignatura de “historia de la filosofía” en último año de bachillerato, de una dudosa calidad.

    El Pacto Educativo es signo de un sistema educativo deficitario. Eso lo saben todas las personas conocedoras del tema. Si la educación dominicana funcionara, no haría falta un “pacto educativo”. Este razonamiento puede invertirse: el Pacto, nacido de un grave déficit del sistema educativo, no resolverá los problemas detectados por diversos estudios. Se trata de una simple contribución para algo más fundamental: la necesidad de “independizar” la educación dominicana, que es lo mismo que comprometerse en todas las esferas de la vida nacional con una visión distinta de ser humano y de sociedad más allá de las ideologías que proponen una formación para la “globalización” capitalista y para la “sociedad industrial del conocimiento”, escamoteando la diversidad cultural y la visión integral del ser humano.

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