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    miércoles, 11 de noviembre de 2015

    Rezar para buscar, conocer...

    Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, MDR.


    “Rezar para buscar, conocer y cumplir la voluntad de Dios”

    (Papa Francisco)

    Sabiamente ha dicho el Papa Francisco, en una de sus homilías, la frase que encabeza esta reflexión. Ha llamado mi atención poderosamente. Siento que aún estando todo el misterio de Dios revelado en Jesucristo, el mismo se oscurece por las cegueras que bañan nuestros ojos. En la conciencia de nuestra condición, humildemente hay que caminar pidiendo la gracia de poder identificar lo que Dios quiere con nuestras vidas, para así, modelar nuestros deseos con el suyo.

    Una vez dispuestos para discernir, el Espíritu se alegra con nuestra disponibilidad, y busca estrategias para hablarnos. Este proceso en el que Dios habla puede parecerse al gotear pausado de una tinaja cuyas gotas forjan un charco de agua. Ese charco sería el espejo a ser descifrado con los ojos de la gracia. El mensaje algunas veces se extiende sin medida, aguardando a que tengamos las condiciones necesarias o la madurez suficiente para depositarnos la verdad que aguarda ser conocida. No hay camino más hermoso que aquel cuando se va despierto intentando descifrar los mensajes de amor que Dios envía. Cada convicción teológica queda en el depósito de nuestro jardín interior. Nunca más se olvida. Si nosotros buscamos es porque Dios nos ha buscado primero.

    El silencio es indispensable para descifrar el mensaje donde Dios deposita su voluntad para nosotros. Se trata del silencio fecundo que carece de agobio estresante, porque a Dios le gusta el ritmo paciente. Habla sin la ansiedad con la que le exigimos respuestas. Tales niveles de serenidad se adquieren con la oración. Orar es dejarse mirar por Dios. Es con la mirada que Dios ama. La conciencia de esta mirada es lo que llamamos gracia. En la zona privilegiada de la gracia: el interior, ahí Dios deposita su voluntad para nuestra vida. Sin apogeos. Sin medir las consecuencias. Para crear esta atmosfera lógicamente se necesitan condiciones. No por casualidad Jesús solía alejarse para encontrar la voluntad de Dios. Alejarse no es espiritualidad intimista, porque en esta distancia es donde se amarran las convicciones apostólicas.

    Pero cómo saber que tal verdad es la voluntad de Dios para mi vida. Si la verdad identificada se graba en el corazón como adhesivo que no se aleja, pensando como plomo, porque así pesa la verdad, y aún así, pesando, deja el corazón ligero como pluma, y en paz… Si de ella brotan olores a Dios mediante el amor, la justicia, la humildad, el servicio y la entrega… entonces, hay que comenzar a rezar nuevamente. No basta, conforme a la lógica del Papa Francisco, buscar e identificar la voluntad de Dios para nuestras vidas. Es necesario volver a rezar para cumplirla.


    Si buscar y encontrar la voluntad de Dios nos exige humildad, el cumplirla también. No basta el esfuerzo personal sin el auxilio de la gracia. Disponerse a vivir la voluntad de Dios exige renunciar a las pequeñas voluntades que la sociedad vende en envolturas vistosas. No hemos de extrañarnos si tal ejercicio nos consume toda la vida, porque las tareas que Dios asigna nunca se concluyen, quizás cambian de escenario. Es por eso que, sabiamente, Jesús nos dejó un “camino”. En el mismo, vamos de la mano, porque somos eternos aprendices en las cosas del Espíritu. ADH 794.

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