
Vivimos de la esperanza. Toda persona, de una u otra manera espera, y esa espera le da sentido a su vida. Cuando se pierde esta esperanza, nuestra vida pierde el sentido, pierde el horizonte, pierde el deseo de vivir. Solo aquellos que sean capaces de vivir en la esperanza, serán capaces de mirar al mañana, proyectarse en el futuro y trabajar en la construcción de un mundo mejor. La esperanza no nos hace estar de brazos cruzados esperando, sino que nos impulsa a trabajar, a luchar por eso que esperamos para poder hacerlo realidad.
Como buenos cristianos, vivimos esperando el reino Dios, esperando nuevamente la venida de Jesús. No solo nosotros los católicos, sino todos los cristianos. Y la esperanza en esta venida es latente, se hace propaganda sobre ella, se anuncia en lugares públicos, algunos hasta fecha le ponen. Vivimos en esa expectación constante.
En esta espera, quizás no hemos sido tan buenos cristianos, porque el reino de Dios no hay que esperarlo, porque ya está entre nosotros. El mismo Jesús nos dice: “El reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o está allí. Porque el reino de Dios está entre ustedes” (Lc 17, 21). Jesús nos sorprende con esta declaración. La intervención decisiva de Dios que todos esperamos no es un sueño lejano, sino que es algo que se puede captar ya desde ahora.
Por lo tanto, no hay que andar buscando en los cielos señales especiales; hay que olvidarse de los cálculos de los visionarios; no hay que pensar en una llegada visible, espectacular, cósmica del reino de Dios. Debemos aprender a captar su presencia, su reino de otra manera, captarlo entre nosotros.
Esta acogida del reino debe empezar en el interior de nosotros en forma de fe en Jesús, pero debe realizarse plenamente en la vida con los demás. Debemos preguntarnos: ¿Cuáles actitudes mías no favorecen la construcción del reino de Dios? ¿Soy de los que obstaculizo la realización del reino? o ¿Qué hago yo para hacer realidad el reino? Son preguntas que deben de hacernos frente, que deben llevarnos a un cambio en nuestra vida, no solo en nuestra vida personal, sino en nuestra vida social: como yo veo a los demás, como los trato, que hago por los más necesitados, que hago ante las injusticias, la violencia, el sufrimiento, etc.
Porque el reino no puede hacerse realidad si en nuestro mundo
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